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OPINIÓN

Juan Manuel Charry Urueña

Geopolítica monetaria

Si el petróleo se puede comerciar en otras monedas como euros, yuanes u opciones digitales, el dólar estadounidense se debilitaría.
18 de diciembre de 2025, 11:00 a. m.

En las últimas semanas, el debate sobre el supuesto fin del petrodólar se ha acelerado tras la idea de que Arabia Saudí habría concluido su compromiso con Estados Unidos de negociar en dólares sus ventas de petróleo, lo que según algunos analistas habría sostenido al dólar como pilar de la economía mundial durante más de 50 años.

En la práctica, desde la década de 1970 el crudo de países clave, como Arabia Saudí, ha sido vendido principalmente en dólares, lo que ha generado una demanda constante de la moneda estadounidense y ha reforzado su posición internacional como la principal moneda de reserva. Esta relación se tejió tras el abandono del patrón oro en 1971, conocido como el Nixon Shock, cuando Estados Unidos desvinculó el dólar del oro, llevando a un sistema de monedas fiduciarias flotantes.

La narrativa popular sostiene que esta dinámica comenzó con un acuerdo formal entre Estados Unidos y Arabia Saudí en 1974, donde el petróleo sería cotizado en dólares y los ingresos de esas ventas serían invertidos en activos estadounidenses —como bonos del Tesoro— creando un ciclo de demanda de dólares y financiamiento de la deuda pública estadounidense, la más alta del mundo, equivalente al 122,32 % del PIB en 2024. Aunque algunos economistas señalan que nunca existió un “pacto” legal formal con término definido, la relación económica y estratégica fue real y duradera.

El dólar representaba alrededor del 73 % de las reservas monetarias globales en el año 2000, un nivel que se ha reducido a cerca del 56 % en 2025, según datos del Fondo Monetario Internacional. Este descenso de más de 16 puntos porcentuales en pocos años refleja la creciente diversificación de reservas por parte de bancos centrales, que buscan limitar riesgos y reducir su exposición al dólar. Sin embargo, a marzo de 2025, Colombia mantenía más del 85 % de sus reservas en dólares y nuestro comercio internacional se realiza prácticamente en su totalidad en esa moneda.

Durante décadas, la demanda de dólares sustentó la capacidad del Tesoro estadounidense para financiar déficits mediante la emisión de bonos que eran ampliamente comprados por gobiernos extranjeros, particularmente por exportadores de petróleo. Al disminuir el incentivo de mantener dólares —si el petróleo se puede comerciar en otras monedas como euros, yuanes u opciones digitales—, esa espiral se debilita.

Aun alrededor de 80 % del comercio global del petróleo sigue denominándose en dólares, según estimaciones recientes; es decir, aunque haya movimientos hacia otros mecanismos, el dólar conserva una posición dominante en los intercambios energéticos.

Las decisiones recientes de Arabia Saudí pueden considerarse parte de un reajuste mayor, en el que las potencias emergentes —China, India, bloques como los Brics— buscan incrementar su autonomía económica y limitar vulnerabilidades asociadas con la dependencia de una sola moneda dominante.

Para Estados Unidos, la menor demanda de dólares podría traducirse en presiones inflacionarias internas, mayores tasas de interés para atraer compradores de bonos y una posible reducción del poder geopolítico que se apalancaba en la fortaleza del dólar. Para países importadores de energía, la diversificación de monedas podría ofrecer mayores opciones de pago y reducir la volatilidad de las reservas, pero también podría incrementar la complejidad en la gestión macroeconómica.

Finalmente, pareciera el inicio de un sistema financiero global más multipolar, donde múltiples monedas y acuerdos bilaterales convivirían, y donde se redefinirían las reglas de poder económico internacional.

Cita de la semana: “¿De qué sirve derribar constituciones si el ser humano no cambia?”, Felix Braun (1919), citado por Rober Musil, Diarios.



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