Opinión
Errores imperdonables
Para gobernar se requiere capacidad, habilidad e inteligencia, no ideología.
Se siente una gran envidia al escuchar al presidente de Estados Unidos, el día de su posesión, cuando se refirió al inicio de una edad de oro para su país, motivando a los ciudadanos a colaborar para mantener el liderazgo mundial, mientras que nuestro territorio está herido por los crímenes que, en forma permanente, cometen delincuentes de todas las pelambres y la corrupción corroe las bases de la sociedad y salpica al Gobierno; mientras el discurso de la cabeza del poder ejecutivo está incitando al odio de clases y adelanta abiertamente campaña política para 2026 en lugar de gobernar.
Con los recientes y desafortunados incidentes que afectan nuestro panorama internacional, ha quedado demostrado que quien se desempeña como jefe de Gobierno nunca estuvo preparado para ejercer el cargo, investidura en la cual se requiere de un estadista, un líder, un buen político, un ejemplo a seguir. Lo que se impuso en las elecciones de 2022 fue la demagogia y el engaño de la izquierda para colocar un representante de su ideología al timón de nuestro país, experiencia que nos está resultando dolorosa y afecta a los 52 millones de colombianos que estamos siendo objeto de señalamientos ante el mundo entero.
Lo sucedido con el gobierno Trump, posiblemente, no responde al azar, sino a un libreto perfectamente elaborado; la estrategia testifica que escándalo opaca escándalo. Este amargo rifirrafe presidencial enmascaró la terrible masacre del Catatumbo y es clara demostración de la pérdida de control territorial, de la ausencia de Estado en esta parte de nuestra geografía, de la falta de voluntad de los bandidos del ELN para dialogar con el Gobierno, de la situación del área limítrofe con Venezuela inundada de coca y, seguramente, de la connivencia del gobierno vecino con los malhechores que les da abrigo hace mucho tiempo.
Pero el daño ya está hecho, Colombia quedó estigmatizada, el presidente Trump necesitaba un escenario como el que le ofreció su homólogo colombiano para hacer sentir a nivel mundial la política que regirá su nuevo mandato y nos convirtió en chivo expiatorio, colocándonos al mismo nivel que los países terroristas. Con el enfrentamiento político se ve afectada la relación diplomática, la cooperación técnica, el intercambio de inteligencia, y con el bloqueo de los helicópteros Black Hawk se disminuye la acción de la Policía antinarcóticos; de otra parte, es posible que no certifiquen al país al no cumplir las metas de erradicación y el TLC se afectará, y los exportadores y los trabajadores sufrirán.
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El perjuicio causado al país por la actual administración tardará muchos años en sanar la lesión, así como la acrecentará con los objetivos nocivos que se ha propuesto alcanzar con la reforma a la salud —que ya la tiene destruida—, con la reforma laboral y con la ley de jurisdicción agraria, proyectos que forman parte de la agenda legislativa de 2025. No se puede dejar de mencionar el daño causado al empleo, a la economía, al bienestar de la población y en general a la sociedad, con el aplazamiento de la entrega de los recursos para el metro de Bogotá, para el metro de la 80, en Medellín, para el túnel del Toyo y para otros macroproyectos, pues, parece que es motivado por retaliación y resentimientos ideológicos.
La guerra entre bandidos que afecta al Catatumbo, Arauca y Cauca se debe a la falta de una Fuerza Pública disuasiva y contundente en las regiones, vulnerabilidad conocida por el Gobierno y, sin embargo, le recortan el presupuesto en casi 800.000 millones, lo cual es similar a amarrar y acuartelar a las fuerzas legítimas del Estado para que las actuales amenazas generen el caos y la anarquía: ¿lo hacen a propósito?
La incapacidad de mantener la seguridad en el territorio nacional, de combatir con firmeza a los carteles de las drogas, de generar empleo, de producir bienestar para la población y lo que recientemente ha sucedido en el campo internacional, debe enseñar a los colombianos que la izquierda no está capacitada para gobernar, sino para imponerse sobre el pueblo al que le han tiranizado su voluntad.
Todos tenemos el deber de asistir a las urnas para libremente escoger los gobernantes pensando en el futuro del país y de la familia. Ojalá en 2026 se puedan llevar a cabo las elecciones para reorientar nuevamente el rumbo del país y recuperar lo que ha sido afectado por esta desafortunada administración.