Opinión
La muda
Sus manos están untadas de la sangre y de los sueños truncados y destruidos de 18.677 niños colombianos que hoy, la senadora Tirofijo, quiere que Colombia olvide.
Sandra Ramírez, conocida en las Farc con el alias de Griselda Lobo, se quedó muda después de que la JEP (¡por fin!) les imputara cargos a los cabecillas de la organización terrorista por haber reclutado, abusado y violado a 18.677 niños, niñas y adolescentes para la guerra.
¡Valiente revolución! ¿A punta de menores de edad era que querían tomarse el poder? ¿Así de cobardes eran que no podían convocar adultos, sino que tenían que robarse a los niños del colegio y del seno de sus hogares para convertirlos en máquinas de guerra?
La senadora que no representa a nadie, porque nunca ha sido elegida por elección popular, sino que disfruta de una curul regalada por cuenta del fracasado acuerdo de La Habana, no expresó su solidaridad con las víctimas de esta horrible parte de la historia de Colombia y que perpetraron sus compañeros hoy imputados.
Hace unos días se rasgaba las vestiduras y fingía dolor por el asesinato de la niña Sofía Delgado. Desde estas líneas la cuestionamos con razón, porque su hipocresía es total.
Tendencias
Así como la de las mujeres “progres” que integran este proyecto petrista, en el que, si los asesinos son de extrema izquierda, justifican los crímenes por el cuentazo de “todas las formas de lucha”.
El atraso económico y social de este país se debe, en gran parte, a esa podrida convicción “revolucionaria” que, repito, es una farsa, cuando para ejecutarla tuvieron que acabar con las infancias de miles de niños y niñas.
Para personas como Sandra Ramírez, Rodrigo Londoño, Pablo Catatumbo y un largo etcétera, estos crímenes son justificados en nombre de la paz. Curioso concepto que tienen los exterroristas y que, además, logran imponer a la sociedad.
Esta semana, el presidente de Colombia nombró como gestores de paz a los peores jefes paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia. Un criminal como Hernán Sierra, que violó más de 200 niñas y fue expulsado de Justicia y Paz porque a la cárcel le seguían llevando niñas para que las violara, ¿qué tiene para aportar a la paz del país? ¿Qué mensaje les envía el presidente de la “potencia mundial de la vida” a los miles de víctimas de Macaco, Jorge 40, Mancuso, etc.?
Los valores han sido invertidos con habilidad por este proyecto político que se hace llamar “Pacto Histórico”, y que ha logrado imponer la narrativa de que los violentos tenían sus razones para violar, abusar, secuestrar, masacrar a los colombianos, porque estaban buscando la paz.
Pero detrás de todo esto está el negocio del narcotráfico. Los paras y los guerrilleros de las Farc eran narcos y no buscaban la paz del país, sino fortalecer las rutas, dominar el territorio y, por supuesto, a su población.
Cuando Petro dice que está combatiendo el narcotráfico, en realidad está mintiendo. De lo contrario, no habría maniatado al Ejército. Los grupos armados y al margen de la ley se han fortalecido con el objetivo de seguir dominando el negocio.
Y, mientras todo esto ocurre, los progres miran para otra parte, callan convenientemente y con su silencio se hacen cómplices de las barbaridades de lo que hicieron los terroristas del pasado y sus secuaces del presente.
Ya ninguno de ellos grita ¡Nos están matando!, ni se preocupa por las masacres y los líderes sociales asesinados. Incluso, aplauden que Petro se abrace con Mancuso e intercambie sombreros como con cualquier compadre.
¡Qué curioso concepto de paz el de la extrema izquierda!
Y son tan incoherentes que, mientras señalan a sus opositores de fascistas, apoyan la narcodictadura de Nicolás Maduro, quien fuera aliado de las Farc y propietario de su cartel. Sandra Ramírez seguirá en su curul dictando cátedra de lo humano y lo divino, dándoselas porque firmó un acuerdo de paz y señalando a los verdaderos demócratas de este país de ser criminales y violadores de la Constitución.
Pero lo cierto es que sus manos están untadas de la sangre y de los sueños truncados y destruidos de 18.677 niños colombianos que hoy, la senadora Tirofijo, quiere que Colombia olvide, mientras ella se pasea campante por Colombia, llamándose a sí misma “defensora de derechos humanos”. ¡Miserables!