Opinión
Los pasados gobiernos no hicieron nada
Ese estilo de gobierno, que solo recaba el pasado para denigrarlo, despreciando el conocimiento y las experiencias acumuladas; sólo está condenando a su gente al desastre, a la hecatombe.
De tanto repetir un argumento se transforma en verdad. En estos tiempos de la posverdad muy pocos contrastan lo que se dice y cientos multiplican el mensaje: Son parlantes sin disco duro. No es nuevo, así se ha escrito parte de la historia oficial. Los egipcios, por ejemplo, llenaron las paredes de palacios y templos con odas a sus gobernantes que nadie podía contrastar. Así mismo, los soviéticos nos vendieron —por décadas— una historia de bienestar derramado por un Estado centralizado que se derrumbó en cuestión de días como un castillo de naipes. Por estos tiempos también en China le está viendo la dura cara a las “verdades” de sus gobernantes.
En Colombia atravesamos esa misma situación. El discurso del actual gobierno cada vez se concentra más en los pasados gobiernos y en el retrovisor. Una narrativa que se construye en dos tramos: uno, dedicado al pasado gobierno, que busca siempre escudar las fallas de gestión o los malos resultados que con creciente frecuencia le han venido estallando. Dos, más estructural e ideologizado, que busca justificar el proyecto político. Se dirige hacia los “pasados gobiernos”, asimilándolos a una supuesta derecha oligárquica, recalcitrante y explotadora. Su objetivo es estigmatizar, para justificar; y señalar, para convencer.
Se juega con la ventaja de la inexistencia del contrafactual. Pocos resultados de este gobierno serán palpables en los dos años que le restan. Muy especialmente, en los efectos sociales de sus decisiones y políticas. Lo cual les proporciona una gran libertad para atacar, sin que sea posible utilizar su evidencia para contra argumentar.
Es necesario mirar al pasado y preguntarse si —a pesar de todos los fallos y problemas de los pasados gobiernos— estos no hicieron nada. Una inquietud relativamente fácil de responder para quienes tenemos cierta edad y vivimos varios de esos gobiernos. Pero los jóvenes aún no son conscientes de esa historia y toman esas narrativas sin beneficio de inventario.
Iniciemos este análisis evaluando la extrema pobreza: en 2001, el 21 % de los colombianos estaban situados bajo la línea de extrema pobreza. Al finalizar la pandemia (2022) solamente el 6 % de los colombianos se encontraban en esa categoría. Continuemos con otros indicadores de educación: A inicios del siglo XX, un colombiano no completaba un año de escolaridad; en 1975 alcanzaba los cuatro años y en 2020 —en promedio— se alcanzaron 10 años, ¡igualando a países como Chile y superando por 2 años a Brasil! Colombia lleva invirtiendo entre 15 y 16 % del gasto de gobierno en educación en las últimas cuatro décadas, mientras Argentina y Brasil redujeron el gasto al 12 % en 2020. Hace 24 años, tan solo el 2.2 % de los colombianos tenía acceso a internet y, en 2021, alcanzó el 73 %.
Pasemos ahora a las condiciones de vida. En 1940 la expectativa de vida de un colombiano era de 38 años, mientras que la de un estadounidense pasaba por 63.2 años —a pesar de la Primera y Segunda Guerra Mundial— y la de un argentino superaba los 56.5 años. En contraste, en 2020, un colombiano vivía 76.7 años —pese a la violencia— un estadounidense 79.0 y un argentino 77.0, respectivamente. Esto nos conduce a concluir que la expectativa de vida de un colombiano se duplicó en los pasados 80 años y la carga de enfermedad —años de vida perdidos por morir anticipadamente o discapacitarse— es hoy la segunda menor de Latinoamérica, después de Chile (2021).
Incluso, si vamos más allá, la reducción en la mortalidad materna es relevante: para 1990 alcanzó un registro de 108 muertes y para el 2020 reportó 63, por 100.000 nacimientos. Otro indicador para tener en cuenta es la proporción de niños colombianos con sobrepeso u obesidad que está creciendo como ocurre en la actualidad en la mayoría todos los países. En Colombia se situó en el 6 % mientras que en Brasil 10 % y Argentina 12.3 %, respectivamente.
Es cierto que Colombia ostenta una amplia inequidad en el ingreso en la población, consecuencia de problemas estructurales de empleo, informalidad y segregación de las mujeres. Pero también es una situación compartida con otros países de Latinoamérica. Brasil, México e incluso Costa Rica y Chile tienen altos índices de inequidad. Reducirla debería ser una prioridad imperativa en nuestro país. No obstante, eso no lo va a lograr ningún gobierno aisladamente y menos con políticas que afecten a las empresas, la competitividad y la productividad, como sucede en la actualidad en nuestra nación.
Que los gobiernos anteriores no hicieron tanto como se debía, quizás, pero es bueno que recordemos aquí una frase del Premio Nobel de Economía, Angus Deaton (2015): “Es demasiado fácil descartar a las fuerzas que triunfaron en el pasado, enfrentando terribles contratiempos…, pero existe una enorme acumulación de conocimiento útil, que no podrá resolver todo, pero no se puede perder”.
Ese estilo de gobierno, que solo recaba el pasado para denigrarlo, despreciando el conocimiento y las experiencias acumuladas; sólo está condenando a su gente al desastre, a la hecatombe.
*Todos datos de diferentes fuentes que fueron recogidos y pueden ser contrastados en https://ourworldindata.org/