Diciembre no es solo tiempo de balances personales. Es también el momento en que un país se mira al espejo y decide qué está dispuesto a tolerar y qué no. A seis meses de las elecciones presidenciales, este cierre de año nos invita a una reflexión ineludible: en 2026 está en juego mucho más que una contienda política. Están en juego la seguridad, la estabilidad económica, la imagen internacional y la institucionalidad misma de Colombia para los próximos cuatro años.
Por eso vale la pena preguntarnos con honestidad: ¿cuál es la Colombia que queremos y que merecemos? Y, sobre todo, ¿qué decisiones debemos tomar para acercarnos a ese país?
Desde mi experiencia en el servicio público, siempre lo he dicho con convicción: el mejor activo que tiene Colombia somos los colombianos. Nuestro talento, nuestra resiliencia y nuestra capacidad de salir adelante incluso en los momentos más difíciles. Precisamente por eso, merecemos vivir en un país cada vez mejor.
Merecemos un presidente responsable, que entienda el peso del cargo que ostenta y represente a Colombia con dignidad en todos los escenarios, dentro y fuera del país. Merecemos un liderazgo que inspire confianza, que dé certezas y que gobierne pensando en el largo plazo.
Merecemos un país en el que se pueda caminar por las calles sin miedo y transitar las carreteras con tranquilidad. Un país en el que Cali, el Cauca, el Catatumbo y cada rincón del territorio nacional recuperen la seguridad como condición básica para la convivencia y el desarrollo.
Merecemos unos campos productivos, llenos de cultivos legales —flores, bananos, frutas, oportunidades— y no territorios dominados por economías ilícitas que destruyen comunidades y futuro. Merecemos unas Fuerzas Armadas respetadas, con la moral en alto, respaldadas por un comandante en jefe que conozca de seguridad y honre su labor.
Merecemos un país con decisiones económicas guiadas por la responsabilidad y no por el populismo. Una economía estable y dinámica, que genere empleo, atraiga inversión y traduzca el crecimiento en mejores condiciones de vida para el ciudadano de a pie.
Merecemos una Colombia que le cambie la cara al Chocó, a La Guajira y a tantas regiones históricamente olvidadas, impulsando su desarrollo a través de inversión, oportunidades y presencia efectiva del Estado.
Merecemos un país donde la corrupción y la impunidad no avancen sin freno, sino donde se garantice que quien infrinja la ley responda por sus actos. Un país que luche de verdad contra la desigualdad, que recupere su sistema de salud y que asegure educación de calidad para nuestros jóvenes.
En resumen, merecemos el país que soñamos, pero ese país no se construye solo con discursos. Se construye con decisiones responsables.
En esta época de unión familiar, los invito a reflexionar sobre el país que queremos y a ser plenamente conscientes de que las decisiones que tomemos en 2026 tendrán un impacto profundo en las generaciones que vienen. Votar —o no hacerlo— también es una decisión.
Hagámoslo con responsabilidad, alejados del ruido de los titulares, de las tendencias pasajeras y de los likes, pensando en el país que queremos dejar.
Les deseo unas felices fiestas y un 2026 lleno de salud, prosperidad y esperanza para Colombia.






