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Opinión

¿Escépticos del futuro que nos espera?

Marchas impulsadas por el Gobierno son sinónimo de golpe de Estado al poder legislativo.

David René Moreno Moreno
19 de marzo de 2025

Quien se ha quejado a los cuatro vientos de que la oposición le va a dar un ‘golpe de Estado blando’, estrategia empleada como sofisma de distracción ante sus erradas decisiones y tratando de victimizarse ante el mundo para ganar adhesión política, ahora está promoviendo movilizaciones masivas, buscando intimidar y amenazar a los congresistas para que le aprueben las nefastas reformas laboral y a la salud, que tanto daño les pueden causar a los colombianos. Estas marchas —sin duda— se convierten en un verdadero golpe de Estado contra el poder legislativo, pues el jefe de gobierno, desconociendo abierta y desafiantemente la independencia de los poderes, trata de imponer por la fuerza sus caprichos ideológicos.

Pero parece que, adicionalmente, se busca incrementar la polarización dentro de la población, facilitando lo que —empleando el juego semántico— denominan ‘estallido social’, en lugar de calificarlo como ‘actos terroristas’, para que se genere vandalismo, saqueo, destrucción y crímenes contra los miembros de la Fuerza Pública, tal como lo promovió la izquierda durante el gobierno Duque, tratando de tumbar el mandato. Estos elementos pueden degenerar fácilmente en un conflicto de incalculables proporciones, lo que permitiría declarar la conmoción interior en todo el territorio nacional y justificar la continuidad en el poder sin necesidad de efectuar elecciones en 2026.

Es vergonzoso que el gobierno se apoye en sindicatos y organizaciones de izquierda para movilizar personas desde varios rincones del país con el fin de mostrar un supuesto apoyo a propuestas que ni conocen, ni los afectan, y ni siquiera tienen idea de cuál es su papel mientras hacen presencia y gritan en las principales plazas de algunas ciudades, cuando realmente los están usando como piezas dentro de una disputa política. Se considera igualmente una afrenta ver en la televisión a estudiantes de colegio gritando en la plaza pública a favor de las propuestas gubernamentales, lo que indica que están siendo objeto de transbordo ideológico desde sus aulas, acción aberrante que debe ser castigada por la ley, pues soterradamente los están instrumentalizando.

El populismo desbordado del actual gobierno para amarrar adeptos está sobrepasando sus límites y cada día se ve con mayor preocupación que, además de estar en campaña para 2026 desde el mismo 7 de agosto en que llegó al poder, trata de afectar el aparato productivo con iniciativas absurdas, como el permiso remunerado por la muerte de un perro o un gato, la licencia remunerada por menstruación, o lo que dispone el jefe de gobierno de día cívico para que vayan a la calle a apoyar sus propuestas, o la de que el día se acabe a las 6 de la tarde para que sea necesario pagar más horas extras, afectando a los empresarios que generan el empleo.

El gobierno ha decidido adelantar una consulta popular para que le aprueben la reforma laboral que afectará a más de 450.000 empleos formales en los próximos años, pasando por encima de la decisión del Congreso de no aprobar la citada reforma, gastando en la consulta miles de millones de pesos que más bien podrían ser empleados en el sistema de salud que hoy es un fracaso. Este acto podría ser el primer paso para que, en un acto similar al de cualquier estado comunista, se decida cerrar el Congreso porque este se opone a las propuestas gubernamentales. Esto nos colocaría en el peor de los escenarios, pues es el puntillazo final a la democracia y, por consiguiente, a las libertades. Somos dueños de nuestro propio destino.

Ojalá el gobierno, en lugar de declarar un día cívico para intimidar a los colombianos que no están de acuerdo con la corrupción que los rodea, con la inseguridad que afecta a los 50 millones de habitantes, con el desorden social que se genera por la acción asesina de los narcoterroristas y la ausencia del Estado en muchos puntos de nuestra geografía, no declare más bien un día de luto por cada soldado o por cada policía o por cada ciudadano que es asesinado por los delincuentes de todas las calañas que se disputan centímetro a centímetro las áreas de cultivo de coca, los corredores de movilidad por los que mueven las drogas y las armas, especialmente en el Catatumbo, en el Chocó, en el Cauca, en Arauca o en Nariño, solo por citar algunas regiones.

El paro cocalero, el bloqueo de los arroceros, la inseguridad generalizada, son algunos de los testigos de la incertidumbre que embraga a los colombianos. Solo la decisión política de unir esfuerzos frente a la actual amenaza nos podrá quitar el peso del socialismo del siglo XXI en todas sus versiones. Ánimo mi Colombia.

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