Paula López

Opinión

Dios no juega a los dados de la suerte

Dios nos propone posibilidades, depende de nosotros convertirlas en realidades. Dios no tira los dados al aire para ver a quién le toca mejor suerte.

Paula López
6 de marzo de 2024

Estaba en medio de un hermoso y profundo diálogo con mi guía y coach de vida, mi profesor y maestro argentino, el reconocido doctor Claudio García Pintos, con quien suelo trabajar semanalmente en el pulimento del diamante de mi alma.

Soy una fiel creyente de que quienes tenemos la gran responsabilidad de cuidar y guiar a otras almas debemos ocuparnos primero de la nuestra; es por esta razón por la que quienes nos dedicamos a ser médicos de almas solo podremos ser coherentes cuando excavamos en nuestro interior para encontrar todo aquel material emocional que necesita ser observado, con el propósito de llevarlo a la superficie para ser analizado. Esto también aplica para los padres y maestros que se ocupan de educar y guiar a los hijos o alumnos.

¡No es lo mismo entender algo que tomar consciencia de algo!

Y en ese sentido, sólo cuando bajamos a las profundidades de lo más hondo de nuestro ser, podemos llegar a observarnos tan detenidamente que este ejercicio espiritual nos conduce a tomar consciencia de algo.

Trabajar en nuestro desarrollo personal para diseñar nuestra mejor versión es la práctica que recomiendo a todas las personas que se acercan a mí y a mis lectores, si todos tenemos un asesor financiero porque no somos expertos en el tema, todos tenemos un asesor jurídico que nos muestra el camino de la ley, todos tenemos un médico de cabecera a quien consultamos cuando nos sentimos enfermos, todos deberíamos tener un guía, coach de vida, psicólogo o profesional de la salud mental y emocional, que nos acompañe en el desarrollo de nuestro bienestar interior, así viviríamos todos en un mundo más amable y equilibrado.

Yo suelo experimentar en mi propia vida aquello que recomiendo a los demás. Me encontraba hace poco en mi sesión semanal y de repente escuché estas palabras que acariciaron mi alma, a veces cansada de trasegar por el vertiginoso e incierto camino de la vida:

«¡Hoy eres una mujer con olor a perfume francés, pero también con olor a sudor, porque los triunfos que has alcanzado en las diferentes áreas de tu vida te los has trabajado con perseverancia, valentía y templanza!

¡Hoy eres una mujer que se ha quitado los tacones y se ha puesto los zapatos de deporte para recorrer caminos pedregosos y subir duras cuestas, te lo has jugado todo por honrar tus valores!

Podría decirte que has pulido el diamante de tu alma…».

Comparto esta vivencia como fuente de inspiración para quienes estén cansados del camino y sedientos de llegar a esa victoria personal que tanto sueñan.

¡Dios no juega a los dados para echar al aire la suerte de las personas!

¡Dios nos exhorta a dejar atrás nuestros dramas personales, que son solo excusas que usamos para justificar nuestra insatisfacción y no hacernos responsables de crear la vida que soñamos y queremos vivir!

El común denominador que encuentro en mis consultantes, en mis lectores y en el mundo en general, es la queja permanente de quienes se quedan sentados en una vida que no los llena, en una relación de pareja en la que no son felices, en un trabajo que les aburre, en la cárcel de una relación tóxica con una persona que los lastima, o en medio de la escasez económica. Lo primero que les pregunto es: “¿Si visualizaras tu vida en uno, dos, cinco o diez años, te gustaría verte en la misma situación en la que te encuentras hoy?”.

Las personas se estremecen y la primera reacción inmediata es decir, “¡no!, jamás”; sin embargo, esa misma fuerza con la que entienden que no quieren estar en esa cárcel emocional es la que necesitan para tomar consciencia de qué es lo que deben hacer para salir de ella.

Yo puedo entender cuando estoy presa de una relación tóxica o destructiva, pero hasta que no tome consciencia del precio que estoy pagando por quedarme ahí, no podre movilizarme a tomar acciones o decisiones para liberarme.

Esta mañana hablé con una mujer muy completa, con una carrera profesional sobresaliente, económicamente autónoma, hermosa físicamente, inteligente, estructurada y guerrera, sin embargo, en medio de sus lágrimas de impotencia y dolor, me decía: “Sé que llevo años en una relación en la que no soy feliz, sé que en algún momento debo alejarme y buscar mi paz interior, pero no entiendo, no sé por qué no soy capaz, me siento paralizada y no logro tomar la decisión de dejar una relación que es tóxica y a un ser a quien paradójicamente amo”.

Le comenté:

Muchas veces la vida nos empuja y nos pone frente a nuestros peores miedos; en ocasiones, la vida te pone ante dos caminos que te harán atravesar por el infierno del dolor, entonces, ¿cuál debes tomar?

