Héctor Olimpo Espinosa.

Opinión

Más coca, menos gas, menos petróleo: el costo de un modelo equivocado

Colombia enfrenta una peligrosa paradoja: mientras el mundo busca seguridad energética y sostenibilidad fiscal, el país avanza en la dirección opuesta, con menos petróleo y gas, y más coca.

Héctor Olimpo Espinosa
1 de julio de 2025

La política económica y ambiental del Gobierno ha limitado la exploración de hidrocarburos, la principal fuente de divisas, y ha desmantelado la erradicación de cultivos ilícitos. En 2024, los cultivos de coca alcanzaron 255.000 hectáreas, el nivel más alto registrado, y Colombia lidera el crecimiento mundial del mercado de la cocaína, según la ONU.

La suspensión de la aspersión aérea con glifosato, sin alternativas efectivas, ha causado más deforestación, más químicos ilegales en ríos y suelos, y más campesinos atrapados por grupos armados y economías ilícitas. En la Amazonía colombiana, se han perdido más de 500.000 hectáreas de selva en la última década, en gran parte debido a la coca.

Esta política no solo daña la naturaleza, sino que debilita la economía. El sector de hidrocarburos representa el 30 % de las exportaciones y el 18 % de los ingresos fiscales. Menos producción significa menos inversión, regalías y empleo.

La coca, al ser ilegal, no paga impuestos, pero alimenta la violencia, el desplazamiento y la desesperanza. En 2024, se registraron más de 7.000 asesinatos relacionados con economías ilegales y más de 200.000 desplazados.

Zonas como el Catatumbo, Cauca y Nariño viven tragedias humanitarias. Y al tiempo que avanza el tiempo sin soluciones de fondo para la primera de las regiones mencionadas, ya la Defensoría alerta sobre lo que se viene para el suroccidente del país en el frente humanitario. Lamentable.

El impacto humano es profundo: jóvenes sin oportunidades caen en redes criminales o sufren trastornos mentales. Se habla de transición justa, pero lo que se vive es un retroceso que sacrifica la legalidad, la salud mental y el equilibrio ambiental.

Colombia no puede avanzar destruyendo sus fuentes de desarrollo. Una transición energética es necesaria, pero debe ser técnica, planificada, justa y posible, sin condenar al país al caos. Debe erradicar los cultivos ilícitos y garantizar la preservación del medioambiente.

Más coca implica más violencia, deforestación, enfermedades y familias destruidas. Menos gas y petróleo significa menos seguridad energética, mayor costo de vida, menos inversión, tributos y programas sociales. Es más atraso, desigualdad y menos futuro para Colombia.