JORGE HUMBERTO BOTERO

Opinión

Las orejas del lobo

Un buen revolucionario jamás desiste.

Jorge Humberto Botero
24 de junio de 2025

En la superficie, el propósito del ‘decretazo’ consistía en convocar al pueblo para “recuperar” unos derechos que a los trabajadores se les habían “arrebatado”, una manera sesgada de plantear un problema complejo: hasta qué punto medidas que encarecen el empleo contribuyen a aumentarlo, en particular el de naturaleza formal, el único que confiere al trabajador acceso a la seguridad social, a un salario decente y al amplio cúmulo de beneficios adicionales.

Es este un asunto crucial: la tasa de informalidad es del 56,8 % de la población ocupada, fenómeno que afecta con mayor intensidad a las zonas rurales donde la informalidad alcanza el 84,7 %. Estas cifras son muy superiores a las que registran otros países que tienen legislaciones laborales menos onerosas. No es coincidencia.

Para que tener un empleo sea, en realidad, un derecho, no una mera expectativa que depende de los empresarios, que lo ofrecerán si les resulta rentable, tendría que adoptarse esta propuesta de la campaña petrista de 2022: el Estado será empleador de última instancia; si alguien carece de trabajo, el Gobierno lo empleará. De este privilegio gozan numerosos petristas bien conectados; a los demás ciudadanos carentes de empleo les toca esperar.

Sirva de consuelo que la política social del actual Gobierno es parte del repertorio tradicional de la izquierda progre desde hace más de cien años. La aplicó en Francia el Frente Popular entre 1936 y 1938 bajo el liderazgo de León Blum. Los resultados fueron fatales. La debilidad económica que generó fue decisiva para el colapso de la República en 1940 ante la avalancha nazi. Raymond Aron, quien con tanta agudeza observaba los acontecimientos, se asombraba de la profunda ignorancia del gobierno en materias económicas.

La razón, entonces como ahora, es el desprecio a sus leyes inmanentes: la regulación puede doblegar solo algunas; la intervención estatal no es omnipotente. En fin, ahí vamos. Los camaradas son muy indulgentes con sus fracasos.

Una vez fulminado el ‘decretazo’ por el Consejo de Estado, el Gobierno se apresuró a derogarlo con fundamento en que ya no lo requiere para presionar al Congreso y para evitar debates desagradables como el que afrontó el ministro de Justicia con el profesor Mauricio Gaona.

Las conclusiones de ese ejercicio fueron claras: 1) el control constitucional es un elemento esencial del Estado de derecho; 2) su ejercicio corresponde exclusivamente al poder Judicial; 3) el presidente ha intentado desconocer la división de poderes, un elemento indispensable del constitucionalismo democrático; 4) lo que Petro denomina “bloqueo institucional” no es nada distinto al ejercicio de la oposición política. Uno de los dos contendientes ganó cuatro a cero. El que quedó de segundo se consolará pensando que “perder es ganar un poco”, como dijo el profe Maturana.

Teníamos el pálpito de que el ‘decretazo’ era, en el fondo, una estrategia para agitar a las masas petristas y entrar a saco en los recursos estatales con el fin de financiar las campañas del año entrante, pasos idóneos para lograr la anhelada revolución social.

Hoy no hay duda. El pueblo será convocado en los comicios de marzo para que adopten un “mandato imperativo” (¿habrá alguno que no lo sea?) dirigido a las nuevas autoridades a fin de construir, a través de una constituyente, “el Estado social de derecho, la justicia social, la democracia profunda con las gentes, la paz”, sentenció Petro. Como esto mismo es lo que dispone la Carta que nos rige, es evidente su fracaso. ¿A la basura con ella?

Conocido el designio, vienen las discusiones del cómo y el para qué se procurará expedir una nueva Constitución. En cuanto al procedimiento, lo esencial es sacar del camino al Congreso, que es en donde, según la Constitución, comienzan los procesos para reformarla con la participación de una asamblea de origen popular.

Para lograr ese torvo objetivo es menester el ‘decretazo 2.0′ que se expediría dentro de unos meses. Nos facilitaría mucho la tarea a los opositores si lo redacta el jusfilósofo Montealegre, lo defiende el jurista Benedetti y lo promueve ante las comunidades LGBTI+ el pastor Saade; los tres mosqueteros al servicio de un rey enajenado en esta divertida parodia de la novela de Alejandro Dumas.

Por lo que refiere a los fines de la nueva carta, Petro la envolverá en una confusa retórica populista (por favor, escríbala un domingo a la madrugada) aunque, como eso no basta, tendrá que proponer reformas a las instituciones y al modelo económico. Les doy algunas pistas:

  • Autorizar la reelección presidencial y ampliar la duración del mandato.
  • Dar al presidente la capacidad de disolver el Congreso y convocar nuevas elecciones.
  • Eliminar el concepto previo del Senado para la realización de consultas populares.
  • Facultarlo para que se abstenga de sancionar las leyes que considere inconvenientes.
  • Disponer la elección popular de magistrados y jueces.
  • Asignar al Gobierno el nombramiento y remoción de los directores del banco de emisión.
  • Disponer que el fiscal general y el registrador sean elegidos directamente por el presidente.
  • Centralizar en el Estado la prestación de los servicios públicos, incluidos los financieros, la salud y la energía.
  • Ordenar que los recursos del subsuelo sean explotados directamente por la Nación.
  • Establecer que el Gobierno definirá las tasas máximas de incremento de los precios, e impondrá las sanciones pertinentes.
  • Reconocer la libertad de prensa únicamente cuando se promuevan los intereses populares.
  • La educación en todos los niveles y entidades será gratuita.
  • Los tratados de comercio e inversión solo conservarán vigencia si son benéficos para el pueblo.
  • Solo se autorizarán importaciones para suplir fallas en la producción interna.
  • Los oficiales superiores de los cuerpos armados serán designados por un comité de oficiales retirados elegidos por el presidente.
  • En todas las entidades públicas se establecerán cupos de empleos para las madres cabeza de familia, indígenas, afrocolombianos, campesinos, dirigentes sindicales, desmovilizados de los grupos armados y exministros del actual Gobierno.

A quien tenga dudas sobre la coherencia de estas propuestas con el ideario petrista, lo invito a que lea su programa presidencial Colombia, potencia mundial de la vida; a que tenga claro que la manipulación del lenguaje es un instrumento fundamental para demoler las democracias; y a que mire el vecindario…

Aforismo. De autor anónimo: “Los sabios buscan la sabiduría; los necios creen haberla encontrado”.

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