
Opinión
La marcha del hacedor de reyes
La mentira como arma política ha sido parte integral del Gobierno actual.
Zhao Gao, primer ministro de la dinastía imperial china, los Qin, tomó la decisión de reemplazar al emperador. Para una operación tan delicada como destronarlo necesitaba estar absolutamente seguro de la lealtad de todos los ministros de la corte. Como prueba de lealtad, llevó a la corte un ciervo asegurando que había comprado un caballo como obsequio para el monarca. Mientras los cortesanos se miraban entre sí sin entender nada, el emperador corrigió al canciller asegurando que se trataba de un ciervo. Pero Zhao insistió en que era el emperador quien debía de estar confundido, creyendo ciervo a un caballo tan hermoso. Unos ministros callaron; otros, temerosos de Zhao, dijeron que, en efecto, era un equino; otros insistieron, con el emperador, en que aquello era claramente un ciervo.
Al día siguiente, Zhao mandó que comparecieran ante él todos los ministros que habían afirmado que el ciervo era un ciervo y los mandó ejecutar en su presencia, junto con sus familiares. Entonces se sintió lo bastante fuerte como para organizar asonadas, destronar al emperador y poner en su lugar al último de los Qin, Ziying.
La maniobra de Gustavo Petro, un par de milenios después de Zhao Gao, y a miles de kilómetros de distancia, tiene similitudes extrañas con la anécdota de la dinastía Qin. Ante su incapacidad política para imponer un sucesor, el presidente colombiano decidió utilizar la transmisión pública de los consejos de ministros con el fin de ir apartando a aquellos ministros que no conjugarían con hacer ver a un ciervo como un caballo, lincharlos públicamente y patrocinar después marchas similares a la asonada de Zhao.
La mentira como arma política ha sido parte integral del gobierno actual. Para impulsar sus reformas, supuestamente sociales, el presidente miente a diario sobre el resultado de sus políticas en salud, ignora todos los conceptos que indican que su reforma laboral sacrifica cientos de miles de puestos de trabajo, publica abiertamente que en el día cívico que declaró para el próximo martes los empleadores privados tienen la obligación de permitir a sus trabajadores que se movilicen y, plantea la manifestación de este martes como si fuera una movilización popular, siendo que solo es una respuesta a la billetera estatal.
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Sin embargo, a diferencia de Zhao Gao, el presidente Petro no es un hacedor de reyes. Hoy no tiene candidato que lo suceda, dado que Daniel Quintero, Gustavo Bolívar, Susana Muhammad, María José Pizarro y sus demás áulicos están identificados con el nefasto gobierno de su caudillo. En él, la economía va mal, la salud es sinónimo de muerte, el presupuesto más alto de la historia no alcanza ni para las becas de los estudiantes ni para los subsidios de vivienda, gran parte del territorio está controlado por grupos al margen de la ley y los escándalos de corrupción no dejan de aflorar.
Claro es que, además de unos cuantos desubicados para quienes el bienestar y el progreso de los colombianos no es una prioridad, cuenta en sus filas con los esclavos del Estado —como los describiría el presidente —, cuya nómina de planta y por contrato ha incrementado de manera irresponsable. Estos últimos, como los ministros de Zhao, sufrirán las consecuencias si no salen el martes a marchar, perdiendo su puesto público, una sanción que difiere de la de los ministros de la dinastía Qin, pero que no llega a ser institucional.