Salud Hernández

Opinión

Corte Suprema: no rebajen penas a violadores y asesinos de niños

Si en verdad los niños fueran prioritarios, la Corte Suprema jamás propondría acuerdos judiciales con sus asesinos y violadores.

Salud Hernández-Mora
8 de junio de 2024

En China los sentenciaron a muerte. Aplicaron una inyección letal a una pareja joven, atractiva, de vidas normales, sin historial delictivo ni señal alguna que anticipara el crimen que cometerían. Pero ella no quería que su futuro esposo tuviese hijos de otra mujer y él estaba dispuesto a todo para no perderla. Zhang Bo, separado y padre de dos niños de 1 y 2 años, anhelaba casarse con Ye Chengchen.

Un día cualquiera, en 2020, Zhang arrojó por la ventana de un piso 15 a sus dos pequeños. Luego confesó, los apresaron, a los siete meses los condenaron a la pena capital y en enero de 2024 dejaron de existir. A nadie se le ocurrió que la justicia se apiadaría de ellos por admitir la culpa.

En Colombia acaban de asesinar a golpes a una criatura de 3 añitos. Su mamá miraba para otro lado cada vez que su compañero le propinaba una paliza. Igual hacían sus familiares y vecinos. Todos callados por indolencia y miedo. Su tranquilidad valía más que la vida de Cielo.

La bestia, Bryan David Ramírez, tiene 22 años y un prontuario, aunque en este país ser delincuente habitual no significa gran cosa. Puede seguir libre, haciendo de las suyas.

Tampoco preocupaba que a la mamá le valiera cero su prole. La niña presentaba hematomas en la cara, tórax, abdomen y extremidades, además de desnutrición. Sin descartar que Brayan David también disfrutara violándola. En su celular hallaron pornografía infantil, aberración cada día más extendida en el planeta.

Tras el infanticidio, el ICBF se hizo cargo de los otros dos retoños, de 6 y 8 años, que igual padecían la violencia del padrastro y el abandono materno.

“Quiero que paguen por haber acabado con la vida de mi hija. Era una niña alegre, un angelito”, alegó con insultante descaro el papá biológico a El Tiempo, dándoselas de amoroso progenitor. “Nosotros tratábamos de ayudar, de apoyarla, pero él no dejaba a veces acercarse ni a ella ni a la niña. Tenía amenazada a la familia”, agregó el cobarde. No satisfecho con permitir la lenta agonía de la niña, exigió justicia, como si su indiferencia no fuese culpable. Si hiciesen la “justicia” que reclama, merecería unos años tras las rejas.

Leyendo y escuchando al entorno de Cielo, la manera tan distante con que se refieren a la niña y las explicaciones rocambolescas sobre lo sucedido, casi que uno agradece a Dios que se la llevara. Jamás conocería la felicidad con los suyos y no contaría con las instituciones estatales para protegerla. En Colombia solo importan los adultos.

Si en verdad los niños fueran prioritarios, la Corte Suprema jamás propondría acuerdos judiciales con sus asesinos y violadores.

Tampoco la mamá de Cielo habría podido traerla al mundo. Bastaría observar su comportamiento con los hijos mayores para juzgarla por negligente, retirarle la custodia y ligarle las trompas. Igual que al papá biológico. Esos sujetos perdieron los derechos a engendrar nuevas vidas y formar una familia.

En cuanto al jardín infantil, El Tiempo informó que el año pasado registraron “signos de alerta en el desarrollo” de Cielo y que dejó de asistir en este 2024. Pero, alega el organismo distrital, hicieron llamadas y “visitas de seguimiento”. Ante tan burda excusa, cabe preguntarse, ¿llamadas?, ¿visitas? ¿Cómo para qué si no tomaron ninguna medida?

La clave, supongo, era respetar a la mamá y concederle una y mil oportunidades, no vaya a ser que la traumatizaran.

Los vecinos son caso aparte. No sé cómo podían dormir sabiendo de las golpizas. ¿Por qué guardaron silencio? ¿Cómo podían taparse los oídos?

Igual de desalmados que los vecinos de Juan Sebastián Jiménez, 13 años, y su hermano, de 11. Nunca intervinieron para detener el salvajismo de su papá biológico y su madrastra. Hasta que no asesinaron a Juan Sebastián, se mantuvieron mudos. Luego se explayaron relatando lo que veían.

Que los dos niños eran huesos y piel por hambre física. Que llamaban a sus puertas para pedir comida. Que los veían mendigar por orden del papá. Que conocían que la madrastra (que obligaba a los dos hijos a pelearse a cuchilladas y los grababa) reclutaba a otros niños del barrio para que los molieran a palos.“Lo que vivían esos niños era muy duro para todos, pero uno no podía hacer nada. Muchas veces uno los escuchaba llorar por lo que vivían”, le dijo un vecino a El Heraldo.

Una pareja de sádicos rodeada de una manada de cobardes.

Medicina Legal cifró en 603 los menores de edad asesinados en 2023. Este año, en enero y febrero, practicaron 2.559 exámenes por presunto abuso sexual y vieron 1.072 casos de violencia intrafamiliar en el mismo rango de edad.

Pero la Corte Suprema sugiere pactar con las bestias una reducción de penas a cambio de que acepten sus atrocidades. Olvidan que 2 millones de colombianos, liderados por Gilma Jiménez, votaron a favor de la cadena perpetua para esas alimañas. No hay perdón posible para ellos. Ni un día de rebaja.

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