Salud Hernández

Opinión

Hamás, igual de culpable

Si Petro tuviese un ápice de honestidad, de coherencia, admitiría que Trump le ganó la partida.

Salud-Hernández Mora
11 de octubre de 2025

Ahora que cesarán los bombardeos a Gaza y comenzará la tregua que conduzca a la paz, será el momento de repartir culpas. Netanyahu puede ser responsable de la muerte de miles de civiles inocentes y de la destrucción de la Franja, que ha quedado reducida a escombros. Pero Hamás no puede eludir su culpabilidad, idéntica a la del primer ministro israelí.

1. Cuando masacró con aterradora sevicia a familias enteras y a jóvenes que asistían a un concierto, conocía que la reacción de su enemigo sería brutal. Era imposible que una organización terrorista, que tiene como fin fundacional desaparecer a Israel de la faz de la Tierra, persiguiera objetivo distinto a provocar una guerra.

Buscaban poner de nuevo la cuestión palestina en el primer plano mundial, opacada por la invasión rusa de Ucrania y, de paso, dinamitar el acuerdo que cocinaban Arabia Saudita e Israel, en línea con el que había impulsado Estados Unidos con Emiratos Árabes Unidos y Baréin en 2022.

2. Si Hamás hubiese querido avanzar hacia un rápido fin de hostilidades y que sus compatriotas no sufrieran la venganza israelí, habrían devuelto los secuestrados en el segundo intercambio de rehenes por presos palestinos que negociaron en Egipto. Mantenerlos en cautiverio suponía dar una excusa para que el ala más radical del Gobierno judío forzara a Netanyahu a continuar arrasando al vecino.

3. A los pocos meses de iniciarse el conflicto bélico, era evidente que Hamás había perdido. Los misiles hacia Israel se tornaron esporádicos y requerían de los ataques de sus aliados yemenitas y libaneses, apoyados por Irán, para intentar equilibrar fuerzas.

Si les hubiese angustiado la tragedia cotidiana de su gente y no quisieran que murieran más niños, solo existía un camino: rendirse a cambio de un pacto que les permitiera una salida honrosa. Pero salida. El perdedor que se empeña en resistir a toda costa, utilizando a sus conciudadanos como escudos humanos, debe asumir su culpa en la suicida continuidad de la contienda.

4. Al descubrir la existencia de unos 700 kilómetros de túneles, de grandes dimensiones muchos de ellos, la ONU, la Unión Europea y demás naciones donantes, con presencia en Gaza, debieron entonar un mea culpa y reconocer su fracaso. O su complicidad. O miedo a denunciar.

Porque resulta difícil creer que jamás se enteraran de la permanente construcción de esos laberintos para esconder terroristas y armas. En ellos malgastaron miles de los millones de euros y dólares, a lo largo de varios años, de ayudas humanitarias que recibían. Imposible que nadie advirtiera nunca nada.

5. Ninguna de las mujeres occidentales que marcharon de buena fe en contra de una guerra espantosa querrían vivir bajo el yugo de Hamás. La organización terrorista, que lleva en el poder desde 2006 y no permite voces discrepantes, considera a las mujeres unas parias destinadas, más que nada, a servir a los hombres y parir hijos.

En los acuerdos que alcancen más adelante, deberían exigir la igualdad de géneros. Nunca progresará una Palestina libre, sin materias primas, si siguen pisoteando al género femenino.

6. El futuro de Palestina pasa por la desarticulación de Hamás. Un grupo armado representará en todo momento un peligro, tanto para los propios palestinos como para Oriente Medio. De ahí que los países árabes ricos, además de Egipto, cierren las puertas a los refugiados gazatíes.

No olviden que en el Líbano, donde viven unos 250.000, descendientes, en buena medida, de refugiados de los setenta y ochenta, no adquieren los derechos de los nativos ni la ciudadanía por muchos años de residencia que tengan y, al no existir Palestina, muchos no tienen pasaporte. Tampoco reciben asistencia sanitaria ni les permiten laborar en un abanico de áreas profesionales. Son ciudadanos de segunda y apátridas.

Y Jordania, donde el 35 por ciento de su población son refugiados palestinos, ya dijo en febrero pasado que no podían aceptar más.

7. Si Petro tuviese un ápice de honestidad, de coherencia, admitiría que Trump le ganó la partida. Que la demencial propuesta de un ejército planetario de voluntarios para luchar en Gaza contra Israel, además de ser más propia de un perturbado que de un jefe de Estado serio, suponía más muertos, más destrucción, más guerra.

Y que nada tiene que ver la jugada de la Casa Blanca con las escuálidas marchas de Colombia de esta semana. Además de que, al igual que a Petro, le valen cinco las manifestaciones multitudinarias contra sus políticas; fue una promesa de campaña.

NOTA 1. Ha sido la foto del poder, la antesala de la paz de Trump. En el despacho oval, el presidente estadounidense sostiene un teléfono fijo, sin mirar a su interlocutor, con mezcla de fastidio y hartazgo. A su lado, un obediente Netanyahu, reducido súbitamente a condición de lacayo, pide perdón al emir de Catar por bombardear líderes palestinos en su país. De premio.

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