Si lo dejas, vas a sufrir muchísimo por el duelo que esto supone; si te quedas, ya conoces el sufrimiento que vas a seguir viviendo, pues lo estás experimentando hace años. Entonces aquí debes analizar, ¿cuál de los dos sufrimientos te llevará a un mejor lugar? ¿Cuál de los dos sufrimientos te construye y cuál te destruye?

Una vez escuches la respuesta en tu interior, esta misma guiará tus pasos en la dirección correcta.

En esta situación Dios no elige tu suerte, tu pareja no se va a ocupar de darte la solución para que alcances tu paz interior. Aquí y en cada situación de tu vida, tú eres la única persona que puede tomar consciencia de qué camino elegir y la mayoría de las veces te encontrarás en una disyuntiva que supone, en cualquiera de tus elecciones, atravesar por el sendero del dolor.

Esta analogía se podría comparar con lo que sucede con un paciente a quien se le ha diagnosticado un cáncer. El médico le explica que debe someterse a una cirugía molesta y dolorosa para extirpar el tumor, que después debe comenzar tratamiento de quimio, que tendrá periodos de vómito e intenso malestar y que, además, perderá el pelo.

Después de comunicarle esta realidad, le explica que todo este sacrificio tiene un propósito y un sentido: el de superar la enfermedad y alcanzar la cura.

En la vida emocional y espiritual funciona del mismo modo. Debemos estar dispuestos a pasar por el duelo, por la pérdida, por la angustia, la soledad, el desgarramiento emocional, si queremos alejarnos de esa relación que nos destruye y nos rompe por dentro. Puede ser una relación de pareja o puede ser una relación con una persona que nos lastima y nos maltrata continuamente, una situación laboral o familiar.

El problema radica en que muchas veces las personas se dicen a sí mismas: “Esto fue lo que me toco”, “prefiero malo conocido que bueno por conocer”, “no tengo la fuerza interior para dar ese paso de alejarme para siempre de esta persona o situación”, o lo peor, si son personas muy creyentes, llegan a decir que le ofrecen esa cruz a Dios, como si se tratara de pagar una penitencia que Dios no les ha pedido que paguen.

“Si no te sacas el tumor, te evitas todo el malestar, pero podrías morir”.

En el universo emocional y espiritual muchas veces las personas se están muriendo en vida, pero con tal de no pasar por el túnel del dolor, se quedan años en una vida insatisfactoria, pues se anestesian y se acostumbran a ella.

Para alcanzar una vida plena y llena de sentido hay que atravesar la dolorosa cirugía, es decir, el malestar, los vómitos, el dolor, el miedo y la desolación, pues nada se transforma en la zona de confort; no podemos liberarnos de aquello que nos encadena hasta que no nos aferremos a la valentía y el coraje de enfrentar nuestros miedos más profundos.

Para quien me esté leyendo en este momento, me preguntará: “¿Y si me arrepiento de la decisión tomada? ¿Y si la decisión me lleva a un lugar peor?”.

Te respondo: llegarás a sentir un dolor tan intenso que te vas a arrepentir y preferirás regresar al dolor conocido, al que te habías acostumbrado hasta que seas tan valiente de seguir atravesando el dolor, hasta que llegue el alivio y la liberación; comprenderás entonces que fue un dolor con sentido y propósito, no un dolor vacío que te deja encarcelado para siempre.

Examínate con cuidado y pregúntate de modo contundente: ¿qué es eso que te quita la paz? ¿Qué es aquello que cambiarías en tu vida si tuvieras el coraje de hacerlo?

No culpes a la suerte, ni responsabilices a los demás por tu infelicidad o desdicha, ¡la suerte no existe! La suerte es una combinación de trabajo, tenacidad, valentía y decisión, alcanzar tu victoria personal, bien sea en términos del amor, el trabajo, el dinero, la salud, es cuestión de actitud, templanza y coraje para honrar los valores y la dignidad personal que no es negociable y no tiene precio.

Decidir significa desechar opciones, muchas veces no estamos seguros de qué es lo que queremos, pero de lo que sí estamos seguros es de aquello que ya no queremos en nuestra vida, y es ese el momento preciso en el que debemos elegir uno de los dos caminos, aunque los dos supongan dolor. Esto sin poner nuestros ojos en el camino mismo que seguramente será difícil de trasegar, sino poniendo los ojos en la meta que nuestra alma, nuestro GPS interior, ya conoce de antemano, por eso debemos decidir desde la valentía del espíritu, no desde el temor del ego que nos paraliza.

Mi píldora para el alma

Cuando el miedo te embiste de frente y eliges luchar, sucede un milagro en tu interior, no lo vuelves a encontrar…

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