
Opinión
La Rana René, el títere de Rafael Correa que quiere ser presidente
Aunque su rival no sea el ideal, al menos Daniel Noboa garantiza el repudio a las dictaduras y a los grupos armados, y la alianza con el mundo libre.
Cuando recorrí la ruta que siguió el equipo de El Comercio de Quito, con Herbin Hoyos, allá por marzo de 2018, a los dos nos sorprendió el estado de estupor, de absoluta conmoción, que embargaba al Ecuador. Les costaba aceptar la matanza de tres miembros de un medio de comunicación que habían viajado hasta San Lorenzo, a orillas del río Mataje, para cubrir problemas de orden público en dicha población.
Nos entrevistaron en varias emisoras y no salíamos del asombro ante el impacto nacional que tenía un crimen que en Colombia no sería portada más allá de un par de días. Herbin, experto en seguridad, advirtió de la escasa formación de las autoridades ecuatorianas para confrontar bandas criminales poderosas, aunque entonces pensaban que el peligro procedía de Colombia. Nadie anticipaba el huracán que se avecinaba.
Para desgracia de la que fuera la nación más pacífica del vecindario andino, pese al ciclo de Gobiernos inestables que tumbaba la calle, un lustro más tarde estaba encaramada al segundo lugar en ranking de homicidios, solo superada por Haití, que cayó al fondo del abismo. Cabe preguntarse en qué momento dio un giro tan brusco.
Quizá la primera señal, que no diagnosticaron como el agresivo tumor que había hecho metástasis de manera silenciosa, fueron los 119 muertos y 80 heridos en el motín de la cárcel de Guayaquil, de septiembre de 2021. Incluso debieron haber sonado las primeras alarmas en febrero de ese mismo año, cuando asesinaron a 79 reclusos en el mismo penal.
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Quizá porque ocurrió en una prisión muy conflictiva y porque pocos conceden importancia a peleas de reclusos, minimizaron el significado de tamaña carnicería. Se mataron entre los Choneros y los Triguerones, ligados a los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, y actuaron con enorme sevicia al decapitar y cortar extremidades a algunos presos.
Solo algunos analistas, como Fausto Cobo, director del Centro de Inteligencia Estratégica de Ecuador, acertó el diagnóstico: “Es un tema que va más allá del asunto penitenciario, es una amenaza contra el Estado ecuatoriano”. Pero no lo escucharon.
Desde entonces la inseguridad se volvió inmanejable, es la principal preocupación de los ecuatorianos y materia de debate entre los dos aspirantes a conquistar las urnas en unas elecciones que, sorprendentemente, no parecen interesar en Colombia.
Si uno repasara los medios nacionales, nadie diría que el domingo celebran unos comicios vitales para nosotros. Nos miramos tanto el ombligo que solo tenemos ojos para Trump y, si acaso, para Venezuela. Y nos jugamos demasiado aunque nadie lo creyera.
Ecuador se volvió una ruta clave del narcotráfico, por donde sale el 30 por ciento de la cocaína, en especial desde el golfo de Guayaquil y el puerto de dicha ciudad. Compartimos 586 kilómetros de una frontera tan peligrosa como porosa, que ninguno de los dos países controla.
Si ganara la Rana René, como el propio Rafael Correa llama a su títere, tendríamos en Carondelet un vecino tan radical, resentido y enloquecido como el que manda en Palacio de Nariño. Porque Luisa González, aparte de su insultante mediocridad, no es sino la marioneta del secuestrador y corrupto que se fugó a Bélgica.
Una de sus soluciones estrella para frenar la espiral de violencia es la creación de una suerte de ejército popular de 20.000 integrantes. Los bautizó gestores de paz, cobrarán la mitad del salario mínimo y se ocuparán de asegurar sus comunidades de la mano de la policía. Es decir, en lugar de confrontar al crimen organizado, que ya domina regiones como Manabí, Correa piensa en contar con grupos similares a los guardianes de la revolución cubanos y los colectivos chavistas que lo atornillen en el poder.
Pensará, como Petro con el ELN, que como los narcos obligarán a votar por su títere, porque les interesa que gobierne el correísmo, sellará luego algún acuerdo chimbo con apariencia de paz total.
Y no olvidemos que Rana René anunció que reconocerá la presidencia de Maduro, que adoran al castrismo, que Correa tiene un programa en la televisión de Putin y es aliado de Irán. Y que, durante su gobierno, protegió a las Farc y frenó la erradicación de los cocales en la zona fronteriza del Putumayo.
Ni dejemos de lado que está denunciado por ser el cerebro del secuestro en Colombia de Fernando Balda, su crítico más acérrimo. La Corte Nacional de Justicia lo llamó a juicio, pero el expresidente huyó. Si ganara su servil marioneta, abusarían del poder del Estado para sepultar con trampas sus casos.
“Ella misma ha dicho públicamente que quiere contratar a Rafael Correa como su asesor si llega a la presidencia”, me dice Balda. “Mientras Ecuador necesita apoyo internacional para enfrentar al crimen organizado y fortalecer su democracia, Luisa propone alianzas con dictaduras como Venezuela, Nicaragua y Cuba. Eso no solo aislaría a Ecuador, sino que facilitaría el avance del crimen y la descomposición institucional”.
Aunque su rival no sea el ideal, al menos Daniel Noboa garantiza el repudio a las dictaduras y a los grupos armados, y la alianza con el mundo libre.