
Opinión
Estamos tocando fondo
Si no somos conscientes de la realidad, la anarquía se apoderará del país.
Las democracias se caracterizan por la separación de poderes y por el respeto que debe existir entre los mismos; el presidente de una nación es la cabeza del poder ejecutivo y debe simbolizar la unión nacional, constituyéndose en el elemento integrador de toda la sociedad. Cuando un presidente no está de acuerdo con las decisiones del poder legislativo y recurre a la intimidación de grupos humanos instrumentalizados por sus adeptos ideológicos para presionar a otro poder en sus decisiones, se está dando un golpe de Estado a la democracia; de ser así, el país estaría tocando fondo y abrazando un nefasto sistema dictatorial.
La política es la capacidad de influir sobre un grupo de personas para que las decisiones que tomen contribuyan a organizar la sociedad, lo cual se refleja en las leyes que regulan las actividades dentro de una sana convivencia; el gobierno ostenta el poder para beneficio de toda la sociedad, no solamente para favorecer a unas minorías, a las cuales indiscutiblemente también tiene que proteger. Sin embargo, parece que el jefe de gobierno, según registran los medios de comunicación, está pensando en adelantar una huelga general para presionar a los colombianos a que le aprueben a la fuerza su consulta popular, pilar de la campaña socialista para las elecciones de 2026.
No se pude incendiar un país solo por el interés de que se cumplan las pretensiones de una ideología política obsoleta que ha demostrado su incapacidad para gobernar a una nación y que, por el contrario, sus ejecutorias han polarizado en extremo a la sociedad, han generado odio de clases, desestimulado la inversión, deteriorando la capacidad adquisitiva de la población por el incremento de impuestos sobre la comida y los combustibles; ha debilitado a la Fuerza Pública y potencializado a quienes se encuentran fuera de la ley, ha posibilitado el incremento de la inseguridad; ha arruinado el sistema de salud, ha generado una masa de zánganos que viven del Estado sin producir nada y ha afectado las relaciones internacionales.
El accionar populista del gobierno está haciendo lo imposible para incrementar el número de votos cautivos para las próximas elecciones creando subsidios por doquier con los impuestos de los colombianos; si estos van a beneficiar a los desvalidos, a los discapacitados y a personas de la cuarta edad, perfecto, porque los necesitan. Pero si están destinados para generar un ejército paralelo, más conocido como milicias, sería terrible, porque no es para defender a una sociedad, sino para doblegar por la fuerza a quienes no aceptan la ideología comunista, como sucede en cualquier régimen tiránico. ¿Es lo que anuncia Benedetti con los 12.000 gestores de convivencia, o es que quieren legalizar a los terroristas de la primera línea?
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Se puede decir que el jefe de gobierno y su funesto alfil Benedetti ‘se han salido de los chiros’ como respuesta a la no aprobación en el Senado de la consulta popular, demostrando con ello una conducta antidemocrática; el primero ordenó a la Fuerza Pública “… no hacer uso de la fuerza contra el pueblo” y que “…su presencia debe ser la suficiente para cuidar los edificios de las instituciones y garantizar la convivencia pacífica entre la ciudadanía”. Pero se le olvidó al presidente mencionar la protección a la vida de los ciudadanos y en especial de los servidores públicos, así como a la propiedad privada, objetivos de los terroristas que por dictamen zurdo confunden la protesta social con el destructor caos del estallido social.
El país puede estar seguro del talante democrático de la Fuerza Pública y del respeto a los derechos humanos que observan todos sus integrantes, porque en sus instituciones no les enseñan a secuestrar, torturar, asesinar, violar o extorsionar.
Colombia necesita un cambio de orientación política para volver a brillar.