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Opinión
Del caos a la estrategia: el reto del general Pedro Sánchez
La designación del general Pedro Sánchez despierta confianza en las Fuerzas Militares, que ven en él a un líder.
El nombramiento del nuevo ministro de Defensa es un paso positivo en un contexto de crisis. El reto es enorme y complejo debido al poco tiempo restante de gobierno y la falta de voluntad política.
El país atraviesa una crisis de orden público sin precedentes, consecuencia de políticas de seguridad erráticas y la falta de una estrategia efectiva para contener la violencia. Como se advirtió en varias columnas, era previsible este escenario cuando la seguridad nacional no es una prioridad. La gestión del ministro saliente, Velásquez, fue deficiente al asumir que la afinidad ideológica del “gobierno del cambio” bastaría para lograr una paz exprés, promoviendo nueve mesas de diálogo con actores de intereses opuestos y sin incluir a todos. Los ceses al fuego, sin verificación, terminaron debilitando la iniciativa operativa de las fuerzas militares, al tiempo que se descuidaba la logística para la guerra.
Los grupos armados organizados mantienen fuerte presencia en enclaves estratégicos para los cultivos ilícitos, la minería criminal, la extorsión y la trata de personas. Según la Defensoría del Pueblo, actualmente existen 11 focos de emergencia humanitaria en diferentes regiones del país, incluyendo Nariño, Chocó, Cauca, el nordeste antioqueño, Tolima, el sur de Córdoba, la Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Perijá, el Magdalena Medio, el Catatumbo, Meta, Arauca y Guaviare. Estas crisis se han traducido en desplazamientos y confinamientos masivos, afectando principalmente a comunidades indígenas y afrodescendientes, entre otras poblaciones vulnerables. Todo ello es consecuencia de las disputas territoriales entre el ELN, las disidencias de las Farc y el Clan del Golfo.
La designación del general Pedro Sánchez despierta confianza en las Fuerzas Militares, que ven en él a un líder que, más allá de las coyunturas políticas, entiende que su lealtad suprema es con Colombia, con su soberanía y con cada ciudadano que clama por seguridad y tranquilidad. Las Fuerzas Militares, baluarte de la nación, tienen el deber de rodear y respaldar todas aquellas acciones que contribuyen a restablecer el orden y garantizar la estabilidad del país. Colombia exige liderazgo, valentía y decisiones firmes. La historia no recordará las excusas, sino el coraje de quienes, en los momentos cruciales, respondieron al llamado del deber, con honor y compromiso absoluto con la patria.
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Un sector importante de la opinión pública percibe este nombramiento más como una estrategia política que como una auténtica solución a la crisis de seguridad que atraviesa el país. Se entrega esta responsabilidad en un momento crítico, cuando el daño ya está hecho, sin una voluntad política clara y con escaso margen para enderezar el rumbo. Así, el Gobierno logra deslindarse de la presión de la oposición, presentando el cambio como un intento de firmeza en seguridad, mientras diluye su responsabilidad.
Sin embargo, este nombramiento también debe ser un punto de inflexión para la actual cúpula militar. Más allá de los movimientos políticos, las Fuerzas Militares tienen el deber ineludible de ser la voz autorizada en materia de seguridad y orden público. Deben comunicar con claridad, firmeza y asertividad la realidad del conflicto interno, consolidándose como los verdaderos voceros de la seguridad nacional.
Es un error pensar que el solo nombramiento del nuevo ministro de Defensa resolverá, por sí solo, la profunda crisis de seguridad que azota al país. La situación es crítica, y resulta evidente que este gobierno carece tanto del tiempo como de la voluntad política para tomar las decisiones necesarias que permitan recuperar el orden y la estabilidad. Mientras la inacción persiste, el país sigue perdiendo control territorial, las estructuras criminales se fortalecen y la ciudadanía queda a su merced. Ante este panorama desolador, la única opción viable es la implementación inmediata de una estrategia de choque, sin más titubeos ni concesiones que debiliten su institucionalidad. Las Fuerzas Militares requieren plena libertad de acción para asumir, con determinación y sin restricciones, la recuperación del control territorial y la protección de la ciudadanía.
Quizá la tarea más importante del nuevo ministro será su gestión política para lograr el apoyo y la articulación de los ministerios, con el fin de garantizar una presencia integral y efectiva en los territorios más afectados por la violencia, mediante soluciones prontas y eficientes. Sin embargo, hay un precedente preocupante, pues, según lo evidenció el consejo de ministros, hasta ahora solo se ha ejecutado el 15 % de los compromisos con la comunidad, según lo señaló el mismo presidente.
Es urgente un reajuste en el empleo de las tropas, que ya no enfrentan grupos guerrilleros con afinidad política o ideológica, sino estructuras criminales cuyo principal interés radica en guerras internas por disputas territoriales para garantizar sus rentas ilegales. Por otro lado, como lo señaló el general Sánchez, es prioritario hacer énfasis en fortalecer la inteligencia para no exponer innecesariamente a la tropa en medio de una escalada terrorista que emplea todo tipo de armas no convencionales, como explosivos improvisados, drones y francotiradores, entre otros.
Es urgente restablecer el trabajo de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) en la identificación y neutralización de redes del crimen organizado transnacional, dado el creciente impacto de los carteles internacionales y el uso de nuestras fronteras para el tráfico de drogas, armas y personas. Reforzar esta labor mejoraría la cooperación con agencias aliadas y fortalecería la respuesta ante amenazas externas e internas, especialmente en zonas críticas como el Catatumbo, el golfo de Urabá y la frontera con Ecuador. Además, la denuncia del presidente Petro sobre la presencia de tropas extranjeras en el Catatumbo debe ser prioridad, pues podríamos estar asistiendo a pérdida de territorio soberano.
En el campo internacional, es urgente recuperar las relaciones diplomáticas con nuestros principales aliados estratégicos, como Israel y Estados Unidos, que son fundamentales para la seguridad nacional, especialmente en el ámbito de la disuasión estratégica. Es una oportunidad de oro iniciar los acercamientos más temprano que tarde, con el general Sánchez a la cabeza, aprovechando las inmejorables relaciones de los militares colombianos con los mandos de estos dos poderosos países, para retomar el intercambio en materia de seguridad nacional y fortalecer la cooperación en aspectos clave que permitan mejorar la capacidad de respuesta.
El nombramiento del nuevo ministro de Defensa es un paso positivo en un contexto de crisis. El reto es enorme y complejo debido al poco tiempo restante de gobierno y la falta de voluntad política. No se espera una solución inmediata a todos los problemas de seguridad, pero sí es imperativo recuperar la dinámica operacional para retomar la iniciativa frente a los grupos criminales y comenzar la difícil tarea de restablecer el control del orden público.