Daniel Niño Columna Semana

Opinión

El precipicio del cibercrimen

Las tecnologías de la información habilitan y permiten que las víctimas colaboren y faciliten en extremo el robo a ellas mismas.

Daniel Niño Tarazona
15 de febrero de 2025

En los cuentos infantiles más antiguos, siempre el bosque fue un lugar inhóspito, agreste y cambiante que ejercía una poderosa atracción de aventurar, de descubrir y de experimentar, pero ello también entrañaba riesgos, peligros y sorpresas o trampas. Esa caracterización encaja en toda su expresión con lo que es hoy internet, la conectividad y las tecnologías de la información, que se han potenciado exponencialmente con las redes, la inteligencia artificial y la capacidad computacional de almacenar, de transformar y de procesar datos.

Como en Caperucita Roja o como en Hansel y Gretel, quienes, de manera incauta, espontánea y desprevenida, se meten al bosque pueden verse enfrentados a situaciones severas de engaño, fraude, robo, o exponer su integridad y su seguridad.

Atraídos o seducidos por mensajes de texto, de contacto a través de correo electrónico o a través de publicidad engañosa, en la que se indica el deseo de entregar una encomienda, de reclamar un premio, de acceder a un servicio o evitar su cancelación, así como de aprovechar una ganga o acceder a una lucrativa inversión, tanto jóvenes como adultos, y en especial adultos mayores, quedan expuestos hoy, como lo hicieron en los cuentos, quienes se acercaron a la casa de pasteles y caramelos para permitir, aceptar o negligentemente desconocer el riesgo y alta probabilidad de ocurrencia de una fechoría o de una estafa en su contra.

No solo las formas en que la conectividad y las tecnologías computacionales avanzadas funcionan las desconoce gran parte de la población, sino que quienes las utilizan con fines malévolos utilizan tácticas y estrategias muy efectivas y sofisticadas para obtener información personal, recrear situaciones de urgencia, suplantar identidades o construir cercanía y confianza de sus víctimas.

Lo que en una época era la modalidad de robo dejando sin voluntad a la víctima, o engañándola para que de manera voluntaria o con su propia participación colaborara con el robo o fraude que le iban a cometer, como la llamada millonaria o la escopolamina, hoy es exponencialmente más probable con los riesgos y las actividades que entrañan la conectividad y la inteligencia artificial. Las tecnologías de la información habilitan y permiten que las víctimas colaboren y faciliten en extremo el robo a ellas mismas.

Esto es así porque las herramientas que se han desarrollado permiten la captura de huellas digitales como de rostros e imágenes, voz e identidades dactilares, las organizan y las cruzan con vastas sumas de datos, los cuales transforman para darles capacidad y alcance a impostores, que acceden a través de compras en línea, en actividades de navegación o en redes sociales, al material que requieren para elaborar el fraude. Se facilitan de esta forma las trampas que crean modalidades muy elaboradas de estafa. Las víctimas creen que se está ejerciendo una actividad segura de inversión o se está aplicando a una oferta laboral, así como se está participando en actividades de trabajo o de un negocio, cuando detrás es una farsa y están ya siendo engañados.

La inteligencia artificial permite combinar voz y rostro, que se venden en mercados clandestinos e internacionales, y en los que los servicios de traducción instantánea hacen que el lenguaje no sea una barrera para engañar a la víctima. Los robos y hurtos de dinero se pueden fácilmente transformar en criptomonedas y, a través de estas divisas digitales, movilizar las sumas sin detección ni impedimento. Por ejemplo, se estima que en años recientes estas modalidades de estafa habrían movilizado más de 500.000 millones de dólares.

Para agravar la situación, el engaño no tiene que ser transitorio o breve; puede durar un periodo largo, durante el tiempo que se requiera, para construir cercanía y confianza con el fin de que el botín sea más grande y cuantioso. Esta modalidad es la que se ha denominado en la jerga internacional pig butchering, que, como en el cuento de Hansel y Gretel, significa engordar a la víctima o, en este caso, el botín.

Esta modalidad, según otras estimaciones, ya la ejercen más de un millón y medio de personas, y se estima, según The Economist, que puede llegar a tener una magnitud y un alcance igual o mayor al de los carteles de drogas ilícitas, así como convertirse en una actividad lucrativa y de impacto económico en algunos países, hasta ser un pilar de economías como Camboya o Laos.

El daño económico y social que el cibercrimen conlleva, las pérdidas económicas, es crítico, pero también puede generar efectos adicionales de enorme trascendencia al elevar, como hábito de las personas en calidad de agentes económicos, la actuación basada en la desconfianza y en la aprensión. Esto ralentiza la actividad, los negocios, las transacciones y operaciones corrientes, todo lo cual impacta el ritmo y la velocidad del crecimiento económico.

Sin embargo, evite atender mensajes con vínculos en los que desconoce quién lo envía o las razones por las que se lo envían. No responda ni entable conversación que usted no ha solicitado.

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