Julio Londoño Paredes Columna Semana

Opinión

El olvidado drama de Haití

El desconocimiento de Haití en Colombia es impresionante.

Julio Londoño Paredes
25 de julio de 2025

Petro, en su último viaje a Haití, en la inauguración de la sede de la Embajada de Colombia, al hablar sobre la cercanía geográfica se le olvidó que somos limítrofes y que tenemos un tratado vigente entre los dos países, arduamente negociado en medio de muchas incidencias. Tampoco cayó en cuenta de que no era la primera vez que Colombia tenía una embajada en Puerto Príncipe.

Haití reapareció a raíz del escabroso asesinato del presidente Jovenel Moïse en el que participaron 17 mercenarios colombianos. Ahora, está en poder de bandas criminales que controlan el 80 % del país. Las tropas kenianas que allí se encuentran no han podido contrarrestarlas.

Hace muchos años que Haití no es un Estado viable, al que además, le han caído todo tipo de desgracias, peor que las plagas de Egipto, del Antiguo Testamento.

Para nada han servido las acciones emprendidas por organismos internacionales. Por el contrario, contingentes de cascos azules de las Naciones Unidas se dedicaron a violar a las niñas haitianas y a hacer todo tipo de corruptelas.

Tampoco Canadá ni los Estados Unidos —que ahora enfrenta a peligrosas bandas de delincuentes haitianos que tienen asoladas a varias ciudades— han podido hacer nada.

¿Cómo es posible que una nación que fue poderosa y floreciente, cuna de la independencia de América Latina, haya llegado a esa condición?

La causa primigenia de esa dramática situación radica en que a pesar de haber sido el país que primero se independizó en la América Latina, los haitianos tuvieron por décadas que pagar enormes sumas a sus dominadores franceses y europeos por su independencia, hasta que finalmente quebraron.

Si no pagaban, los invadían, así tan sencillo: peor que en la época de los señores feudales y los siervos en la Edad Media. Nacieron hipotecados y subyugados desde su independencia. Luego un banco francés se hizo dueño de las finanzas del Estado y obtuvo importantes ganancias.

Los Estados Unidos no se quedaron atrás y en 1847 intentaron que Haití les cediera un territorio en el noroeste para establecer una base naval y así controlar el estratégico Paso de los Vientos, que separa a Haití de Cuba. Los haitianos se negaron. Los norteamericanos invadieron en 1891.

Posteriormente, aunque el tesoro haitiano estaba exhausto con el pago a sus antiguos amos, en 1915 el National City Bank se apoderó de la administración pública e infantes de marina norteamericanos ocuparon la isla durante 20 años.

El saqueo del que fue víctima Haití, con la consiguiente corrupción que siguió desde los tiempos del siniestro François Duvalier, acabaron con la cuna de la independencia latinoamericana. La responsabilidad moral de los Estados Unidos y de los patronos europeos de los esclavos que se levantaron contra sus amos, es enorme. Pero de eso no se habla y a nuestro presidente también se le pasó.

Petro formuló en Haití promesas e hizo ofrecimientos. Ojalá se puedan cumplir, lo que seguramente al Departamento de Estado le gustaría muchísimo. La imagen de Colombia después del asesinato del presidente haitiano quedó por el suelo.

Independientemente de los gobiernos dictatoriales y de la cadena de golpes de Estado, habíamos tenido con Haití unas relaciones cordiales que permitieron establecer una frontera marítima a la que se opuso Venezuela, que amenazó al Gobierno haitiano si su Asamblea Nacional aprobaba el tratado. Haití hidalgamente rechazó las amenazas y ratificó el tratado.

Nosotros nos olvidamos de Haití.

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