Jorge Enrique Vélez, columnista invitado

Opinión

‘Fake’ Petro

Es probable que algunos nieguen que el presidente gobierna de manera recurrente apoyándose en ‘fake news’, pero los hechos y las pruebas son contundentes.

Jorge Enrique Vélez
22 de enero de 2025

La definición de fake news hace referencia a informaciones que se difunden a través de medios escritos, televisivos y plataformas de influenciadores, cuyo único objetivo es desinformar a un público específico, engañando e induciendo al error, con la intención de manipular decisiones. Sin embargo, lo que está ocurriendo, particularmente bajo el gobierno del presidente de la República, es que las fake news también se utilizan como una estrategia para elevar la figura de ciertas personas, obtener beneficios políticos y presentar hechos falsos como si fueran verídicos.

Esto pone en riesgo la credibilidad de los periodistas y los medios de comunicación, al tiempo que busca desacreditar a quienes osen cuestionar o poner en duda la integridad del presidente.

El presidente Petro, como líder político, ha demostrado una tendencia recurrente a generar polémica y distorsionar la percepción de las situaciones reales del país. Este comportamiento, que parece premeditado, busca sostener una narrativa manipulada de los hechos. No es algo nuevo; desde su etapa como congresista y alcalde de Bogotá, ha utilizado estrategias similares para exagerar o alterar acontecimientos cotidianos con el objetivo de proyectar una imagen favorable, incluso atribuyéndose logros que no le corresponden o negando evidencias claras.

Estas actitudes han resultado en contradicciones frecuentes en sus discursos y alocuciones, lo que ha provocado desconfianza, incluso entre algunos de sus seguidores más leales. Esto lo ha llevado a adoptar una postura defensiva frente a las críticas, atacando a quienes las emiten, sin importar si provienen de opositores o aliados cercanos, y evidenciando una dificultad para aceptar comentarios constructivos.

Como resultado, su imagen pública ha sufrido un deterioro significativo. Las encuestas en el país reflejan un aumento constante en la desconfianza hacia su gestión. Este desgaste no solo ha erosionado la credibilidad con la que inició su mandato, sino que también ha puesto en evidencia una preocupante falta de autocrítica. A más de dos años de gobierno, persiste en culpar a administraciones pasadas por los problemas actuales, eludiendo la responsabilidad que recae sobre su gestión y la de su equipo. Esta actitud refuerza la percepción de una administración que no asume plenamente sus funciones, lo cual ha afectado gravemente su liderazgo como presidente de los colombianos.

Es probable que algunos nieguen que el presidente gobierna de manera recurrente apoyándose en fake news, pero los hechos y las pruebas son contundentes. Es importante recordar que estas noticias falsas no solo están relacionadas con temas de gobierno; en múltiples ocasiones, el propio presidente se ha presentado como una víctima, intentando convencer a los ciudadanos de que no lo dejan gobernar.

Un ejemplo recurrente es su uso de la frase “golpe blando”, con la cual afirma que las élites, los grandes poderes y un cuestionado establecimiento están conspirando contra él. Argumenta que, debido a su cercanía con el pueblo, él y su equipo enfrentan obstáculos constantes. Esta narrativa, que refleja un claro delirio de persecución, ha sido utilizada para justificar el incumplimiento de muchas de sus promesas, alegando que “ganaron las elecciones, pero no el poder”. Así, intenta excusar su incapacidad para cumplir con los compromisos hechos a sus seguidores.

El fracaso en seguridad y la paz total son otro ejemplo de esta estrategia. Para encubrir los incumplimientos, el Gobierno ha recurrido a falsas informaciones. Un caso emblemático es la frase que el presidente pronunció en una entrevista con Vicky Dávila: “A los tres meses de ser presidente, se acaba el ELN en Colombia porque se hace la paz”.

Han pasado más de dos años, y no solo no se ha logrado la paz, sino que el Gobierno ha entregado control territorial a diversos grupos armados. Además, ha debilitado significativamente a las fuerzas militares con la excusa de buscar acuerdos con estos grupos, mientras que el ELN, lejos de desmovilizarse, sigue ejerciendo influencia. Pablo Beltrán, máximo líder del ELN, incluso declaró: “En este gobierno no se firmará la paz. Nuestra meta es avanzar lo máximo posible hasta 2026 y dejar el proceso para el próximo gobierno”. Es decir, sus propios aliados en la negociación admiten que los objetivos del presidente son inalcanzables.

Otro ejemplo de información falsa tiene que ver con uno de los puntos esenciales del Acuerdo de Paz: la reforma agraria. El presidente ha hecho numerosas declaraciones sobre la supuesta cantidad de hectáreas compradas y formalizadas, pero estas cifras han sido repetidamente cuestionadas. Las inconsistencias han generado tensiones incluso dentro de su equipo, lo que llevó a que varios funcionarios clave en la implementación de la reforma agraria abandonaran el Gobierno. Además, investigaciones de organismos como la Contraloría General de la Nación y denuncias hechas por periodistas como Daniel Coronell han señalado posibles actos de corrupción en la ejecución de este programa, especialmente en la Unidad de Restitución de Tierras.

El gobierno del presidente se ha caracterizado por una constante manipulación de la información, que busca encubrir sus fallas y desviar la atención de los ciudadanos. No obstante, los resultados son evidentes: sus políticas, lejos de cumplir las promesas, han generado desconfianza, tensiones internas y serios cuestionamientos de legitimidad.

Las consecuencias de tener un presidente que recurre a la difusión de noticias falsas para intentar mejorar su imagen y la de su gobierno son profundamente graves, no solo para su administración, sino para el país en múltiples aspectos. El impacto más evidente, y que merece especial atención, es la acelerada erosión de la confianza pública en el presidente y su gestión. Esta pérdida de credibilidad está generando serios obstáculos para una gobernanza efectiva.

A este problema se suma el preocupante aumento de la polarización en el país. En lugar de buscar formas de reducir las tensiones y promover la unidad, el presidente parece estar fomentando una peligrosa confrontación entre sus aliados y la oposición. Una de las estrategias más alarmantes ha sido el uso de bodegas digitales y la contratación de influenciadores que, a través de propaganda falsa, desinforman a la ciudadanía. Estas acciones no solo exacerban la división social, sino que dificultan que los colombianos puedan acceder a información objetiva sobre los temas más prioritarios para el país.

En este contexto, la desinformación y la manipulación se convierten en herramientas que profundizan los desafíos políticos y sociales, comprometiendo el futuro del país y la capacidad de sus instituciones para responder a las necesidades de la población.

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