OPINIÓN
La entrevista a Petro
“Por supuesto, se trata de una línea editorial que encuadra con el discurso dogmático de la derecha”.
Hay periodistas que creen que el conocimiento está en el poder del micrófono o del medio de comunicación que representan, no en el saber, el estudio e interpretación de la realidad y los acontecimientos. Navegan en aguas muy panditas. Eso explica por qué los propietarios de esos medios (cuyos dueños pertenecen a familias extremadamente ricas) viven en una zona de confort que los blinda de la crítica y de las pesquisas de sus riquezas y por ello coaccionan una visión opaca de lo que realmente sucede en Colombia.
Esa normalización premeditada de la realidad nacional construida desde los medios de comunicación, con la anuencia de unos periodistas bien pagos y al servicio del poder, negó la ponderación del conflicto armado y la crisis que nos arrojó al desastre de país que tenemos hoy. Diría que esos periodistas, muy aplaudidos por cierto, hicieron y han hecho parte de una estrategia amnésica que ayudó a que Colombia se sumiera en la corrupción, la desigualdad e incluso fomentó, me atrevo a decir, la lucha de clases. Ese no es solo un discurso de la izquierda, también es de unas castas bien representadas en los micrófonos.
Eso explica la entrevista que Revista Semana le hace a Gustavo Petro en la que se nota la clara intención de hacer daño y de meter miedo. Por supuesto, se trata de una línea editorial que encuadra con el discurso dogmático de la derecha. No quiero estigmatizar la revista con este comentario, pero se sustenta en la comedida carátula de ocho días atrás: “El Triunfo de Uribe”, en cuyo contenido se trata con absoluta condescendencia al expresidente tras su litigio jurídico con el senador de izquierda, Iván Cepeda.
No es una novedad que los medios de comunicación en Colombia y sus periodistas “estrellas” sean proclives a sus intereses, para eso los contratan, pero creo que dentro de la esencia del periodismo existen unas líneas éticas que no se pueden cruzar alegremente.
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De acuerdo, la revista puede hacer la entrevista que se le venga en gana, pero no es bueno construirla con el propósito de hacer daño o un “mandado”, de “matar y comer del muerto” porque el personaje (en este caso Gustavo Petro) tiene una clara aspiración presidencial y representa el lado contrario: la izquierda legítimamente democrática.
Mientras a Petro lo tratan de “hampón”, “matón” y hasta de aliado de “la mafia” sin constar prueba alguna, de oídas, sin rigor periodístico que sustente lo que la Revista Semana diseñó como cuestionario, en el otro lado del espectro al expresidente Uribe -el hombre que sembró de zozobra por más de 20 años la sociedad colombiana- le dan todas las garantías, le ponen una alfombra roja y al final de la entrevista a placer le dicen “qué más tiene qué decir, los micrófonos están abiertos”.
Entiendo el propósito de la revista de llevar al límite a Petro para lograr doblegarlo, pero rompió un principio elemental en el periodismo: el poder del micrófono o de la pluma no es patente de corso para insultar al personaje que se tiene al frente. Se rompe otro principio elemental, el del respeto y la reciprocidad. Y eso no lo hubo en la entrevista de marras.
En ese contexto es fácil comprender por qué, de manera malintencionada, la revista quiere construir una narrativa del miedo recordándole a los lectores “la Toma del Palacio de Justicia”, ocurrida 36 años atrás, y ejecutada por el M-19, movimiento guerrillero del cual hizo parte Petro y que pactó y firmó un acuerdo de paz con el Estado colombiano.
Pero más allá de esa circunstancia, evidentemente la entrevista toma un rumbo inesperado o se corrobora la mala intención, cuando se califica de “hampón” a una persona que firmó un acuerdo de paz y está a punto de coronar una aspiración legítima que es ser presidente. No se puede calificar de hampón a una persona que decide rebelarse contra el Estado. La rebelión es un delito político. Es un exabrupto desconocerlo, es de la esencia de un iletrado que no conoce la historia o si la conoce y la tergiversa y la manipula es más cuestionable que quien decide levantarse en armas.
Cabría preguntarse si la Revista Semana también trata de hampones a los excombatientes de Farc que firmaron un acuerdo de paz con el Estado colombiano y avalado por la comunidad internacional como las Naciones Unidas, la Comunidad Europea y el gobierno de Estados Unidos. Cabría otra pregunta. ¿avalan el asesinato de los más de 260 firmantes de la paz que le apostaron a la reconciliación entre los colombianos?
No es hampón quien rebeldemente se levantó en armas contra un Estado que consideró represor e injusto. Pero sí es hampón un gobierno que los convoca a un acuerdo de paz, pacta y lo firma, para después matarlos o extraditarlos. Esas consideraciones, sin duda, no las tuvo en cuenta la Revista Semana.