
OPINIÓN
Justos por pecadores
Gustavo Petro ha llevado a Colombia por un camino equivocado durante estos últimos tres años y medio. El aumento en la producción de drogas en Colombia es sustancial, al igual que la violencia en general. El Gobierno ha perdido el control de más de 400 municipios, lo que representa una tercera parte del país. Petro ha jugado con fuego desde el primer día con Estados Unidos y ha ofendido a propósito a la administración Trump. Al final logró romper lazos históricos entre los dos aliados.
La reciente retórica del presidente Petro y su postura cada vez más polarizante es una táctica política. Aun así, Estados Unidos debería mantener su tradición como un aliado del pueblo colombiano. Interpretar estos eventos recientes como una ruptura entre el pueblo colombiano y los Estados Unidos sería profundamente erróneo. Estados Unidos y Colombia comparten décadas de cooperación basadas en valores democráticos comunes, mercados abiertos y seguridad regional. Si bien reconocemos los desafíos políticos actuales, la base de esta relación bilateral debe preservarse y fortalecerse, no debilitarse.
Las sanciones, las amenazas de aranceles o la descertificación no aislarán al Gobierno de Petro; lo empoderarán. Él prospera en la confrontación. Cualquier agresión extranjera percibida, especialmente de parte de los Estados Unidos, será explotada para movilizar a su base, usar el nacionalismo para reclutar ciudadanos incautos con fines electorales y desviar la atención de los fracasos internos de su Gobierno. Tales acciones corren el riesgo de fortalecer las narrativas populistas y antiestadounidenses mientras marginan a actores clave de la democracia, al sector privado y la sociedad civil en Colombia.
Desafortunadamente, los que más sufrirán por el distanciamiento o las acciones punitivas de los Estados Unidos no serán el círculo cercano de Petro, sino los trabajadores de clase media y los agricultores colombianos que dependen de las exportaciones a los Estados Unidos (flores, café, aguacate, banano, frutas tropicales, confecciones). Si estos productos son gravados con altos aranceles, pierden competitividad de inmediato en el mercado estadounidense y las exportaciones legales se reducen. Paradójicamente, las exportaciones de drogas son completamente inmunes a los aranceles y los carteles de la droga saldrán beneficiados con la suspensión de la ayuda militar gringa destinada a combatirlos.
Estados Unidos debe mantenerse activamente comprometido, no distante, con el sector privado, la sociedad civil, líderes locales y todos los actores de bien. Es indispensable mantener la cooperación y la presencia continua, fortalecer lazos con los gobiernos regionales, mantener el diálogo con el sector empresarial y apoyar las instituciones democráticas. Es también la oportunidad de ampliar intercambios educativos, culturales y económicos y otros canales esenciales para preservar la democracia, la estabilidad económica y la relación entre Estados Unidos y Colombia.
Por el contario, alejarse de Colombia solo va a alimentar y fortalecer los carteles de drogas, un mayor aumento en la producción generará desempleo y la quiebra de muchos exportadores legales que dependen del mercado estadounidense. Esto genera un aumento de la presión migratoria, en la medida que más colombianos buscarán oportunidades en el extranjero. Finalmente, generará aperturas para actores extranjeros no democráticos en la región como China, Rusia, Venezuela.
Instamos a los Estados Unidos a mantener su paciencia estratégica y su compromiso con una visión a largo plazo. Las sanciones anunciadas no perjudicarán al Gobierno, sino que reforzarán su retórica y sentimiento antiestadounidense, que usará como excusa para ocultar su propia incompetencia y para desviar la atención de los verdaderos problemas que afectan a Colombia. Los castigos tampoco perjudicarán a los carteles; por el contrario, ya que, sin cooperación y apoyo militar americano, estos prosperarán.
Colombia es más grande que una mala presidencia en su ocaso. Protejamos esta relación estratégica a través del diálogo, la inclusión y el compromiso, no del aislamiento.
