
Opinión
La huida del cobarde
Se hace evidente que el denominado ‘proyecto de cambio’ ha tomado conciencia de que sus días en la Casa de Nariño están contados.
En el marco de la instalación de la cuarta legislatura del Congreso de la República, tradicionalmente acompañada del discurso presidencial que expone el balance de su gestión gubernamental, se observó una vez más la intervención del presidente de la República en una postura desafiante, alejada de la realidad nacional. En esta ocasión, el mandatario recurrió a un discurso populista como su principal estrategia, desmarcándose de las verdaderas necesidades del país y optando por una narrativa que no refleja los problemas urgentes de la nación.
El discurso del presidente, en medio de la instalación del Congreso para el período legislativo 2025-2026, no es un hecho trivial; este discurso marca el último año de mandato tanto del poder Ejecutivo como del Legislativo, y es el periodo crucial para que ambos poderes rindan cuentas sobre los logros y fracasos de su gestión, siendo esta la oportunidad de consolidar la imagen de sus respectivos proyectos políticos. Sin embargo, lejos de cumplir con esa obligación, el presidente Gustavo Petro prefirió centrarse en un discurso anacrónico que revivió la historia de la ‘tiranía’ en Colombia, la situación en Gaza y las interceptaciones del DAS, acudiendo a cifras desmesuradas con el fin de disfrazar el desastre de su administración.
Este enfoque no solo resulta impreciso, sino que evade deliberadamente los problemas más acuciantes que atraviesa el país en áreas clave como la economía, la paz y el sistema de salud. En lugar de afrontar los desafíos con la seriedad que demanda la situación, el presidente optó por hacer un ejercicio de maquillaje político, pretendiendo presentar avances inexistentes en sectores esenciales mientras pasa por alto la grave crisis que enfrentan millones de colombianos.
De igual manera, el discurso presidencial se constituye en una afrenta a la democracia misma, al pasar por alto el rol del control político ejercido por la oposición y al desestimar la libertad de expresión como un derecho fundamental, incluso para aquellos que se oponen a su proyecto político. En este contexto, la réplica de la representante Lina Garrido, quien dejó en evidencia los escándalos de corrupción, la crisis en el sistema de salud, el abandono en la lucha por la protección a la mujer y el otorgamiento de beneficios a los grupos criminales por parte del Gobierno Petro, fue ignorada en un acto patán de huida, clásico de quienes, conscientes de la responsabilidad, prefieren ignorarla.
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En este mismo sentido, resalta la actitud del jefe de despacho presidencial Alfredo Saade, quien, desconociendo adrede la Constitución y la ley, ha optado por incitar públicamente a una reelección presidencial sin respaldo normativo alguno, en un intento desesperado por consolidar un proyecto populista que ya muestra signos de repulsión, incluso dentro de las filas del mismo Gobierno. Como muestra de esto, se hace necesario mencionar el rechazo explícito de Carlos Carrillo, quien calificó la propuesta de Saade como una “payasada”.
Se hace evidente que el denominado ‘proyecto de cambio’ ha tomado conciencia de que sus días en la Casa de Nariño están contados. En su afán por perpetuar el poder y cumplir las promesas hechas a grupos criminales durante su campaña, la administración actual ha puesto en marcha un proyecto de ley en el último periodo legislativo cuyo verdadero objetivo es otorgar impunidad y beneficios a los victimarios, en lugar de buscar justicia para las víctimas del conflicto. Este intento de instrumentalizar el proceso de paz a favor de los criminales es, en última instancia, una traición a las verdaderas víctimas y a los principios de justicia que deben regir el Estado de derecho en Colombia.
La situación que vive el país demanda un liderazgo responsable, transparente y comprometido con el bienestar colectivo, no con intereses particulares ni con la perpetuación de un régimen populista y autoritario que ya ha demostrado sus limitaciones y su desconexión con la realidad, acudiendo en la actualidad a que los colombianos sean testigos de la huida del cobarde.