
Opinión
Entre la espada y la pared
Es crucial tener en cuenta el significado histórico de la espada y cómo la izquierda ha arruinado la imagen de Simón Bolívar a lo largo de las últimas décadas.
El pasado 1 de mayo, el presidente de Colombia, en un acto totalmente salido de sus cabales y fuera de todo protocolo, empuñó la espada del libertador Simón Bolívar, recordándonos el acto que años antes fue ejecutado por el dictador Hugo Chávez cuando empuñó la Espada del Perú (espadín entregado a Bolívar durante las campañas del sur), dejando así un precedente de que quien empuña esta espada de esa manera tan arbitraria, no solo tiene delirios de dictador, sino también está destruyendo la imagen del hombre que liberó a gran parte de Sudamérica, el Libertador — presidente Simón Bolívar—, cuyo legado, por los actos de estos integrantes de la izquierda radical, se encuentra entre la espada y la pared.
En primer lugar, es crucial tener en cuenta el significado histórico de la espada y cómo la izquierda ha arruinado la imagen de Simón Bolívar a lo largo de las ultimas décadas. Este sable, que data del año 1819, representa un híbrido entre uno de guerra y uno de gala, el cual —además— es uno de los pocos vestigios físicos que quedan de la historia del Libertador en Colombia. Los demás se encuentran en Venezuela, al igual que otros países que libertó Bolívar. Asimismo, esta pieza fue víctima del delito de robo por el M-19 en 1974, por lo que siempre ha existido una conexión simbólica entre Petro y el objeto.
Ahora bien, es imperativo reflexionar sobre la estrategia que ha utilizado la izquierda radical para usar los discursos de Simón Bolívar a favor de estos y utilizar la imagen de nuestro libertador para sus agendas políticas y actos simbólicos. No obstante, estos no fueron los primeros en utilizar la figura de Bolívar a su nombre; justamente los pioneros en emplear a las figuras históricas de la independencia para representar un vehículo electoral fueron los partidos tradicionales. Para la creación de los partidos conservadores y liberal, durante la segunda mitad del siglo XIX, ambos utilizaron elementos doctrinales, y las tesis políticas de los próceres de la patria (Bolívar y Santander) para moldear su propia ideología y estructura programática.
En el caso de nuestro libertador, él era fiel creyente de las políticas centralistas, enfocado en el respeto por la autoridad del Estado y del ejército, posturas que resuenan con el Partido Conservador. Igualmente, seguía la doctrina del realismo político, que acepta la desigualdad en el mundo y, aunque quiera mejorarla, no incluye en su discurso la búsqueda de una utopía perfecta, lo cual también se alinea con la agenda de este partido.
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Ahora bien, para el siglo XX, la figura de Bolívar fue adoptada por las guerrillas comunistas, como en carteles de las Farc, e incluso en 1987 se trató de crear una federación de guerrillas conocida como la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, la cual —afortunadamente— fue disuelta en 1994. No obstante, para el siglo XXI, la figura de Bolívar enfrentó un sacrilegio simbólico y literal de parte del gobierno del entonces dictador Hugo Chávez. En sus delirios psicóticos, Chávez profanó la tumba del Libertador y levantó la espada de Bolívar en muchas ocasiones. Afirmaba que su doctrina política era la misma que la de Simón Bolívar, ignorando el anacronismo histórico en el que incurre, ya que la doctrina política de principios del siglo XIX era muy diferente a la actual.
Estas acciones destruyen completamente el nombre y legado de Simón Bolívar. Aunque tuvo bastantes controversias, que son objeto de debate entre los historiadores colombianos y los peninsulares, queda claro que Bolívar es la figura más importante de nuestra historia. Hoy en día no debería ser utilizado por un grupo político específico. Aún recuerdo que ese día, al entrar a X, me di cuenta de que muchas personas, entre ellas algunos activistas de mediano y alto nivel, comenzaron a criticar a la figura de Bolívar, describiéndolo como el “Napoleón de América”, “vendepatrias”, “dictador racista” y pidiéndole al nuevo presidente en 2026 que no solo queme el sombrero de Carlos Pizarro y la sotana de Camilo Torres, sino que también funda la espada de Bolívar.
Pensemos en la figura de George Washington para los estadounidenses: este personaje no representa ni a los demócratas ni a los republicanos. Actúa como una figura unificadora y patriótica que carece de una ideología partidista actual. Como mencioné antes, analizar a un personaje histórico desde una perspectiva política actual desemboca en obtener un resultado impreciso sobre su verdadera doctrina política. En ese sentido, la imagen de Washington queda intacta, dejando claro que tanto la derecha como la izquierda americana lo respetan por su importancia histórica.
¿Cómo es posible que seamos tan desagradecidos con Bolívar? Él dirigió la campaña libertadora desde los Llanos, luchó en la batalla de Gámeza, combatió ferozmente en el Pantano de Vargas y finalmente consumó nuestra independencia definitiva en la batalla del Puente de Boyacá. No solo paró en la Nueva Granada, sino que emprendió durante gran parte de su vida una campaña emancipadora de casi toda América, librando grandes batallas como la de Carabobo y buscando la unidad entre estados americanos.
Todo esto, causado por los delirios de un mandatario maquiavélico y presuntamente drogadicto, el cual —bajo las afirmaciones de su antiguo aliado Álvaro Leyva— no tiene la capacidad de gobernar a Colombia, al estar enfermo por su adicción.
En conclusión, queda claro que la fatídica actuación de Gustavo Petro representa uno más de los múltiples irrespetos a la imagen del Libertador, instrumentalizándolo como si fuese una marioneta de la izquierda y despertando un sentimiento de frustración en la derecha hacia su persona. Mediante sus simbolismos, Gustavo Petro desnaturaliza y desecha las luchas del Libertador para seguir con su misión de tinte guerrillero de dejar a Colombia en este eterno ciclo de polarización.