
OPINIÓN
El voto silencioso
Fuimos testigos presenciales de la legitimidad de un proceso electoral limpio y transparente.
El pasado domingo tuve el honor de participar como observador electoral en las elecciones presidenciales de nuestro hermano país, Ecuador. Esta misión fue posible gracias a la invitación de la Fundación Disenso y el Foro de Madrid.
Éramos pocos los observadores que representábamos con claridad una posición contraria al socialismo, en contraste con figuras como las senadoras Gloria Flórez y Clara López, elegantes en su vestir, pero abiertamente simpatizantes de la izquierda.
Uno de los espacios más valiosos de la agenda fue el diálogo con empresarios ecuatorianos y asambleístas electos. Conversamos sobre los temas que hoy marcan la agenda de América Latina: seguridad, migración, energía y la profunda crisis institucional que enfrentó Ecuador tras la aplicación de la “muerte cruzada” por parte del expresidente Guillermo Lasso, lo que condujo a unas elecciones atípicas que hoy consolidan al presidente Daniel Noboa.
Pero el ambiente era tenso. A escasas horas de las votaciones, la incertidumbre era el común denominador. Las encuestas hablaban de un margen muy estrecho: 3 o 4 %, algunas a favor de Luisa González, otras de Noboa. En cada conversación con los miembros de la misión internacional, mi pregunta era insistente: ¿a quién favorecerá el voto silencioso?
Llegó el domingo. Ecuador estaba ante una decisión trascendental: retroceder al correísmo o ratificar el liderazgo joven y firme de Noboa. Recorrimos ocho puestos de votación y fuimos testigos de un proceso ejemplar: orden, agilidad, respeto a la ley, prohibición de celulares para evitar la compra de votos, y una presencia imponente del Ejército Nacional custodiando cada urna.
No hay duda: no hubo fraude. Fuimos testigos presenciales de la legitimidad de un proceso electoral limpio y transparente. A las 6:30 p. m., la tendencia era clara: 57 % frente al 42 %. El voto silencioso se expresó con contundencia. Fue un voto por la libertad y contra el socialismo del siglo XXI.
Cabe recordar que detrás de la candidatura de Luisa González estaba Rafael Correa, expresidente condenado por corrupción, prófugo de la justicia ecuatoriana, y uno de los principales socios del Foro de São Paulo, articulador de los movimientos de extrema izquierda en América Latina. Su retorno al poder habría significado una nueva etapa de sometimiento ideológico, judicial y económico para el Ecuador.
En el PMU, cuando la presidenta del Consejo Nacional Electoral anunció el triunfo de Noboa, volví a ver a la senadora Clara López. Seguía elegante, pero en su rostro se dibujaba la amargura de la derrota.
Ganó la democracia. Ganó la libertad. Perdió el Foro de São Paulo, y con él, la izquierda radical que pretendía seguir tomando el control del continente. Las calles celebraban como si Ecuador hubiera ganado el Mundial. Y en cierto modo, así fue: se impuso la voluntad del pueblo frente al populismo autoritario. Ganó la causa de los que creemos en la vida, la familia, la libertad y la patria.
En 2026 le tocará a Colombia. Seguro también aplastaremos a esa izquierda dañina con el favor de Dios.