Opinión
El mártir
El CNE debe proceder y sancionar, pero nunca sacarlo del poder. El presidente Petro tiene listo el libreto de la victimización y con esa carta gana.
La leyenda dice que Gustavo Petro estaba vestido de blanco el día que llegó tarde a la ceremonia militar del 20 de julio porque estaba convencido de que lo iban a matar. En su mente, aseguraban, estaba fijada la imagen de un mártir sacrificado mientras vestía de blanco-paz y una mancha de sangre roja truncaba su proyecto político. La terrible escena habría aparecido en el imaginario del mandatario luego de que desde a Embajada de Estados Unidos le sugirieran, sin mayores detalles ni pruebas, un plan para asesinarlo. Gracias a Dios nada de eso pasó. Sin embargo, esto nos hablaría de un rasgo de la personalidad del jefe de Estado revelador y peligroso: Gustavo Petro se ve como un mártir y reconoce como herramienta para su éxito político la victimización.
Al presidente, presentarse como la víctima le ha funcionado a la perfección. Durante su campaña a la Alcaldía de Bogotá, se presentó como damnificado de los paramilitares y los corruptos, y ganó. Durante su época como mandatario local, logró esconder los bemoles de una muy modesta gerencia del distrito en el escándalo que provocó la sanción y posterior destitución de la Procuraduría por su mal manejo de las basuras.
Es por eso que, si el país quiere evitar que Gustavo Petro se perpetúe en el poder, debe evitar volverlo a victimizar.
El presidente Gustavo Petro debe terminar su gobierno. Si se lo interrumpen, tendremos a Petro viable y justificado para siempre. El país debe entender que es mejor que esta pésima administración se acabe en dos años que extenderla quién sabe cuántas décadas más.
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Por ello, lo que acaba de hacer el CNE debe tener unos límites claros, aunque estos no estén del todo delimitados en la Constitución y el debate no tenga una línea marcada hasta dónde puede avanzar. Es cierto que el Consejo de Estado le dio la competencia al CNE de investigar campañas y por eso debe proceder, pero debe detenerse ahí. Las sanciones, si corresponden, son lo que procede y, por lo tanto, debe evitar cualquier otro aspaviento.
A estas alturas, a pocos les queda la duda de que la manera en que Gustavo Petro llegó al poder estaría rodeada de profundas irregularidades. Todos vimos eventos millonarios sin aparente reporte, donaciones sin registro claro, declaraciones de Armando Benedetti sobre dineros que no aparecen en documentos y las grabaciones de su propio hijo Nicolás, quien vivía como millonario, supuestamente tras quedarse con dineros que financiarían la campaña de su padre.
El CNE debe proceder y sancionar, pero nunca sacarlo del poder. El presidente Petro tiene listo el libreto de la victimización y con esa carta gana. Es importante decir eso ahora que el CNE, hasta este momento, solo ha abierto investigación e imputado cargos, pero no ha llegado a una conclusión final. Todavía falta el debido proceso y análisis de las pruebas.
Mientras tanto, la reacción del mandatario ha sido desproporcionada, como era de esperarse. Aprovechando el momento político, arrancó su defensa con la narrativa del golpe blando y haciendo un peligroso llamado al levantamiento social, sugiriendo impunidad para quienes lo defiendan. ¿Es el preludio de otro año de protestas violentas y criminales como las de 2021 que le sirvieron de plataforma para montarse en el poder en 2022? ¿Será el llamado a que salga la violenta e impune primera línea? Cuidado.
Gustavo Petro no está por encima de la ley, pero la aplicación de la misma debe estar alejada de las tentaciones políticas de exagerar su alcance. Si el CNE exagera en su proceder, Petro tendrá libreto para su campaña o, en su defecto, la de María José Pizarro, su verdadera candidata, y se creará una espesa cortina de humo que esconderá la destrucción económica de su Gobierno, el deterioro de la infraestructura nacional, la crisis energética de la nación, la destrucción del sistema de salud, el salto del narcotráfico y el impresionante incremento en la violencia, masacres e inseguridad. El CNE de hoy no puede ser el procurador Ordóñez de ayer.
En conclusión: el presidente Petro debe terminar su mandato; el país no puede abandonar el escrutinio diario de sus acciones y la nación debe entender que el mejor castigo para esta pésima administración no está en acabarla en los tribunales, sino rechazarla en las urnas. Lo que en democracia llegó, que en democracia termine.