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OPINIÓN

Héctor Schamis

María Corina Machado: Nobel de Venezuela, la esperanza de todo un continente

Tantos años enfrentando una frívola descalificación ideológica, la lucha de María Corina ha sido siempre por principios.
18 de diciembre de 2025, 11:00 a. m.

“Los regímenes autoritarios aprenden unos de otros. Comparten tecnologías y sistemas de propaganda. Detrás de Maduro están Cuba, Rusia, Irán, China y Hezbollah, proporcionando armas, sistemas de vigilancia y recursos de supervivencia económica. Hacen que el régimen sea más robusto y más brutal”.

Son palabras de Jørgen Watne Frydnes, presidente del Comité Noruego del Nobel, pronunciadas en la entrega del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado. Nunca mejor dichas, por la ocasión, por la profundidad moral de los conceptos y por la precisión del diagnóstico. Como si hubieran sido escritas por la propia María Corina, expresan un replanteo doctrinario más que saludable. El mundo debe escuchar. La denuncia con nombres propios deja claro quiénes son los enemigos de la paz, en Venezuela y en todas partes.

Pues Occidente no siempre tuvo similar firmeza ante ellos. No siempre entendió que el apaciguamiento no es sinónimo de paz, sino que, más bien, son antónimos. La historia lo demuestra. Mientras sus tanques recorrían las calles de Budapest y Praga, la Unión Soviética organizaba una variedad de “conferencias internacionales de paz”. Eran transmitidas en 70 idiomas por Radio Moscú, el instrumento oficial de propaganda del Partido Comunista durante la Guerra Fría. Europa era su audiencia.

Hoy Rusia está presente en Venezuela con equipamiento militar, asesores en espionaje y mercenarios de Wagner. Maduro lo retribuye apoyando a Rusia en la guerra contra Ucrania. Cuba, por su parte, no solo apoya la agresión rusa, también ha enviado un contingente de combatientes. Desde los años sesenta, Cuba ha sido la usina distribuidora de Moscú para el Tercer Mundo. Sus intervenciones militares en África, el Caribe y América Latina eran racionalizadas como “solidaridad revolucionaria” con movimientos anticoloniales. Pamplinas, Venezuela llevaba más de un siglo y medio de vida independiente cuando guerrillas venezolanas y tropas cubanas desembarcaron en la playa de Machurucuto, en mayo de 1967, con el objetivo de tomar el poder.

En cierto sentido, aquel intento de ocupación y toma del poder se concretó más tarde, con el chavismo. Desde entonces, el control aeroportuario, la confección del padrón electoral, la documentación ciudadana y la contrainteligencia militar, incluyendo la tortura de los oficiales en cautiverio, pasaron a estar en manos de oficiales cubanos. Cuba no solo está “detrás de Maduro”, está a su alrededor: su custodia está conformada por militares cubanos. Sin Cuba, Maduro habría caído hace tiempo.

Asimismo, si Cuba está detrás de Maduro, y el Comité del Nobel lo expresa con diáfana claridad, es improbable que hubiera otorgado hoy el premio al acuerdo entre el Estado colombiano y las Farc como en 2016, acuerdo patrocinado por el régimen cubano y negociado en La Habana. Pues, además, tampoco se logró dicha paz. Europa, en general, ha sido inconsistente en relación con Cuba y Venezuela, especialmente la socialdemocracia escandinava. Les ha creído su retórica progresista, soslayando que se trata de regímenes totalitarios, de partido único y que llevan seis décadas en el poder el primero y 27 años el segundo. Nada de eso es progresismo; el Comité Noruego del Nobel lo deja claro hoy.

El Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación (PDCA) entre la Unión Europea y Cuba ilustra el punto. Firmado en diciembre de 2016 y aprobado por el Parlamento en julio de 2017, dicho acuerdo financia proyectos por cientos de millones de dólares, muchos de ellos canalizados a través de agencias vinculadas a instituciones militares.

Ello redunda en más recursos para la élite militar; o sea, más violaciones de derechos humanos. Todos los Estados de la UE han ratificado dicho acuerdo, excepto Lituania. En 2023, el gobierno de Suecia expresó la necesidad de revisar el acuerdo en virtud de las continuas acciones represivas del Estado cubano.

Irán y Hezbollah, la organización paraestatal del régimen teocrático, también están detrás de Maduro. Un reciente informe de inteligencia producido por agencias federales estadounidenses revela un esquema de triangulación entre China, Venezuela e Irán. Describe una arquitectura financiera y logística diseñada por el chavismo para permitir a Irán lavar dinero y eludir sanciones. El resultado ha sido un flujo continuado de recursos que incluso habría contribuido a sostener el programa nuclear iraní.

Venezuela, bajo el chavismo, ha actuado como plataforma operativa de Teherán en América Latina. Ello ha incluido a organizaciones como Hezbollah y Hamás. Si bien con presencia en varios puntos críticos de la región, en ningún país del hemisferio la penetración del terrorismo yihadista ha llegado tan alto en la estructura del Estado como en Venezuela.

El día 10 de diciembre pasado, el “Consejo de Derechos Humanos” de la República Islámica de Irán se pronunció con motivo del aniversario de la Declaración Universal, exigiendo a la comunidad internacional que abandone los “enfoques políticos y de doble rasero” y cumpla de manera “real e imparcial” con sus obligaciones en esta materia.

El día 12, mientras María Corina Machado participaba en Oslo en diversos eventos relacionados con su premio, el régimen iraní encarceló a Narges Mohammadi, ciudadana iraní y ganadora del Nobel de la Paz 2023. Golpeada durante su arresto, fue trasladada al hospital. Si el hecho es vil, el mensaje político es infame.

Este Nobel de María Corina, y las contundentes palabras del presidente del comité, constituyen una reivindicación. Una reformulación doctrinaria que permite distinguir entre retórica y realidad, entre paz y apaciguamiento. Una suerte de “nunca más” a otorgarle el beneficio de la duda a dictadura alguna, regímenes que han demostrado sobradamente su naturaleza criminal. Los venezolanos en Oslo sentían alivio, se sentían reconocidos como nunca antes y su lucha finalmente legitimada por la comunidad internacional.

Tantos años enfrentando una frívola descalificación ideológica; la lucha de María Corina ha sido siempre por principios. Considerada de “extrema derecha”, cuando al mismo tiempo su gesta ha sido por la más fundamental forma de progresismo: la igualdad ante la ley. No ha sido una lucha por posiciones ideológicas, sino por valores: la libertad, el debido proceso, los derechos humanos y la soberanía popular expresada en el voto. El Comité del Nobel hoy lo reconoce y lo comunica al mundo. Sobre todo, lo comunica a la política exterior europea. Enhorabuena.

América Latina es tierra de democracias frágiles y dictaduras criminales. Las democracias no cooperan entre sí como deberían. Las dictaduras —Cuba, Nicaragua y Venezuela— lo hacen como rutina. Por eso el Nobel a María Corina es la esperanza de todo un continente. Es la ilusión que genera en todo aquel enfrentando a una dictadura. Es el poder pensar, tal vez sentir, que la libertad y la democracia no están tan lejos después de todo.



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