Opinión
Desgobierno a tres bandas
Ante los escándalos de corrupción, la estrategia de “tapen, tapen, tapen” se ha quedado corta y aunque el presidente acuse a los nazis, la Mossad, la prensa y hasta al WhatsApp de difundir la realidad de su desgobierno, la verdad no se puede ocultar.
Los escándalos no cesan en el gobierno popular e intergaláctico del “cambio”. La consecuencia: una serie de “garroteras” en el interior del círculo íntimo del presidente Petro. Debe ser muy frustrante, para muchos que confiaron su voto en este “progre” proyecto político, ver cómo todos los días el Gobierno de la “potencia mundial de infamia” arrastra por el suelo los principios más básicos de la libertad y la democracia, ataca a los ciudadanos, señala a la prensa libre, derrocha recursos públicos y crea peleas inventadas en su trinchera favorita: las redes sociales.
Recientemente, se ha revelado que en la Casa de Nariño hay una guerra sucia a tres bandas. La primera de ellas está conformada por la primera dama, Verónica Alcocer, y la directora del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, la poderosa Laura Sarabia.
La segunda la conforman los exguerrilleros del M-19 que hoy dirigen las agencias de inteligencia del Estado: Carlos Ramón González, director de Inteligencia, y Augusto Rodríguez, director de la Unidad Nacional de Protección.
Laura Sarabia y Carlos Ramón González, según fue revelado por revista SEMANA, no pueden verse ni en pintura. De hecho, los ex-M-19 le recriminan a Sarabia la larga lista de escándalos de corrupción en los que se ha visto involucrada, como el polígrafo ilegal al que sometieron a la exniñera de la poderosa funcionaria, Marelbys Meza; el suicidio del coronel Óscar Dávila, de la Casa Militar; los audios con Armando Benedetti sobre el financiamiento de la campaña; su relación con el cuestionado empresario Euclides Torres, y, el más reciente, el astronómico desempeño en el sector privado de su hermano, el exitoso emprendedor del “cambio”, Andrés Sarabia.
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La guerra sucia dentro de la Casa de Nariño llevó a que la esposa del presidente enviara una carta a la fiscal general de la nación, Luz Adriana Camargo, denunciando que había funcionarios del Gobierno popular del “cambio” que estarían tratando de vincularla en el escándalo de corrupción de los carrotanques de la UNGRD.
¿Quiénes son esos funcionarios? ¿Carlos Ramón González y Augusto Rodríguez? ¿Tienen acaso autoridad moral estos exguerrilleros de la banda 2 para señalar a las señoras del bando 1 de “corruptas”? ¿En serio?
De una parte, Carlos Ramón González fue vinculado por el exdirector de la UNGRD, el “exdecente” Olmedo López, en el escándalo de corrupción de esa entidad. Según López, González habría participado en un “cónclave” para acordar los procedimientos non sanctos con el fin de lograr la aprobación de las reformas de este Gobierno que, en campaña, prometió que no iba a incurrir en las prácticas corruptas que tanto criticó cuando era oposición. Y de otra parte, en la UNP, los escándalos por posible corrupción llueven a cántaros.
En medio de las incriminaciones y los señalamientos danzan los contratos millonarios y las platas en bolsas que tanto parecen gustarle al Gobierno de la “potencia mundial de escándalos”.
¿El presidente Petro en qué bando está? ¿Qué opina de la corrupción que se ha tomado los pasillos de la Casa de Nariño?
Pues ante el desbordado crecimiento de rumores de la guerra sucia en el interior de Palacio, el mandatario salió en defensa de sus funcionarios. Señaló que la “prensa Mossad” quiere hacer pelear al “cambio” y que todo se trata de cadenas de fake news que se difunden por WhatsApp, pero que su Gobierno está muy bien articulado y que constantemente se reúne.
La verdad es que el presidente puede decir hasta misa y jurar que sus funcionarios se mantienen conectados, pero lo cierto es que la desarticulación es total, empezando por el mismo primer mandatario. No hay unidad de criterio y sí mucha improvisación. Cada cual va por el camino que le place, no hay un liderazgo positivo y técnico por parte de Petro ni sus bandas en confrontación. El resultado de este desastre es que, en la última encuesta de Invamer, la desaprobación de Petro llegó al 62 por ciento.
El problema no es solo la falta de ejecución presupuestal, que está por debajo del 30 por ciento en casi todas las entidades del Gobierno, sino que los escándalos de corrupción han brotado desde el centro de la familia presidencial con Nicolás Petro y su confesión frente a los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos, incluidas las platas para la financiación de la campaña de su papá. Ante los escándalos de corrupción, la estrategia de “tapen, tapen, tapen” se ha quedado corta y aunque el presidente acuse a los nazis, la Mossad, la prensa y hasta al WhatsApp de difundir la realidad de su desgobierno, la verdad no se puede ocultar.
Desde que amarraron a la empleada doméstica de Laura Sarabia, la señora Marelbys Meza, a un polígrafo, violando todos sus derechos y garantías fundamentales, la alta funcionaria es insostenible éticamente en cualquier cargo del Gobierno que prometió jamás cometer actos de este tipo. Pero es evidente que Sarabia tiene demasiada información de la campaña presidencial que ha sabido manejar, a tal punto que se convirtió en una pieza imprescindible para el presidente y para Verónica Alcocer.
La funcionaria, que hasta hace poco era una asistente del Congreso, pasó de la noche a la mañana a ser el centro del Gobierno nacional sin tener ningún tipo de experiencia para el tamaño de semejante responsabilidad. Por eso, ha cometido demasiados errores que, tarde o temprano, le pasarán factura.
Quizás más temprano que tarde, porque en este juego de poder bastante mezquino, por cierto, se enfrentó a la tercera banda del Gobierno que creyó haber controlado y que, al parecer, se está saliendo de control. Les hablo, por supuesto, del embajador de Colombia ante la FAO y el arquitecto del triunfo del presidente Petro, el exsenador Armando Benedetti.