
Opinión
La minería después de la minería
Si todos los países del mundo siguieran la misma tendencia que ha venido mostrando Colombia en los últimos años, nos veríamos enfrentados a un desabastecimiento absoluto de los minerales necesarios.
Mucho se habla sobre la necesidad de avanzar hacia economías más limpias de la mano de la transición energética; no obstante, en la discusión se soslaya el hecho de que esta demandará muchos minerales, más que lo producido por todas las minas del mundo que actualmente operan juntas. De hecho, a nivel de países desarrollados, hoy no se cuenta con los minerales necesarios para avanzar con la transición energética, pues no hay suficientes minas de cobre, cobalto, níquel, galio, litio, plata, zinc e incluso carbón, entre otros. Para abastecer esa demanda, necesitaríamos aumentar la extracción minera mundial en más de 450 %, y eso, dedicando la totalidad de los minerales del mundo por treinta años, y dejando de lado todos los otros procesos industriales de nuestra vida diaria. ¿Esto es posible?
La realidad es que es una meta que probablemente no se logrará en los siguientes sesenta años; de igual manera, una gran mayoría de estos metales se encuentran en muy pocos lugares del planeta, como China, Congo y Australia, lo que por supuesto genera un desbalance global. En el caso de Colombia, nuestra extracción minera hoy no se centra en la explotación de los metales necesarios para la transición energética pese a contar con yacimientos importantes de cobre que no han podido desarrollarse, principalmente, por conflictos en el territorio y por la falta de una política pública en materia de exploración geológico-minera.
Si todos los países del mundo siguieran la misma tendencia que ha venido mostrando Colombia en los últimos años, nos veríamos enfrentados a un desabastecimiento absoluto de los minerales necesarios, incluso para llevar a cabo las tareas más cotidianas de nuestro diario vivir. Entonces, la realidad nos conduce a entender nuestra dependencia, como sociedad, de los procesos mineros, aquellos llevados a cabo de manera estricta bajo los controles que priorizan la mitigación de impactos y la compensación derivadas de dicha actividad.
Esto es posible sí, y solo sí, se hacen las inversiones tecnológicas y financieras que aseguren el desarrollo de la minería con bajos impactos en el entorno y en las comunidades vecinas. Y a la vez, se diseñe y se adelante un proceso de cierre progresivo de mina a medida que avancen las operaciones de cada proyecto.
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El cierre minero es otro tema del que poco se habla, pero que es tan o más importante que las fases previas de un proyecto —de ahí el Primer Congreso de Cierre Minero, a realizarse próximamente en Bogotá—. El mundo está lleno de casos exitosos, poco visibilizados. De hecho, silenciosamente, muchas de esas zonas han tenido cierres satisfactorios, con nuevos usos posmineros. Y es justamente ahora cuando debemos pensar en un aprovechamiento estratégico de nuestro territorio, y en la planeación de los cierres que se avecinan en las próximas décadas, más allá de la discusión de si se hace o no minería, porque la realidad, como sociedades avanzadas, nos muestra que la necesitamos. Y la industria formal lo tiene claro, como también el respeto por aquellas zonas excluibles de actividad extractiva que deben preservarse y que —sin embargo—, y aquí cabe la distinción, la extracción ilícita no respeta absolutamente nada.
Mientras se debate sobre la viabilidad futura de la minería, pongamos el foco en nuestra realidad presente, llegó la hora de preguntarnos qué estamos planeando como Nación ante un panorama en el que se ataca una actividad formal, al tiempo que se avizoran, al menos, dos décadas para efectuar cierres mineros en nuestro país, mientras vemos impotentes el descontrolado crecimiento de la extracción ilícita en varias regiones, cuyos saldos dejan daño ambiental, social e incremento de la violencia (¡esta problemática sigue siendo una tarea pendiente!). Es el momento de revisar nuestra legislación y —con pragmatismo— prepararnos para estar a la altura de los retos futuros que tendremos como sociedad, bajo una visión que priorice soberanía energética y minera y un camino viable para la innovación propia de la transición energética y del bienestar para las comunidades que particularmente están en zonas mineras.
*Profesor Universidad Nacional de Colombia.