Opinión
Locura es hacer lo mismo y esperar resultados diferentes
La felicidad es fruto de las buenas elecciones, las buenas elecciones son fruto de la experiencia y la experiencia es fruto de las malas decisiones.
En mi práctica como coach de vida, me encuentro cada día con cientos de almas que expresan una y otra vez la insatisfacción que sienten en su vida cotidiana, la mayoría de las personas están buscando la felicidad afuera en el mundo y pasan por el camino de la existencia insatisfechas y frustradas por no encontrarla.
«Conócete a ti mismo». Estas eran las palabras que aparecían inscritas en el templo de Apolo en Delfos. Fue Platón quien a través de sus diálogos nos llevaba a este pensamiento reflexivo, el cual yo complementaría con la siguiente frase:
“Reconoce tus errores, tus caídas y descalabros emocionales, toma distancia de ellos y siente de nuevo el dolor que te causaron, o el dolor que tú causaste, con el propósito de que comprendas aquello que debes transformar y cambiar en tu interior”.
Hay dos tipos de sufrimientos, el dolor fértil, que te deja un crecimiento, una evolución y un aprendizaje, o el dolor vacío, el que te rompe una y otra vez, pero que al final se queda en la superficie de la piel del alma sin llevarte la transformación y la liberación que necesitas.
Tendencias
¿Qué está sucediendo en tu interior hoy? Mientras lees estas líneas, pregúntate: ¿de qué estás harto? Y recuerda que tu felicidad es fruto de tus buenas elecciones, tus buenas elecciones son fruto de tu experiencia y tu experiencia es fruto de tus malas decisiones, entonces ¿qué elecciones y decisiones necesitarías modificar para alcanzar la felicidad que tú estás buscando?
En el Oráculo de Delfos, en Grecia, antes de plantear cualquier consulta a los dioses, se invitaba al viajero a dar una mirada a su interior con el propósito de comprender su propia esencia. Este, y no otro, sigue siendo el punto de partida para comprendernos a nosotros mismos, pues ese será el punto de partida hacia nuestra transformación y liberación.
En ocasiones parece que fuéramos masoquistas emocionales carentes de memoria sentimental, pues hemos vivido experiencias desgarradoras que no nos han servido de nada, tanto en el ámbito colectivo como en el personal.
La pandemia tenía el propósito de transformar a nuestra sociedad en una más humana y en lugar de lograrlo se volvió más agresiva y beligerante.
Los conflictos de pareja y el dolor que esto conlleva deberían conducir a las almas a luchar por el amor que nace del espíritu y, en cambio, las lleva a la destrucción de sus vínculos, dándole el protagonismo al ego, dejándolo gobernar sus vidas y sus decisiones.
Hoy tuve un encuentro con un gran ser humano, un sabio doctor que dedica su vida a sanar y acompañar a pacientes con diagnósticos graves en el área gastrointestinal.
En mi consulta por mi condición de salud, me compartió sin revelar la identidad de su paciente, cómo estaba apoyando un dramático caso de una joven mujer, quien, desde hace más de un mes, batallaba entre la vida y la muerte en la unidad de cuidados intensivos, hasta el punto de que ella misma, en medio de su agonía y cansancio, le suplicó que la dejara morir. Yo sentí un corrientazo que recorrió mi cuerpo y mi alma, pues he estado en ese lugar varias veces, sin embargo, nuestra poderosa fuerza del espíritu humano, al final de los combates físicos y emocionales, siempre gana nuestras más duras batallas.
Estas experiencias existenciales nos llevan a replantearnos dramáticamente el modo como estamos viviendo o a veces sobreviviendo, lo triste y paradójico es que vivimos como robots sin alma y que mientras no somos felices por banalidades o por nuestras equivocaciones y malas decisiones; nos olvidamos de quienes en este mismo instante están en los hospitales luchando atados a una máquina, en las trincheras de las guerras con las balas incrustadas en sus cuerpos moribundos o en la melancolía de una triste habitación muriendo de angustia y soledad.
Hay muchos tipos de agonía en nuestro trasegar por el camino de la vida, las que azotan y desgastan nuestro cuerpo y las que desgarran y queman el alma.
También podemos construirnos una vida serena y sosegada, cambiando de modo contundente nuestro modo de vivir, ordenando nuestra jerarquía de valores y renunciando a todo aquello que nos arrebata la paz interior.
Si fuéramos capaces de salir de la anestesia emocional, si espabiláramos y en lugar de hacer la lista de las verduras y las frutas que nos faltan en el refrigerador, hiciéramos la lista de las acciones y decisiones que debemos tomar cada día para cambiar nuestra vida, quizás así podríamos resucitar de esa vida que en ocasiones parece más agonía que vivencia profunda del alma.
¡Te estás engañando! Tu infelicidad no es culpa de Dios, ni del destino; tu insatisfacción no nace de las circunstancias externas que te rodean, puedes tener heridas profundas del alma, puedes tener traumas de tu infancia, quizá te han lastimado y no te han valorado, pero siempre tendrás la libertad de elegir la actitud con la que afrontas las preguntas que te hace la vida a través de cada circunstancia.
Yo te invito a que, en lugar de tomar pastillas, ¡tomes decisiones! ¡Cambia lo que has venido haciendo igual desde hace tiempos que no te da resultados!
La vida no te persigue para lastimarte, la vida te convoca a que, a pesar de la hostilidad del mundo, comprendas que tu libertad será real cuando aprendas a bajar del refugio de tu alma, te atrevas a trasegar por el mundo de tinieblas que te rodea y aun así puedas mantener tu propia luz; no olvides que buscándola en otros o fuera de ti corres el riesgo de que tu luz propia se apague.
Mi píldora para el alma
Suelta las creencias y las barreras internas que te encadenan, desbloquea tu potencial tomando las decisiones que tu vida necesita para tener los resultados que tú te mereces; tu felicidad depende sólo del cambio que hagas en tu interior.