Sofy Casas

Opinión

Culpar a Estados Unidos: la cortina de humo para tapar el escándalo de Manta

Cada vez que un escándalo toca al gobierno de Gustavo Petro, la estrategia se repite como un disco rayado. Cambia la narrativa, desvía la atención y prende una cortina de humo.

Sofy Casas
4 de julio de 2025

Esta vez no es diferente. Mientras el país exige respuestas sobre una posible reunión entre el presidente Petro, personajes del correísmo y el criminal alias Fito en Manta, Ecuador, apenas dos semanas antes del atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay, el gobierno y sus bodegueros digitales activan su maquinaria de manipulación.

Desempolvan un viejo audio del excanciller Álvaro Leyva y lo entregan, como pieza de propaganda, al medio más alineado con el oficialismo español, El País. Todo fríamente calculado.

No es casual que aparezca justo ahora. Es una maniobra deliberada para desviar la atención y fabricar una cortina de humo sobre el escándalo que de verdad debería tener al país en shock.

Lo hacen con la narrativa que Petro ha convertido en su arma favorita: la del presidente perseguido, asediado, víctima de un complot. Como en todos los regímenes comunistas, se necesita un enemigo externo para justificar el caos interno. Y siempre escogen al mismo: Estados Unidos.

El petrismo ha intentado posicionar una teoría conspirativa que raya en lo ridículo. Acusa sin pruebas al presidente Donald Trump y a los congresistas Mario Díaz-Balart y Carlos Giménez de estar detrás de un golpe de Estado. Y para sostener esa historia, usan como detonante la voz de Álvaro Leyva. Muy al estilo G2 cubano.

Leyva no representa al centro ni a la derecha. Nunca lo ha hecho. Lleva más de cuatro décadas orbitando entre grupos narcoterroristas y acuerdos de impunidad. Fue aliado de los mismos sectores que hoy pretenden desacreditarlo para victimizar a Petro.

Incluso, me atrevo a decir que Álvaro Leyva ha sido utilizado como chivo expiatorio y que él mismo se prestó a esta cortina de humo. No olvidemos que, siendo canciller, fue quien planteó públicamente la necesidad de una constituyente para cambiar las reglas de juego y fortalecer a Petro en el poder. Ahora su voz aparece instrumentalizada por el régimen, justo cuando más se necesita desviar la atención del escándalo de Manta.

Las cartas de Leyva, en las que denuncia la supuesta drogadicción de Petro, son desestimadas por el gobierno y sus bodegueros. Pero cuando se trata del supuesto golpe de Estado, sí le dan total credibilidad. Además, es un viejo amigo de las dictaduras de Cuba y de la narcodictadura venezolana. Pretender que está conspirando con Estados Unidos resulta tan inverosímil como conveniente.

Pero lo más grave no está en lo que quieren mostrar, sino en lo que deliberadamente callan. En ese mismo audio que filtran para gritar ‘golpe de Estado’ hay una frase que los bodegueros del régimen no mencionan: “Aquí han venido los del Clan del Golfo”. Esa sí es la bomba real. ¿A qué vinieron?, ¿con quién se reunieron?, ¿qué está negociando el gobierno con esa estructura criminal?

Nadie responde. Tampoco responden por el viaje de Petro a Manta. Según El Colombiano y medios del país vecino, fuentes del Gobierno ecuatoriano confirman que estuvo allí dos días, hospedado en un exclusivo condominio y sin salir siquiera a comer.

La Presidencia de Colombia lo justificó como parte de una agenda privada, pero el desplazamiento no fue reportado oficialmente, no fue incluido en la comunicación al Congreso. Y hasta hoy, la Casa de Nariño guarda absoluto silencio.

Si no hubo nada que ocultar, ¿por qué tanto secretismo?, ¿por qué ese viaje no fue informado?, ¿por qué la versión oficial se limita a un comunicado ambiguo?

Mientras todo esto ocurre, Petro vuelve a recurrir a su táctica favorita: victimizarse, atacar a sus aliados históricos, señalar a Estados Unidos, acusar sin pruebas y, al tiempo, debilita la cooperación en seguridad, persigue a empresarios que garantizan la infraestructura electoral y mantiene cerca a funcionarios manchados por escándalos de corrupción.

La llamada a consultas del encargado de negocios en Bogotá, por decisión del secretario de Estados Unidos, Marco Rubio, y el retiro de visas por parte de la administración Trump a funcionarios del gobierno de Gustavo Petro no son gestos menores. Son señales claras de que Washington ya no confía.

La descertificación ya no es una posibilidad lejana. Es un escenario cercano. Si se concreta, traerá recortes de ayuda, aislamiento internacional, bloqueos en organismos multilaterales y un golpe demoledor a la ya cuestionada legitimidad del Gobierno Petro.

La narrativa de Petro sigue un libreto conocido. Habla de un supuesto complot interno y externo, posiciona al enemigo internacional como amenaza, acusa a la “supuesta ultraderecha” y a actores extranjeros, desgasta sistemáticamente la institucionalidad electoral y construye el camino para justificar una posible suspensión de las elecciones de 2026.

El problema no es solo lo que dice, sino lo que intenta imponer a través de ese discurso. Su objetivo es claro: mantener al país en agitación constante para desestabilizar y abrir paso a un proyecto autoritario.