
Opinión
El traje nuevo del emperador
Nuestro presidente quiere confeccionarse un traje nuevo llamado Constitución. Algunos ya empiezan a verlo desnudo.
En el último discurso del presidente en La Alpujarra, famoso por haber invitado a acompañarlo en tarima a presos condenados por delitos de narcotráfico, concierto para delinquir, y asesinato, entre otros, a integrantes de nuestra Fuerza Pública, Petro dio un mensaje claro cuando dijo: “He sido un defensor de que eso se legalice (con relación a la cocaína), pero un gobierno tiene que aceptar las decisiones del mundo”.
Parece que nuestro presidente, que se jacta de ser un líder mundial, llegando incluso a la categoría de interplanetario, no está muy dispuesto a acatar las decisiones del mundo, lo cual nos ha generado —desde su posesión— toda clase de malestares de carácter diplomático, no solo por la ruptura de relaciones con un país con gran peso en materia geopolítica y de enorme significado para Colombia, como lo es Israel, sino por las cada vez más frecuentes tensiones con gobiernos amigos como el de Estados Unidos, que no solamente es nuestro principal aliado comercial sino con el que también compartimos una bandera enorme: la democracia, esa que tan meticulosamente han destruido en sus países varios amigos del Gobierno en el exterior.
Estos amigos no son otros que Cuba, Venezuela e Irán, con los que el Gobierno colombiano —desde que inició el Gobierno Petro— se ha empeñado en fortalecer relaciones. Países que idealizan las dictaduras, anulan las libertades personales, arruinan a sus connacionales, destruyen las empresas y los sueños de sus habitantes. ¿Será ese el neomarxismo al que aspira Petro convertir a Colombia con su idea de asamblea nacional constituyente? Y si bien Irán no es una dictadura comunista, ¿aspirará nuestro líder mundial a convertirse en el ayatola latinoamericano? En las filas del petrismo varios lo ven como Dios, ¿por qué entonces no iniciar la primera teocracia latinoamericana?
Sus pinitos han estado dando. Petro habla en árabe, dicen que tiene novia de descendencia árabe, en sus discursos siempre menciona al conflicto de Oriente Medio a pesar de que la situación de violencia en el Catatumbo no cesa, generando una gran ola de desplazados, dolor y muerte. Pero a eso no se refiere. Nuestro aspirante a ayatola criollo color “café de leche” quiere hacer una Constitución a la medida, lo cual me recuerda a un cuento infantil: El traje nuevo del emperador.
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De acuerdo con la IA de Google, el resumen del cuento es el siguiente: Un emperador, obsesionado con la ropa, contrata a dos estafadores que se hacen pasar por tejedores y afirman que pueden hacer un traje invisible para aquellos que son ineptos o tontos. El emperador y sus cortesanos, temiendo ser considerados tontos, fingen ver el traje, incluso cuando no hay nada en los telares. Durante una procesión, el emperador desfila desnudo, convencido de que lleva un traje invisible. Finalmente, un niño grita que el emperador está desnudo, exponiendo la verdad y terminando con el engaño colectivo.
Si lo comparamos con nuestra realidad nacional, nuestro aspirante a ayatolita sería el emperador; los estafadores, aquellos que confeccionan el traje a su medida, para lo que piden gruesas cantidades de oro, diamantes y piedras preciosas (esto último no lo detalló la IA, pero lo recuerdo perfectamente, pues leí el cuento en mi niñez), serían los estafadores, los que pretenden confeccionar la Constitución a su medida y que —finalmente— lo harán ver como lo que es: un hombre desnudo que presume poder e inteligencia, cuyo ego no lo dejó gobernar más allá de sus ambiciones personales y a quien la historia reconocerá como uno de los más lamentables y bochornosos mandatos que ha tenido Colombia.
A estas alturas, está claro que a los narcotraficantes se les ha prometido el oro y el moro. La promesa de inmunidad y protección es más que evidente cuando un delincuente de la talla de alias Fito, capturado en la vecina república del Ecuador recientemente, escribe poco antes de su captura una carta a la embajadora de Colombia en ese país y a la entonces canciller colombiana, Laura Sarabia, pidiendo protección y ayuda, pues dice que cuenta con información privilegiada que indica que será internado en la más temible prisión de El Salvador, el Cecot.
¿Y saben una cosa? No creo que haya sido casualidad que en una ciudad en la que no se mueve una hoja sin que los narcos de la zona sepan qué sucede allí, como la ciudad de Manta, a la que podríamos denominar la nueva Culiacán del Ecuador, Petro se haya paseado con toda tranquilidad, como cualquier visitante ilustre.
Dos semanas después de esta visita, atentaron contra la vida del precandidato presidencial del Centro Democrático Miguel Uribe Turbay, un acto sicarial que tiene características muy similares al de Fernando Villavicencio, candidato a la Presidencia en Ecuador. Uno de los capturados por el ataque contra Miguel Uribe Turbay indicó que este fue ordenado desde Ecuador, y ¡qué casualidad! ¿Quién estuvo en Ecuador semanas antes? Hoy muchos colombianos se plantean: ¿fue Petro quien ordenó el atentado contra Miguel Uribe Turbay?
En su última entrevista a SEMANA, el excanciller Leyva —quien fue una de las personas más cercanas a Petro en el pasado—, ante la pregunta de Yesid Lancheros, director de la revista, sobre si él pensaba que Petro se quería quedar en el poder, respondió: “Es la única manera de que no lo metan a la cárcel”. ¿Será ese el destino de nuestro emperador? ¿Será por eso que quiere confeccionarse un traje nuevo?