Opinión
El GEA y María Mayorga
Por primera vez habla públicamente Darío Mejía Villegas, el Sherlock Holmes criollo. No lo hizo antes porque fue servidor público y ejecutivo del sector privado.
El mayor fraude bursátil en la historia de Colombia ocurrió hace 44 años durante el zarpazo del banquero Jaime Michelsen Uribe contra Nacional de Chocolates y otras empresas del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA). Michelsen adquirió grandes paquetes de acciones de esas compañías, lo que hizo elevar su cotización en bolsa. La compra se hizo con dineros de los clientes de dos fondos de inversión del Grupo Grancolombiano. Luego apareció María Mayorga, que empezó avender esas mismas acciones a precios muy inferiores a los que habían pagado los fondos de inversión.
Otras empresas de Michelsen se quedaron entonces con las empresas antioqueñas, a precio de quema. Se sabe desde entonces que el fraude consistió en utilizar abusivamente el nombre de una empleada del servicio doméstico llamada María Mayorga. Lo que nunca se supo fue quién descubrió el fraude. Ese secreto se revela en esta columna. Por primera vez habla públicamente Darío Mejía Villegas, el Sherlock Holmes criollo. No lo hizo antes porque fue servidor público y ejecutivo del sector privado. Ahora está jubilado y puede contar la historia: “María Mayorga vendía acciones muy por debajo del precio en bolsa. Los abogados de Michelsen afirmaron que ella era una ‘inversionista errática’ que obraba en uso de la autonomía de la voluntad. En realidad se utilizó su nombre para manipular la bolsa y marcar precio a la baja. Las operaciones fueron ficticias. Los 37.000 accionistas de los fondos de inversión del Grupo Grancolombiano perdieron mucho dinero. Por eso se hacía necesario identificar a María Mayorga, pero solo se sabía que su cédula de ciudadanía había sido expedida en la población de Soacha. Ante ese desafío, en mi calidad de director legal de la Comisión Nacional de Valores, asumí el caso y me desplacé a ese municipio, más específicamente a la parroquia, y con la colaboración del cura tuve acceso a los libros de matrimonios, bautizos y defunciones.
Allí empezó un largo recorrido, puerta a puerta, tras la huella de María Mayorga. Finalmente, me indicaron que a las afueras de Soacha en la vereda Sabaneta habitaba una persona con ese nombre. Después de atravesar alambrados, charcos y pastizales, llegué a una finca y encontré a María Mayorga. Era una campesina de 21 años, con zapatos Grulla y media tobillera de lana, con trenza, y chapeada por las heladas de la sabana. En su casa de tejas de zinc las gallinas revoloteaban sobre las camas. La acompañaba un hermano de gran sombrero y largas patillas que se mostraba receloso por mi presencia. Le comenté el motivo de mi visita y le dije que habían usurpado su nombre y su identidad. Le informé que en cinco días sería citada por el magistrado Enrique Low Murtra y que allí debía ratificar lo que acababa de decirme: que sus únicos movimientos financieros se limitaban a una sola cuenta de ahorros en la corporación Colmena con saldo de menos de $5.000 pesos, que no tenía ni idea de lo que era una bolsa de valores o una acción y que no conocía al comisionista que había realizado las operaciones a su nombre, Acciones y Valores.
Aceptó que yo la recogiera para la diligencia judicial. Llegué con el temor de que hubiera sido abordada en ese lapso para que cambiara su versión inicial. No fue así. Entregó su declaración completa ante el magistrado. Era oficial la prueba reina de un fraude gigantesco: las operaciones atribuidas a María Mayorga (138) habían sido aprovechadas por las empresas del Grupo Grancolombiano para comprar barato a los asustados accionistas víctimas de la vertiginosa y fraudulenta desvalorización de los títulos de empresas antioqueñas. Cuando salió del Palacio de Justicia, María Mayorga se encontró con cámaras y periodistas que esperaban una encopetada inversionista, no una campesina de Soacha.
Tendencias
Al día siguiente, El Espectador tituló en primera página a ocho columnas citando la frase de María Mayorga frente al magistrado: ‘Yo no sé qué es una acción’. Daniel Samper Pizano me entrevistó y contó los pormenores del fraude, sin mencionarme. Tituló la columna ‘Gracias a María’. Estas revelaciones fueron el principio del fin de Michelsen. El testimonio de María Mayorga tumbó al hombre más poderoso del país. En 1983, el Gobierno lo relevó como presidente del Banco de Colombia. La investigación la iniciaron dos personas de principios, de principios inamovibles, el presidente de la Comisión Nacional de Valores, don Hernán Echavarría Olózoga, y el jefe de la división jurídica, Eduardo Cifuentes Muñoz, hoy magistrado de la JEP”.