
Opinión
Mejor novela, imposible
El culebrón que más se ajusta a lo de Trump y Musk es Los ricos también lloran, por lo menos en el título, pues el drama es distinto.
Recuerdo de pequeño, de joven y hasta de adulto sentarme frente a la televisión para ver un culebrón o una telenovela en la que, si bien divertía, el final era tan predecible que en el primer capítulo ya se sabía quién era el malo o la mala, el bueno o la buena, y quienes iban a terminar juntos después de innumerables obstáculos y peleas. Recuerdo Topacio y Cristal, de Venezuela. Yo soy Betty, la fea o Pasión de gavilanes, de Colombia. Cuna de lobos y María la del barrio, de México.
Sin embargo, el mayor culebrón de la historia moderna lo estamos viviendo todos los habitantes de la humanidad, un éxito en ratings sin igual, en vivo y en directo, desde Estados Unidos con el enfrentamiento entre Donald Trump y Elon Musk. No creo, hasta hoy, que el más avezado libretista se habría imaginado un guion con estos personajes, con estos dramas y con este escenario que apenas comienza. Ciertamente, este lío apenas está empezando, pero la ruptura rápidamente pasó del alejamiento a la guerra nuclear. ¿Qué guionista se imaginó o se le ocurrió algo similar a lo que está pasando? Ninguno.
He visto muchas series sobre el poder presidencial en Estados Unidos, en las que muchas muestran cómo es esa relación de un presidente con sus funcionarios, sus amigos, la prensa y los enemigos. Se me viene a la cabeza House of Cards con un presidente, Frank Underwood, que usa el poder sin escrúpulos, manipula, presiona y así controla la prensa y a los aliados. En esta serie se muestra cómo el poder utiliza el chantaje, la amenaza y el beneficio hacia los medios, los lobbies y las empresas para lograr sus objetivos. Es claro en el uso despiadado del poder, pero le hace falta la otra mitad de la ecuación: un rival como Elon Musk, el hombre más rico del planeta.
La verdad, esta relación de amor-odio de Trump y Musk no es nueva en el escenario presidencial tanto de Estados Unidos como de otros países. Tampoco es exclusiva de los republicanos; los demócratas funcionan igual. La gran diferencia es que por primera vez en la historia todo lo que pasó y está pasando es público. Antes los chantajes, los negocios, las presiones, los castigos o los dividendos eran privados, así sus consecuencias fueran públicas al final.
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Hay muchos ejemplos. La pelea de Theodore Roosevelt y los barones ladrones que acabó con el Sherman Act, que obligó a John D. Rockefeller, JP Morgan, Andrew Carnegie y Cornelius Vanderbilt –entre otros– a vender parte de sus empresas y así acatar la ley contra los monopolios. La de Franklin D. Roosevelt contra Henry Ford y Pierre S. du Pont, o la de John F. Kennedy contra US Steel y otras acereras, a las que incluso mandó investigar en materia fiscal y penal. No sobra incluir a Richard Nixon y su pelea contra los grandes medios y los empresarios globalistas.
Ninguna fue tan pública como la de ahora y tiene tres razones fundamentales. La primera, el mundo digital donde todo se conoce en segundos, y millones y millones de ciudadanos tienen acceso a la información. La segunda, que el poder de la Casa Blanca hoy tiene rivales: la tecnología, las apps, los satélites, los algoritmos y las narrativas. No es casualidad que el debate tenga como escenario Twitter, como lo fue en el primer gobierno de Trump cuando Twitter le canceló la cuenta al entonces y actual presidente. Y la tercera es el enfrentamiento de dos titanes con una característica común: el culto a la personalidad que sobrepasa instituciones, partidos o ideologías tradicionales.
La verdad, el culebrón que más se ajusta a lo de Trump y Musk es Los ricos también lloran, por lo menos en el título, pues el drama es distinto. Pronto veremos qué más va a pasar, pero lo que el gran aliado de Trump, Steve Bannon, ha pedido, que investiguen el estatus migratorio de Musk, nos comienza a mostrar el camino que esta disputa va a tomar. Musk no se quedó atrás al pedir que destituyeran a Trump e hizo otras acusaciones tremendas. En esta bronca, ya no es pelea, los guantes ya quedaron en el suelo.
No era difícil predecir lo que iba a pasar en este novelón. Muchos incluso pensaron que esta ruptura se había demorado. ¿Los demócratas ahora van a empezar a comprar Teslas dado su odio por Trump? Nada es imposible en este mundo de ligerezas, donde esos sentimientos radicales son los que mueven las decisiones de los ciudadanos. Por ahora, a seguir sentados frente al televisor del siglo XXI, las redes sociales, para poder ver el final de esta fascinante telenovela que nadie se imaginó.
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Reapareció el avatar, Gustavo Petro, quien salió de su metaverso sin explicar dónde estuvo o qué hacía. Eso sí, de nuevo se victimizó, que es lo único que sabe hacer, y llamó a otra gran concentración más cercana a donde están sus aliados pagos, la minga, para ver si esta vez sí le funciona. Esto se va a empeorar por el desespero de quien hasta ahora no tiene nada que mostrar, fuera de sus delirantes discursos; sabe que el tiempo se le acaba. Hay que estar listos para la locura que se viene.