
Opinión
La factura del populismo: un Icetex en crisis
Las consecuencias son graves. Más de 340.000 jóvenes en riesgo de perder la renovación de sus créditos por falta de recursos, en un contexto de recorte presupuestal del 37 % para 2025.
El Icetex ha sido durante más de seis décadas una herramienta vital de inclusión educativa, especialmente para jóvenes vulnerables. Sin embargo, hoy atraviesa un momento muy difícil, marcado por decisiones políticas que lo han debilitado.
Entre 2018 y 2022, el Icetex alcanzó un crecimiento histórico en cobertura y apoyos. El número de beneficiarios activos pasó de 639.499 a 945.815. En ese periodo se otorgaron 306.000 nuevos créditos, se realizaron 884.000 renovaciones por más de $5 billones y los fondos en administración sumaron 536.000 nuevos beneficiarios. Durante la pandemia, más de 156.000 estudiantes recibieron auxilios por el covid-19 que evitaron la deserción. Además, se otorgaron 19.000 subsidios de tasa, 18.000 apoyos de sostenimiento y 9.300 condonaciones parciales por mérito académico, permitiendo que el 86 % de los beneficiarios activos contara con algún alivio.
El panorama cambió con la promesa del presidente Petro en campaña de condonar créditos de manera generalizada. Un ofrecimiento financieramente imposible que, lejos de traer alivio, hizo que los créditos se redujeran a mínimos históricos, los subsidios se eliminaran y aumentaran costos para beneficiarios. Hoy las cuotas son más altas —con denuncias de incrementos de hasta el 93 %— y los apoyos a los estudiantes disminuyeron.
Las consecuencias son graves. Más de 340.000 jóvenes están en riesgo de perder la renovación de sus créditos por falta de recursos, en un contexto de recorte presupuestal del 37 % para 2025. A esto se suman las fallas en giros de matrículas, que impiden inscripciones oportunas y afectan a las universidades. Persisten deficiencias en los sistemas de información y han surgido controversias en contratación que debilitan la confianza institucional. Si la tendencia continúa, el siguiente golpe será el deterioro acelerado de la cartera, porque miles de familias ya no tienen condiciones reales para cumplir con sus pagos.
El Gobierno ha hablado de una reforma. Primero se planteó la idea de convertir al Icetex en banca de primer piso; luego se presentó un proyecto en el Congreso liderado por la representante Catherine Juvinao. Sin embargo, la propuesta no tiene aval fiscal ni prioridad en la agenda legislativa. El resultado es una respuesta ambigua: se promete transformación, pero en la práctica prevalece la inacción.
A esta incoherencia se sumó la noticia de que un beneficiario de estrato 6 accedió a la gratuidad, lo que desvirtúa el foco de las políticas públicas y genera más dudas sobre la consistencia y el sentido de las decisiones adoptadas.
El Icetex enfrenta un momento muy difícil, pero no se trata de desaparecerlo, sino de rescatarlo como un actor público, estratégico, técnico y ético, capaz de canalizar recursos hacia quienes más lo necesitan. Para ello se requiere una hoja de ruta que combine reactivación presupuestal inmediata, acuerdos con el sector financiero, nuevas fuentes de fondeo, alianzas con universidades para cofinanciar becas, mecanismos de financiamiento contingente al ingreso y modernización tecnológica.
En un sistema mixto como el colombiano, el Icetex debe garantizar que ningún joven se quede sin estudiar por falta de recursos. Por eso, es indispensable que los candidatos presidenciales trabajen desde ya en propuestas serias y sostenibles para fortalecer al Icetex, porque lo que está en juego no es solo la estabilidad de una entidad, sino las oportunidades de vida de toda una generación de jóvenes.