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Opinión

Libertad, libertad, libertad

La oposición cometió un error y no estuvo lista para combatir la previsible narrativa de que había sido una negociación.

Francisco Santos
10 de mayo de 2025

La operación de rescate de los cinco miembros de la oposición venezolana refugiados en la Embajada de Argentina en Caracas me regresó en el tiempo. Recuerdo ese 2 de julio de 2008, cuando se bajaron de un avión Ingrid Betancourt, secuestrada por las Farc en 2002; Marc Gonsalves, Keith Stanswell y Thomas Howes, contratistas americanos secuestrados por las Farc en 2003; y 11 policías y militares secuestrados en 2008 y en 2009 por esa misma organización terrorista.

El orgullo, la sorpresa, la felicidad y, sobre todo, las consecuencias de esta acción que dirigió con detalle el presidente de Colombia de entonces, Álvaro Uribe, regresaron con la misma fuerza a mi alma y, la verdad, a mi corazón cuando me enteré de esta operación en pleno centro de Caracas, que a todas luces parecía imposible de ejecutar.

Sé lo que es estar secuestrado, y los miembros de la campaña de María Corina Machado refugiados en la embajada argentina lo estaban. Los rodeaban cinco retenes de las dos fuerzas represoras de la dictadura, el Sebin y la DGCIM, les cortaron la luz y el agua, y ese año de secuestro ya pasaba factura de cobro en la salud de varios de ellos. Es más, uno de los refugiados, Fernando Martínez Mottola, ante quebrantos de salud salió de la embajada, se entregó al régimen y murió dos meses después. Esa era la condición de los secuestrados por esa autocracia.

La operación Jaque se llamó y, como el rescate de Caracas, se dio sin un tiro. Fue una operación de engaño, de penetración y de inteligencia con unos efectos políticos que no solo elevaron la popularidad del presidente a cerca del 80 por ciento, sino que mostraron qué tan penetradas estaban las Farc, aceleró su desgaste interno y político, y cambió la narrativa internacional. Las Farc no solo habían perdido las joyas de la corona, que era el valor de esos secuestrados, sino que su imagen internacional pasó de ser una guerrilla política a un grupo terrorista torpe.

Es cierto que el siguiente presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, entre otras, se opuso a la creación de un cerco humanitario por parte de las Fuerzas Armadas en caso de que la operación saliera mal, pero fue desautorizado por Uribe, quien le dio el visto bueno y le dijo al mando: yo “asumo la responsabilidad”, desechó esos logros institucionales de la democracia colombiana y no solo le dio legitimidad a la lucha armada, sino que también recuperó la imagen de las Farc con su proceso de paz. Sin embargo, la historia poco a poco se ha encargado de corregir esos errores que, con lo de Caracas y la violencia que hoy vivimos los colombianos con las supuestas disidencias de las Farc, muestran cuál es el camino correcto y cómo se deben hacer las cosas.

Los efectos en Venezuela apenas se comienzan a ver. El primero que debe tener muy preocupados a Maduro y su cleptocracia es que los infiltraron hasta el más alto nivel. Ya se ven las reacciones de terror y de paranoia con los arrestos y allanamientos que están haciendo. Queda muy claro con esta operación que solo hay dos Fuerzas Armadas en Venezuela: las que reprimen, violan los derechos humanos y van a sufrir las consecuencias si no lo entienden ya, y las que no quieren tener nada que ver con este horror de lo que pasa y que ahora no están solas, pues ya hay capacidad operativa para sacar a los mafiosos del poder. Solo hay una pregunta: ¿los primeros se quieren salvar o se van a hundir con el barco de Maduro, Cabello, Padrino y compañía?

Eso sí, la oposición cometió un error y no estuvo lista para combatir la previsible narrativa de que había sido una negociación. La verdad, esa mentira alcanzó a calar dentro de las fuerzas militares y debería haberse anticipado. Ojalá la entrevista de María Corina con Gladys Rodríguez del jueves en la noche le ponga freno a esa deslegitimación de la “operación Guacamaya”, como se le llama a ese gran éxito militar. Una lección para el futuro: tener la reacción prevista neutralizada con gran organización en redes sociales.

El otro efecto que ya se da es el de la incertidumbre. Si pudieron ir por unos en la embajada, quién dice que no pueden ir por otros en distintos lugares o con distinto tipo de protección. Si lograron evitar cinco retenes, o alcabalas, como les dicen en Venezuela, es más fácil hacerlo con unos anillos de seguridad. Sería muy bueno que Maduro, quien está en Rusia, se reuniera con su colega Asad, de Siria, para que le contara cómo es de fácil el desmoronamiento de una dictadura y cómo Rusia lo ayudó a salir.

Esta operación, por cierto, manda dos mensajes a dos públicos claves en el desenlace que va a tener esta dictadura. El primero es para los que se quieren salvar de lo que viene; militares y alacranes como Capriles, Maduro y su cleptocracia ya no tienen aliados en Estados Unidos, como lo fue Juan González durante la administración de Joe Biden. No hay salvavidas si no toman decisiones.

El otro es para esos millones de venezolanos que quieren regresar a su país, los que están allí, pero quieren vivir en libertad y prosperidad, y los que amamos la libertad y luchamos por ella: EL FIN ESTÁ CERCA Y NO PODEMOS BAJAR LA GUARDIA.

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