Columna Miller Soto

Opinión

La consulta del Pacto: cuando se celebra la derrota

El gobierno, con todo su poder encima, ha recibido una bofetada electoral.

Miller Soto
28 de octubre de 2025

Hay derrotas que se ocultan detrás del telón. Otras se maquillan con discursos altisonantes. Pero esta, la del Pacto Histórico el pasado domingo, se celebra como si fuera victoria. Porque cuando el relato se impone sobre la realidad, el fracaso se convierte en fiesta. Sí, con poco más de 2,7 millones de votos, el petrismo se lanza a los aplausos y el gobierno brinda por una caída electoral de proporciones históricas.

Dicen que fue una jornada “no concurrente”, como si esa etiqueta bastara para explicar el bajón. Pero lo omiten todo: la consulta incluía la conformación de listas al Senado y a la Cámara, activando así a cientos de precandidatos que compitieron, movieron recursos y pusieron en circulación su maquinaria electoral, lo que hizo que la jornada se volviera concurrente. No por calendario, sino porque políticamente la campaña se vivió como contienda. Y aún así, apenas 2,7 millones.

Y hay más: esta vez contaron con todo el poder presidencial, con ministros en modo caciques electoreros, con dependencias públicas al servicio de la politiquería, con alcaldes presionados para movilizar gente. Una maquinaria aceitada, financiada y dirigida desde el poder. Y aun con eso, apenas 2,7 millones.

En contraste, recuerden: la consulta de 2022 del Pacto Histórico, sin poder, con la estructura más frágil, sin burocracia y sin la feria de OPS que hay hoy, alcanzó 5,8 millones de votos. Y en la elección presidencial que siguió superaron los 11 millones. Hoy, con todo el aparato a favor, no se llega ni a tres. Pero claro: para el petrismo solo es comparable aquello que ellos deciden que lo sea. Todo lo demás es “estupidez” o “desinformación”.

Y si se quiere hilar más fino, hay que decir que muchos de esos votos probablemente ni siquiera respondan a convicción ideológica, sino a dinámicas sociales o locales: “Vota por el primo”, “por el vecino”, “por el líder amigo que quiere curul”; y eso, todos lo sabemos, aunque no sea cuantificable con rigor, sí que le resta peso al alarde.

Lo que no deja de ser inquietante es la forma en que se reportan los datos. Eso de que surjan cifras que crecen de forma abrupta, sin que la lógica numérica acompañe una subida tan acelerada entre una determinada hora y el cierre, sí genera preguntas. ¿Cómo es posible que, de un momento a otro, se produzca un incremento exponencial de votos sin que haya registros de concurrencia o esperas masivas? Esperemos que desde la Registraduría se disipen las dudas y se nos permita llegar confiados a los próximos debates electorales.

La verdad es que el petrismo ya no es lo que fue. Lo fue sin poder. Lo fue sin alcaldes arrodillados. Lo fue sin nóminas paralelas. Ahora es eso: 2,7 millones con todo el aparato público a su favor. Con todo el dinero. Con toda la presión. Y —como afirman algunos— con toda la trampa.

¿Sigue vivo el Pacto? Sí, claro. Porque no se muere la maquinaria, se oxida. Porque hay “líderes” que saben moverse, que no tienen pudor, que están dispuestos a fraguar lo que sea para permanecer en el tinglado del poder.

Al margen de cualquier interpretación fina de los números y de su proyección para 2026, lo que sí es claro y revelador es el tamaño del castigo que esos resultados comunican. El gobierno, con todo su poder encima, ha recibido una bofetada electoral. Una señal clara: la mayoría de los colombianos tienen un bajísimo concepto de su gestión. El presidente Gustavo Petro y su equipo alcanzaron una triste marca: la de ser el peor de toda la historia republicana. Pero ellos lo celebran como si fuese el mejor. Así, como hicieron con esta consulta: tremendo fracaso que festejan como victoria.

Y ojo… No es que estén equivocados bailándose su derrota. Es que intentan disimular su agonía.

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