
Opinión
Las 453 páginas de la infamia
453 páginas de decepcionante apología de la barbarie.
Deberían pasar 20 años presos. El máximo que puede fallar el tribunal que la mitad del país creó a su medida. La otra mitad se opuso, incluso ganó el plebiscito, aunque la alianza del santismo, el centro político y la izquierda no respetó la voz de las urnas.
Pero eso ya es pasado, aunque conviene recordarlo cuando reaparece la actitud displicente del antiguo mando de la guerrilla frente a una verdad que desnuda su crueldad infinita. Ya en su día, en Cuba, los críticos advirtieron de la escasa voluntad real de paz de buena parte de la cúpula subversiva, contrario a las excesivas concesiones que recibían. Ahora volvemos a constatarlo.
Las 453 páginas de la defensa de los antiguos miembros del Secretariado que no formaron ninguna disidencia es un canto a la hipocresía y una pétrea resistencia a aceptar que devastaron innumerables vidas de niños y adolescentes.
Nada justifica utilizar menores de edad para causas terroristas por muy injustas que sean las sociedades que atacan. Y a Colombia no la regía una dictadura y ni siquiera contaban con el favor del pueblo: en todas las encuestas el repudio a las Farc superaba el 95 por ciento. De ahí que, cuando acudieron a las urnas, obtuvieron unos escuálidos 50.000 votos.
Lo más leído
El tiempo, además, dio la razón a la inmensa mayoría que rechaza el uso de las armas: Gustavo Petro, exguerrillero y redomado ultraizquierdista, que apoyan Timochenko y su partido, llegó al poder sin pegar un tiro. El gobierno de derecha garantizó la sucesión pacífica, como corresponde a un Estado de derecho. Quedó patente que ni hubo ni hay lugar para aventuras belicistas.
“Consideremos que es de suma importancia que se reconozca el contexto en que Farc-EP realizaron el reclutamiento de menores de edad como producto de la finalidad de una organización que era la toma del poder mediante las armas, el derecho a rebelarse y la historia del surgimiento de las Farc-EP como ejercicio de un derecho y no de un propósito violento contra el pueblo o para cometer crímenes internacionales”, anotan en la página 145.
El enmarañado párrafo, que no es sino una reiteración de peregrinas justificaciones, refleja el pavor de los viejos comandantes a quedar bajo el escrutinio de los tribunales internacionales. A pesar de que la JEP no numeró el reclutamiento de niños como el caso 01 y lo dejó en el 07, para la justicia planetaria no hay peor crimen que abusar de la inmadurez de los pequeños para sumarlos a una guerra. Encima los sometieron a torturas que tampoco reconocen como una práctica habitual, sino que descargan la responsabilidad en los mandos medios que, alegan, se desviaron del recto camino. Como si el todopoderoso Secretariado no hubiese podido acabar con unas prácticas mil veces denunciadas en su más de medio siglo de actividad criminal.
Por si no fuese suficiente cinismo, aseguran que en las Farc-EP reinaba la democracia interna, y las medidas más duras eran avaladas por los máximos órganos de gobierno, que incluían a la “guerrillerada”.
Ni siquiera admiten que obligaban a abortar hasta fetos de ocho meses o que los fusilamientos tras fugas frustradas y posibles desertores eran una práctica que los máximos comandantes nunca atajaron. El mero hecho de que un adolescente reflejara tristeza podía suponer someterlo a un consejo de guerra por sospecha de posible deserción. Pero, en lugar de agachar la cabeza por el peso de la conciencia, en vez de sentir un remordimiento sincero, angustioso, de los que quitan el sueño, contraatacan con un gesto despectivo, arrogante, 453 páginas de decepcionante apología de la barbarie.
“Reducir la maternidad a la capacidad biológica de gestar es reproducir una visión esencialista y limitada que invisibiliza la complejidad y diversidad histórica, política y subjetiva de maternar o paternar”, leo en una de las páginas dedicadas a tirar balones fuera al abordar la política fariana de obligado control de natalidad.
“En consecuencia, afirmar que la imposibilidad de gestar equivale a la negación del maternar o del paternar es una conclusión teórica insostenible que desconoce las múltiples formas en que esas prácticas pueden desplegarse, especialmente en contextos de guerra. Este enfoque permite superar lecturas biologicistas y normativas, reconociendo la pluralidad de experiencias vinculadas a maternar o paternar sin imponer modelos uniformes sobre lo que estas deben ser”.
Con ese lenguaje enrevesado (que reproduzco textual) y teorías peregrinas, rellenan páginas y páginas en un vano intento por evadir las culpas de exjefes guerrilleros en crímenes de lesa humanidad. Para su fortuna, casi nadie lo leerá y tampoco es que sea una cuestión de preocupación nacional. Ni creo que la JEP vaya a aplicarles las penas que merecerían.
Si acaso, y no es seguro, el país no les brindará otro periodo más en el Legislativo. Pero podrán seguir sus cómodas vidas sin arrepentirse del legado que dejaron: 5 disidencias de las Farc-EP y todas reclutan menores de edad.