Francisco José Mejía columna Semana

Opinión

Dostoyevski conoció a Petro

No hay nadie más conservador que un socialista, sus dogmas llevan siglos sin cambiar en lo esencial.

Francisco Mejía
22 de septiembre de 2025

Son varios los grandes escritores que se han ocupado de develar las miserias del comunismo, entre ellos Solzhenitsyn (Archipiélago Gulag), Nabokov (La Barra Siniestra) o Vargas Llosa (El Llamado de la Tribu). Pero nadie como Dostoyevski ha logrado captar la esencia del revolucionario socialista y de su proyecto político, como lo hizo en su obra Los Demonios. Leer esas páginas nos da la clave para entender a Petro, ya que su personaje guarda un paralelo asombroso con él. Entenderemos que lo que hace Petro está en un manual que fue escrito hace muchísimos años y que ha sido efectivo en la toma del poder y letal para muchas sociedades.

Su personaje se llama Verjovenski, que se confiesa como un nihilista socialista, y es el líder de una célula revolucionaria en la Rusia de finales del siglo XIX, tiempos aquellos en que ya se incubaba la revolución Bolchevique. Verjovenski sostiene un diálogo con un aristócrata a quien admira y siente afín a su causa. De esta manera descarnada le habla sobre sus ideas y el estado que quieren construir, con el objetivo de que se una a la revolución: “De entrada, se rebaja el nivel de la educación, la ciencia y el talento… Los más capaces siempre se han hecho con el poder y han sido unos déspotas. Hay que desterrarlos o ejecutarlos. A Cicerón habría que arrancarle la lengua, a Copérnico sacarle los ojos y a Shakespeare apedrearlo”.

El objetivo es claro: iniciar un proceso de involución social, donde las personas pierden sus capacidades para triunfar y hacerse cargo de su futuro como individuos, así pueden ser sometidos fácilmente. Por eso, Petro empieza el proceso imponiendo una nueva élite de activistas ignorantes, degradados y saqueadores, al frente del Estado. Esa nueva élite marca el modelo a seguir y, a su vez, acelera el proceso de degradación: así el ministro de educación es un bazuquero, la vicepresidenta una ignorante, el ministro de la igualdad un actor porno, etc.

Luego el revolucionario le dice a su interlocutor: “Los lazos familiares y el amor traen consigo el deseo de la propiedad. Acabaremos con ese deseo: recurriremos a la embriaguez, la difamación, la delación; recurriremos a una depravación nunca vista; sofocaremos a cualquier genio en su infancia. Todo se reducirá a un común denominador: la absoluta igualdad… En el rebaño ha de haber igualdad”.

La propiedad privada es la gran enemiga del socialismo, al hombre hay que despojarlo de su propiedad y aun del deseo de tenerla. Es imperativo destruir la familia, pues los lazos familiares son también una especie de propiedad privada, y para eso hay que promover la depravación. Acá Petro no solo sigue al pie de la letra el manual, cuando hace cosas como quitarle a la droga su carácter nocivo con frases como “el petróleo es peor que la droga” o como cuando era alcalde de Bogotá y habilitó espacios para consumir droga y proveérsela a los adictos, sino que él va mucho más allá que el personaje de Dostoyevski, encarnado en sí mismo la más absoluta depravación.

Luego la conversación toma un giro interesante, porque el revolucionario Verjovenski le deja claro al aristócrata que no quiere invitarlo a ser parte del rebaño de hombres iguales, sino que quiere invitarlo al proyecto como “dirigente”, y le confiesa que los nuevos hombres serán esclavos del Estado: “Los esclavos han de tener dirigentes, obediencia completa, falta completa de identidad”.

Aquí queda claro que la igualdad es para el pueblo, una igualdad en la miseria material y espiritual, no para la clase dirigente, y también queda claro que las revoluciones no son hechas por el pueblo, sino por una élite intelectual que lo manipula en su beneficio. Esto es una regla sin excepción hasta ahora en aquellos que han triunfado con su revolución socialista: los Castro, los Ortega, Chávez y Maduro se han hecho obscenamente ricos. Su batalla contra la propiedad privada ha sido solo con la ajena, no con la propia, que termina siendo la que han hurtado a su pueblo. Petro aún no es dictador, pero sus gustos por vestir de Ferragamo, hacerse lifting faciales de 30 millones o su ostentosa mansión en Chía, nos da una idea de lo que sería su fortuna si logra robarle toda la propiedad privada a los Colombianos.

Y finalmente no podía faltar la característica principal del revolucionario socialista: Verjovenski es un asesino a sangre fría que ejecuta un crimen abominable “por la causa”. De Petro ya sabemos que tiene sus manos manchadas de sangre tras 15 años militando en un grupo terrorista, y algún día se sabrá qué fue a hacer a Manta.

No hay nadie más conservador que un socialista, sus dogmas llevan siglos sin cambiar en lo esencial. El daño que hace Petro no es por incompetencia o locura, es por diseño. Quien no lo entienda así no lo podrá combatir con efectividad y no comprenderá su peligrosidad.

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