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OPINIÓN

La guerra fría del siglo XXI

Alianzas militares en el orden del día.

David René Moreno Moreno
22 de enero de 2025

El Muro de Berlín, símbolo de la Guerra Fría, fue construido a partir de 1961 por el gobierno de la URSS, no solo para dividir a la ciudad de Berlín, sino para materializar la divergencia ideológica del mundo y crear una frontera física entre el socialismo y los países de Occidente. Este Muro formó parte de la famosa cortina de hierro, término mencionado por Winston Churchill para referirse al alejamiento que se había generado entre los países de Europa al final de la Segunda Guerra Mundial (II GM).

El término Guerra Fría ha sido empleado para señalar el período de la posguerra en el que se intensificaron las tensiones y la desconfianza entre Estados Unidos y la URSS, teniendo —de una parte— la insatisfacción de Stalin frente a la repartición de Europa en el Acuerdo de Potsdam, y —de otra— el temor de sus antiguos aliados de la II GM por las reacciones descontroladas de la URSS dentro del conflicto político-ideológico que enfrentó al mundo entre 1947 y 1991 por el liderazgo mundial, lo cual estuvo a punto de causar la III GM.

A pesar de la destrucción del Muro de Berlín en 1989 y de que la URSS se disolvió en diciembre de 1991, la ideología del comunismo no desapareció —al igual que sus apetitos—, así como tampoco finalizó la Guerra Fría, pues el enfrentamiento de las dos grandes potencias continuó, sumándose otros actores en el escenario mundial para generar una multipolaridad, lo que nos ha llevado a la situación actual en que varios Estados, aplicando todo tipo de artimañas, buscan imponer su poder y dominar el mundo.

Como consecuencia de la Guerra Fría, la URSS buscó encerrar a Estados Unidos dentro de su ‘patio trasero’ y penetró ideológicamente a Cuba en los años sesenta, convirtiendo a este país en el pivote para repartir el virus del comunismo en América Latina, logrando infectar varios países, como Nicaragua, Venezuela y Chile; apoyando a grupos delincuenciales como el ELN, las Farc, el M-19 y otros que tanta sangre y dolor han hecho correr en nuestro país al tratar de implantar con la violencia de las armas la obsoleta ideología comunista.

El nuevo escenario planetario incorpora a China, Irán, Corea del Norte y otros Estados que, empleando la guerra en sus diferentes modalidades, estableciendo alianzas militares para generar incertidumbre, ofreciendo respaldo a Estados sancionados por la comunidad internacional, brindando abiertamente apoyo a gobiernos dictatoriales y a organizaciones terroristas, tratan de generar un nuevo orden mundial. Pero el común denominador está representado por la amenaza socialista a la democracia y a las libertades en diversas latitudes, donde la comunidad internacional mira para otro lado aduciendo en forma vergonzosa que no se involucran en los problemas internos de los Estados.

Se observa que el enfrentamiento entre el capitalismo y el socialismo continúa vigente, aunque ahora se emplean otras estrategias y otras alianzas. Mientras que China trata de abrir nuevamente la Ruta de la Seda, penetrar en América Latina con grandes obras de infraestructura, apoyar con armas y tecnología a gobiernos dictatoriales y dominar los principales puertos, Estados Unidos y Europa —preocupados por el avance comercial posiblemente subsidiado de este país— implantan nuevos aranceles y disminuyen la actividad comercial dentro de lo que se considera parte de la guerra comercial del momento.

Rusia mantiene un importante nexo con China, que lo ha apoyado especialmente desde la invasión a Ucrania, y firma alianzas militares con Corea del Norte, Estado que permanentemente amenaza a Corea y Japón. Rusia ha firmado acuerdos en materia militar con Venezuela y acaba de firmar un Acuerdo Estratégico con Irán, su antagonista histórico, buscando fortalecer su posición mundial antes de la posesión de Donald Trump en Estados Unidos, preparándose seguramente para enfrentarse a Occidente.

Se está viviendo hoy el mismo escenario previo a las dos guerras mundiales, en que las alianzas militares están en el orden del día.

En nuestro territorio, la Guerra Fría produjo violencia, terror, crimen y corrupción que sobrepasó los límites del siglo XX llegando hasta nuestros días; la ausencia de justicia oportuna y la implantación de la impunidad frente a crímenes de lesa humanidad abrieron el camino para impulsar a la primera línea y la continuidad de las ahora denominadas disidencias.

La izquierda continúa con la intensión de hacer un ‘transbordo ideológico’ para que continúe el socialismo del siglo XXI en el timón de nuestro país.

El narcotráfico se ha infiltrado dentro de la sociedad como un cáncer que carcome la comunidad, posiblemente ante la mirada impávida del Gobierno.

El control del territorio se ha perdido en el Catatumbo, en Cauca y en otras regiones donde el dominio de las rutas de narcotráfico genera el enfrentamiento entre organizaciones criminales que asesinan sin piedad; con el mal ejemplo de la corrupción que han visto, seguramente interpretaron que ‘ser pillo paga’.

No podemos perder las libertades que nos brinda la democracia. Ojalá los políticos piensen en el país y no en sus egos personales.

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