Enrique Gómez Martínez Columna Semana

Opinión

Meta y Maduro (y los contratos)

El poderoso Zuckerberg, anticipando vientos políticos de cambio que no podrá cancelar con sus “verificadores”, ha reconocido que puede haber censurado “accidentalmente” y por error en Facebook y sus otras redes el 1 % de las publicaciones en ellas realizadas por sus 3.200 millones de usuarios.

Enrique Gómez
13 de enero de 2025

Para los ‘intelectuales’ que dominan la prensa, la academia y los espacios de opinión, aquellos que se gratifican denominándose ‘liberales’, pero tienen sus querencias ideológicas en el socialismo light o son de izquierda ‘pero democrática’, la relación entre la censura y represión que el conglomerado digital Meta ha ejercido, posiblemente por más de una década, y la censura y represión que Maduro ha aplicado no existe.

Para estos adalides de la verdad ‘verificada’ por ellos, el contenido que no hayan etiquetado como ‘falso o engañoso’ es el que los usuarios digitales sí tienen el derecho de conocer. Predican con orgullo los ‘verificadores’ que, una vez ellos han etiquetado, el 95 % de los usuarios se abstiene de dar el clic. Reconocen abiertamente su propósito de censura y se regodean de su éxito. Alegan que ellos sí tienen La Ética —así con mayúscula— para recorrer las redes con sus ‘inspectores’ de contenido y decidir junto con sus propios algoritmos que puede o no leer o conocer el usuario.

Alegan que el usuario requiere de las etiquetas que eficazmente ellos aplican, porque hay procesos de desinformación a gran escala y que solo ellos pueden decidir que es conveniente o no para el ciudadano. Así tal cual como lo leen.

Se justifican, sin vergüenza ni asomo alguno de pudor, en que los enormes pagos hechos por Facebook, Instagram y Threads a cientos de oeneges de verificadores son indispensables para mantener ‘limpias’ las redes de falsedades que ellos mismos, desde su incuestionable autoridad moral y fáctica, logran develar y ‘taggear’ de manera redentora.

Este andamiaje vergonzoso de censura sistemática y sistematizada a través de algoritmos de cancelación había sido reiteradamente denunciado. Denuncias que a su vez fueron juiciosamente etiquetadas de falsas por los mismos censores hoy expuestos.

El poderoso Zuckerberg, anticipando vientos políticos de cambio que no podrá cancelar con sus ‘verificadores’, ha reconocido que puede haber censurado ‘accidentalmente’ y por error en Facebook y sus otras redes el 1 % de las publicaciones en ellas realizadas por sus 3.200 millones de usuarios.

El reconocimiento, incompleto e insuficiente, es abrumador. ¿Hace cuanto sucede esto? ¿Con qué criterio se censura? ¿Qué grupos e ideologías se censuran más? ¿Qué personas son las más censuradas? ¿En qué países y por qué motivos se censura más? ¿Se atienden directrices gubernamentales, empresariales o políticas en la censura de las redes?

Ninguna de estas preguntas es atendida por los ‘verificadores’ y sus aliados que, en un gesto de cinismo y desfachatez inaudito, salen ahora a reclamar airadamente que se mantenga la censura a su cargo en las redes y, claro, que se mantengan los jugosos contratos con los que se instrumenta.

Si el lector cree que exagero, debe leer una crónica especial de Natalia Tamayo Gaviria en el diario El Tiempo del pasado domingo 12 de enero. Esta pieza, que puede representar uno de los puntos más bajos de la libertad de expresión en la historia del periodismo colombiano, muestra de manera cándida o terriblemente cínica, la indignación por la noticia de que Meta desmontará, supuestamente, toda la estructura de censura y represión vigente.

En esta extensa nota o lamento, la editora dominical del aún considerado principal diario del país, aboga y patalea por la preservación de las estructuras de ‘verificación’ y lamenta su desmonte. Sugiere como causa del desmonte la sumisión del empresario Zuckerberg a la nueva presidencia de Donald Trump. En parte alguna, en momento alguno, esta persona —que posiblemente aplica los mismos criterios de censura que reclama para el sistema Meta— pone en duda la inconstitucionalidad de la misma, ejercida a través del bloqueo de contenidos por parte de ‘verificadores’ designados y financiados por la operadora de las redes sociales. El principio de libertad de expresión sometido a la ‘verificación’ de ella y sus pares nunca la preocupa. Tampoco le preocupa, a una de las principales editoras periodísticas del país, la parcialización de los ‘verificadores’ o el desarrollo por parte de estos de sus propias agendas políticas o sociales. La falta de idoneidad o conflictos de interés de los ‘verificadores’, ni siquiera asoman en su horizonte de preocupaciones. Acepta, sin chistar, la editora de El Tiempo, la excusa patética de Zuckerberg de que el desmonte del sistema de censura que implementó es necesario por ‘errores’ de los ‘verificadores’ que efectivamente restringieron la libertad de expresión.

En cambio, el quedan espacio y cuartillas a Tamayo para reclamar el avance del modelo “europeo de verificación” y censura y para reclamar que el Estado —me imagino que el colombiano que es tan confiable— promueva con este modelo más controles de contenidos y, supongo, más contratos para oeneges amigas, que si puedan decirnos a los usuarios que contenidos podemos o no podemos leer en nuestras redes sociales; si le queda espacio a la periodista para lamentar que se acaban en Meta los contratos para ejercer la censura adecuadamente como se venía haciendo.

Mientras tanto, el resto de la edición dominical de El Tiempo hizo cauterizados recuentos según los cuales ahora si empezaba la dictadura en Venezuela, desconociendo los más de doce años de dictadura del sindicalista y socialista Maduro, y la editora del diario en su protagónico se lamentaba por la llegada del “dictador” ¡a la presidencia de los Estados Unidos!

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