Colombia no se explica sin su Ejército. Y el Ejército no se sostiene sin sus soldados. Es por eso que el 6 de diciembre se realizó, por primera vez en el Quindío, la llamada Noche de los Héroes del Ejército Nacional. Tanto oficiales, suboficiales y soldados fueron galardonados por su heroico y ejemplar desempeño a lo largo de este año que llega a su fin.
No fue un evento social ni político, fue un momento para agradecer, a través del reconocimiento de algunos seleccionados, el sacrificio de todos los hombres y mujeres que día y noche ofrecen su vida para defender este país que en ocasiones puede ser tan malagradecido. Fue un gesto mínimo frente a una deuda enorme.
En tantas ocasiones, cuando todo parece perderse entre el caos y la confusión, aparecen los soldados de Colombia. Allá donde dicen que el Estado no llega, nuestros militares hacen todo el esfuerzo por llevar seguridad para que pueda llegar la paz, la educación, la infraestructura, la vivienda. Por eso se aplaude su sacrificio, sin importar el cargo.
Se reconoció al soldado que combatió, al que protegió civiles, al que salvó vidas en emergencias, incluso la de quienes atentaban contra ellos por su férreo compromiso con los derechos humanos. Se honra al que volvió herido y al que no volvió.
Ahora bien, la admiración no es ciega: es una admiración consciente. Consciente de que estos no han sido tiempos fáciles. Nuestros soldados no han negociado con el crimen por plata fácil ni se han rendido ante una corrupción que ha impregnado a buena parte de la sociedad. Por el contrario, se han mantenido en pie como referentes de valentía, rectitud y fortaleza moral.
Hoy está de moda relativizarlo todo. Algunos se atreven incluso a equiparar al que defiende con el que destruye. Sin embargo, no nos puede dar pena alzar la voz por nuestros héroes que ya no solo son atacados en el “área” sino también en las redes, en el ámbito jurídico y en el debate político en el que los ponen entre la espada y la pared.
Por eso, con la Noche de los Héroes como referente, existe una claridad: el soldado merece todo el respeto, la gratitud y la admiración de los colombianos. La Noche de los Héroes no debería ser una excepción mediática anual. Debería ser la actitud permanente de una nación que se sabe estable gracias a quienes la defienden.
A ellos, a nuestros héroes, a sus familias —que también hacen parte del sacrificio—: Feliz Navidad y un próspero año nuevo. La horrible noche de la violencia llegará a su fin.
¡Gracias, siempre!




