OPINIÓN
Discursos y ciertas amistades en la ONU
Los países con derecho al veto marcan la agenda política de la organización.
Los discursos de los jefes de Estado en la Asamblea General de Naciones Unidas han estado enmarcados siempre dentro de ciertos parámetros. De acuerdo con el momento internacional que se esté viviendo, hay oradores “taquilleros” de cuyas intervenciones todo el mundo está pendiente, comenzando por la del presidente de Estados Unidos. En su momento, las de Fidel Castro o Yasir Arafat, las de Mandela o Hugo Chávez, y ahora las de Netanyahu y Zelenski.
También hay temas de moda. Ahora, la guerra de Rusia contra Ucrania y las acciones israelíes en Gaza y Líbano; el deterioro del medio ambiente y el cambio climático; las migraciones, los desastres naturales, etc.
Definitivamente, Petro no es taquillero y en su discurso se quejó de ello. Además, algunas de las frases grandilocuentes que utiliza en nuestro medio sólo son entendidas por unos pocos delegados latinoamericanos, ya que a los demás les llegan en traducciones al inglés, francés, ruso, chino o árabe, idiomas en las que no tienen significación alguna.
El presidente de Brasil planteó nuevamente en su discurso la ampliación de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad que, como es sabido, tienen el derecho al veto. Lo que implica que ninguna resolución del Consejo, las únicas obligatorias en Naciones Unidas, puede aprobarse sin el voto afirmativo de los miembros permanentes. Ahora son Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China, esto es, los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, que han sido los árbitros del mundo.
Tendencias
La ampliación de los miembros permanentes se planteó en la ONU hace varios años, entre otros, por Brasil. Implicaba que debían agregarse cuatro países “caracterizados”: Alemania, India, Japón y Brasil.
A Alemania, perdedor en la Segunda Guerra, se le opuso frontalmente Italia, derrotada también y muy generosa en sus aportes a la ONU; si entraba Alemania, Italia también debía ingresar. A la India se le enfrentó Pakistán, su gran rival y ambas, potencias nucleares: si entraba la India, Pakistán debía hacerlo. A Japón, se le atravesó nada menos que China, adolorida aún por las masacres anteriores a la Segunda Guerra.
A Brasil se le enfrentó Argentina, apoyada por Colombia y México. La razón en nuestro caso era simple: ¿si desde 1946 hemos sido víctimas del veto de cinco países, ahora para ser amables, vamos a aceptar el veto de nueve con el mismo resultado? Para Brasil el apoyo mayoritario de América Latina es fundamental.
Brasil, como dijo hace años un presidente, no quiere ser cabeza de ratón ni cola de león, sino cabeza de león. Tenemos una dilatada frontera común y un desequilibrio tradicional en la balanza comercial. Además, no sólo geopolíticamente tiene una enorme influencia, sino que relaciones colombo-brasileras han tenido episodios complejos, que se reviven discretamente con frecuencia, no propiamente por rivalidades futboleras.
Ojalá que ahora que Colombia parece actuar en muchos aspectos a la sombra de Brasil, alrededor de una caipiriña no vaya apoyar la aspiración de el país más grande do mundo ni de los otros aspirantes para ingresar como miembros permanentes del Consejo de Seguridad.