Jairo Gómez Definitiva

OPINIÓN

Embajador Goldberg, ayúdenos

“Tiene usted como ciudadano y demócrata la responsabilidad moral de coadyuvar a que la verdad de este conflicto salga a la luz pública”.

10 de marzo de 2021

Los colombianos queremos evitar que el futuro se parezca al pasado, y para espantar ese dragón oscuro de nuestra historia debemos acudir a la verdad, masticarla y digerirla, por muy dura que sea. No es un camino de rosas el que vamos a encontrar, será un valle anegado de sangre y de despojos mortales que nos dará una cachetada para espabilar y preguntarnos: ¿Cómo pudo pasar? ¿Por qué lo permitimos? ¿Por qué callamos? ¿Por qué una guerra que no debió ocurrir? ¿A quién le interesaba este estado de cosas? ¿Quién dio la orden?

Pero para poder tirar de la manta y descubrir nuestra macabra realidad, es necesario que Estados Unidos, país que indirectamente ha sido protagonista de esta vorágine de sangre, le ayude a Colombia a salir de este atolladero interminable y facilite que los colombianos conozcamos, sin tapujos, la verdad de esta guerra que nos llevó más de 50 años.

Son muchas las verdades que se han ido a ese país producto de decisiones políticas que en el pasado autorizaron extradiciones cuyo único propósito era el de callarlas, esconderlas, para ocultar bajo la alfombra una verdad que hoy inexorablemente se abre camino. El narcotráfico fue el acicate para extraditar la verdad, y la excusa perfecta que se ajustó al zapato de los poderosos, para encubrir, por supuesto, la responsabilidad de los políticos y militares en este conflicto.

Un caso emblemático fue el del gobierno del expresidente Uribe, quien se ufana reiteradamente de que en su administración sometió (¿O engañó?) a los jefes paramilitares, los obligó a “negociar”, desmovilizó 35.000 hombres de las Autodefensa Unidas de Colombia (AUC), y tras someterlos a Justicia y Paz; pero meses después, denunció una supuesta violación a lo pactado y de un día para otro, en la oscura noche, ordenó la extradición a Estados Unidos de la cúpula paraca del país. “Nos sacaron del país para callarnos”, dijo entonces Salvatore Mancuso, líder de las AUC, hoy a la espera de volver a Colombia, luego de pena cumplida.

Recientemente usted, embajador Philip Goldberg, se reunió con el presidente de la JEP, Eduardo Cifuentes, para expresarle su total apoyo a la independencia de esta justicia transicional en el contexto de que su gestión eminentemente restaurativa, busca consolidar una paz estable y duradera para el país; apoyo que, con todo respeto, embajador, no se puede quedar en buenas intenciones y manifestaciones diplomáticas de comprensión; tiene usted, como ciudadano y demócrata, la responsabilidad moral de coadyuvar a que la verdad de este conflicto salga a la luz pública.

Al respecto conviene decir que esa coadyuvancia se podría materializar con su gestión para que otros líderes paramilitares y exguerrilleros que se encuentran en las cárceles americanas, como Don Berna y Simón Trinidad, entre otros, declaren ante la Comisión de la Verdad pues se trata de testimonios vitales; comprendemos que ese acceso solo es posible si se autoriza la entrada de una delegación de la Comisión (que espero haya hecho una solicitud al respecto) a los reclusorios de su país con la debida autorización del Departamento de Justicia. Esa gestión, embajador Goldberg, se lo agradecerían las más de 9 millones de víctimas.

De cualquier modo, esos serían testimonios valiosos que no se pueden perder en los entresijos judiciales. Como dijo el padre De Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, lo que plantean Mancuso y Rodrigo Londoño “es muy serio y el país tiene que conocer más allá de los pequeños detalles, el entramado profundo que hubo detrás de este conflicto, los intereses políticos y militares, ellos tienen mucho qué decirle al país”.

Embajador Goldberg, ayúdenos, el libro de la memoria sigue abierto.

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