Julio Londoño Paredes Columna Semana

Opinión

El peligroso afán de pasar a la posteridad

La vanidad siempre lleva a cometer errores en política exterior.

Julio Londoño Paredes
24 de octubre de 2025

La opinión pública, los congresistas e incluso los aliados de Estados Unidos, están desconcertados por las actuaciones de Trump en política exterior y le piden coherencia y claridad en la estrategia que sigue en los diferentes teatros de la agitada política exterior existente.

Hace y deshace reuniones con líderes; promueve acuerdos que luego se desvanecen y toma decisiones sobre aranceles y otras materias que al otro día modifica. Emite juicios mientras viaja en un avión, en medio de los arranques con Putin, Netanyahu, Zelenski y Xi Jinping. Entre tanto, hace cuentas de sus logros sobre acuerdos de paz en los cuatro puntos cardinales. Quiere pasar a la posteridad.

Ahora ha mirado hacia América Latina, pero más por razones de política interna que otra cosa. Exige lealtades absolutas de los Estados. Los que siguen esa conducta, les va bien, a los otros no tanto. El Salvador, Argentina, Ecuador y Paraguay, están entre los escogidos.

Hasta hace poco solo tenía en la mira a Venezuela, ahora también a Colombia. Con Venezuela cada día surge un hecho, una declaración o un rumor que hace presagiar una acción no determinada que va, desde un acuerdo como el planteado por la vicepresidenta Rodríguez hasta una invasión, pasando por una “operación quirúrgica” como las que Estados Unidos y otras potencias han realizado. Algunas de ellas exitosas, otras no.

En la época moderna se han dado varias, desde el rescate de Mussolini por un comando alemán de las SS bajo el mando de Otto Skorzeny en septiembre de 1943, hasta la salida de los asilados en la embajada argentina en Caracas, pasando por el desastre del rescate de los rehenes estadounidenses en Teherán, durante el gobierno de Jimmy Carter, por el cual tuvo que pagar un alto precio.

Si Trump fracasa con la salida de Maduro con cualquier modalidad que sea, puede perder mucho más de lo que cree. Su autoridad, en la guerra Rusia-Ucrania; en la de Israel-Hamas; así como en la compleja relación con China, se puede debilitar seriamente.

Entretanto, aquí, nuestro presidente exige también lealtades absolutas, que quiere decir, que nadie, ni siquiera sus asesores más cercanos, lo pueden contradecir por más discutibles que sean sus planteamientos. Algunos son sometidos al escarnio público, mientras otros hacen lo posible por “ser solidarios” con el jefe.

Seguramente habrán leído la historia de la Segunda Guerra Mundial y recuerdan la suerte del Mariscal Rommel y el costo que tiene expresar sus puntos de vista ante un jefe omnímodo.

Nuestro querido presidente afirmó que quiere ser inolvidable. Esa misma aspiración la tuvieron muchos a lo largo de la historia que acudieron a todo tipo de recursos para lograrlo. No solamente Trump, sino desde Julio César, pasando por el Gran Houdini en Londres a principios del siglo XX, hasta el equilibrista canadiense Harry Warner, que en 1895 cruzó el Salto del Tequendama sobre una cuerda floja.

La diferencia es que Warner iba solo con una varilla en las manos y no llevaba a toda una nación sobre sus hombros.

Noticias Destacadas