Salud Hernández

Opinión

Las mentiras y los excesos de siempre

No siento el menor respeto por Leyva, pero su carta, como las confesiones de Benedetti que luego intentó negar, describe una realidad inocultable.

Salud Hernández-Mora
26 de abril de 2025

No sé qué es peor, si la constatación de las adicciones del presidente, vía misiva de un exministro que supuestamente era de su confianza, o su falaz relato de la prolongada ausencia parisina. Porque justificar una injustificable desaparición con otra mentira no tiene presentación y devela, una vez más, el absoluto desprecio de Petro por el prójimo y por la verdad. Y la falta de respeto hacia su propia familia.

Que el presidente, en un viaje oficial, se fuera de rumba en París sin previo aviso y dejara en la calle a la comitiva que lo acompañaba, ya era de sobra conocido. Intuimos entonces que estaría atrapado en su confesada adicción al café y a la rumba desbocada, aunque esto último, sugerido en la carta, no lo admite aún. Ahora Leyva, supongo que preso de un infinito rencor por sacarlo como a un perro de una cancillería que creía vitalicia, destapa la caja de los truenos y genera una famélica crisis. Porque, seamos realistas, nada tiene consecuencias en una presidencia acosada por los escándalos de toda índole.

Da igual si un día conocemos que el hijo no criado recaudó millones en efectivo para la campaña, sin reportarlo, y lo empleó en vivir sabroso; si otro nos enteramos de que alias Papá Pitufo le regaló 500 millones y, aunque juraron devolverlos, nunca lo hicieron; o si compraron senadores y congresistas con plata destinada a aliviar la sed de La Guajira.

En cuanto al alargado paseo parisino, son varios los episodios que desnudan la calaña de esta presidencia.

1) El Palacio de Nariño, sin un átomo de pudor, mintió al país. Adujo que expandían dos días la estancia en la capital francesa porque Petro quería conocer la fábrica de los caza Dassault Rafale, una opción para renovar la flota de la FAC. Jamás acudió a dichas instalaciones.

2) La comitiva que acompañaba el desplazamiento presidencial fue citada en la embajada colombiana en París, a las diez de la mañana del sábado 25, para salir hacia el aeropuerto. La agenda oficial había concluido el día anterior.

Como es habitual, ya habían entregado el equipaje para tener todo listo para despegar en cuanto llegara el presidente.

A Petro le valió cinco dejarlos esperando horas hasta que les dijeron que no partirían ese día. Más de un medio de comunicación alternativo, que apoya el petrismo del cambio, no contaba con plata para alojamiento y comida otras dos jornadas.

El embajador santista, Alfonso Prada, tuvo que alojarlos y alimentarlos como pudo en la sede diplomática.

Después comentaron que hubo una especie de pacto de silencio entre los periodistas, puesto que es bien sabido que, si te vas de la lengua, te sacan del parche viajero.

3) Petro y su camarilla protagonizaron un nuevo hecho de incoherencia mayúscula. Mientras las preguntas de su consulta populista pretenden ser un canto a los derechos laborales de los trabajadores más desprotegidos, el presidente actúa como esclavista pura sangre.

¿Acaso pensó en las decenas que dejó metidos en París cuando decidió divertirse un fin de semana sin avisar a nadie? ¿Le importó que alguno tuviese una reunión familiar importante o un trabajo que realizar el domingo? ¿Por qué alargó unas 32 horas las jornadas laborales de todos ellos? La mayoría trabajaba el lunes, sin tiempo de descanso. Y no creo que Petro prestara la cama del avión presidencial donde él puede dormir a pierna suelta.

4) Tanto que manifiesta su repudio por los lujos, los dueños de jet privado y los ricos desalmados, sus hechos demuestran que adora las formas de vida que critica. Dispone a su antojo del avión presidencial, que costean todos los colombianos, y trata a sus empleados como esclavos.

5) También se la pasa clamando por la austeridad. Pero le valió cinco que el erario cubriera el despilfarro del caprichoso aplazamiento del retorno a Bogotá.

Por si fuera poco, y para desmentir a Leyva, vuelve a mentir al reivindicar su derecho a estar con su familia en París y visitar parques y monumentos. Es decir, incluso si fuese cierto, que no parece que lo sea, está dispuesto a maltratar a empleados y a mentir con total desfachatez.

No satisfecho con encubrir con falsedades los excesos que cometió, según Leyva, permite que una de sus hijas las secunde. Es el ejemplo de transparencia y sinceridad propio de la extrema izquierda.

6) Al igual que hizo en Panamá, donde utilizó un viaje oficial para propinarle una bofetada pública a su esposa y dejar mal parado a Colombia ante los ojos de su anfitrión, en Francia ofreció la imagen de presidente bananero.

Por supuesto que en el Elíseo se enterarían de sus andanzas y de la mentira de la visita a la fábrica. Quedó como un irresponsable más, al estilo del funesto rey de Marruecos.

No siento el menor respeto por Leyva, pero su carta, como las confesiones de Benedetti que luego intentó negar, describe una realidad inocultable. Así nos va.

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