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Opinión

No bajar la guardia

La narrativa sigue siendo poderosa y los amigos pagos de Petro y su izquierda radical están ahí, prestos a defender su negocio y sus ingresos.

Francisco Santos
31 de mayo de 2025

Ya nos tiene acostumbrados el presidente Gustavo Petro a tirar la piedra y esconder la mano. Pasamos del “yo no lo crie” a que su mano derecha, el corrupto ministro del Interior, Armando Benedetti, dijera “ni el Gobierno nacional ni ninguno de nosotros puede convocar las huelgas”. Se le olvidó el discurso del mal llamado cabildo abierto de Barranquilla, donde con toda claridad Petro planteó este paro nacional.

Le salió mal, muy mal, esta demostración de fuerza a Petro y a sus aliados. ¿Será que no tuvieron la plata para los buses, los almuerzos y el pago de asistentes a las manifestaciones, como sucedió en Barranquilla, donde tuvieron que recoger hasta en el último rincón de la ciudad personas para llenar el evento? No importa. Lo cierto es que el desgaste de Petro se debe a que en casi tres años de gobierno no ha construido una obra y no tiene nada que mostrar. O sí, como dice la canción, “palabras, palabras, palabras”.

Las bodegas llegan hasta un punto y el ciudadano siente en carne propia la inseguridad, el estudiante siente cómo se le acaba la ayuda o el costo del crédito le subió, el humilde trabajador que quiere comprar vivienda ve cómo se le sube el costo del subsidio o cómo se le termina. Tres ejemplos. El presupuesto del Ministerio del Deporte pasó de 882.000 millones a 463.000 millones. El presupuesto del Icetex pasó de 5,6 billones a 3,6 billones. En materia de subsidios de vivienda, acabaron con la cobertura de la tasa de interés, 5 por ciento para VIS y 4 por ciento para VIP, que le ayudaba al pobre a pagar el crédito. Como si esto no fuera poco, en diciembre de 2024 suspendieron el programa por falta de recursos y en marzo de 2025 lo reactivaron con 803 subsidios. Sí, 803; ese es el Gobierno del cambio.

Esta falta de credibilidad en la que el presidente y su Gobierno no tienen nada que mostrar, pasó la cuenta de cobro este miércoles y jueves pasados. Sin embargo, la narrativa sigue siendo poderosa y los amigos pagos de Petro y su izquierda radical están ahí, prestos a defender su negocio y sus ingresos. No podemos descartar que, en su soberbia infinita, y con alguna ayuda de estimulantes, llame nuevamente a sus SS a que bloqueen calles y carreteras, y reediten lo de 2021, cuando lograron paralizar el país. Como ciudadanos, no debemos bajar la guardia frente a esta posibilidad.

Sin embargo, ya hay que ir pensando en la otra alternativa, las elecciones de 2026. No como hoy lo están haciendo los partidos, las decenas de precandidatos que hoy hay –más los que faltan por saltar al ruedo– y sus financiadores, muchos de ellos empresarios de gran reconocimiento. No, hay que preparar una estrategia mucho más amplia que la de solo apoyar candidatos a ver a quién le suena la flauta.

Primero, debemos conocer el descontento que llevó a Petro al poder y analizar a fondo ese petrismo blando que existe, que tiene quejas válidas y que pide futuro. Cientos de miles de familias lograron que su hijo, o sus hijos, fueran a la universidad y cuando se gradúan no encuentran trabajo. ¿Qué decirles? ¿Qué ofrecerles? Hay muchos temas como este que no podemos dejar de lado. Atender ese desconocimiento es fundamental para tener un país con futuro. Si no, en cinco años podemos volver a lo mismo. No miremos el corto plazo, las elecciones de 2026, miremos el fondo del problema. Petro fue un síntoma.

Segundo, tenemos que hacer un gran esfuerzo por lograr masivamente movilizar a los colombianos en el exterior. Hay 900.000 colombianos registrados y en la segunda vuelta de 2022 solo votaron 190.000. Si sumamos los colombianos que han emigrado, fácilmente se puede llevar el registro a 2 millones de votos, de los cuales el 70 por ciento no cae en estas veleidades populistas, pues así fue el resultado por Hernández y Petro. Esos millones de votos los tenemos olvidados y no deberíamos. Un buen lugar para invertir en vez de botar plata, por ahora, en candidatos, queridos empresarios.

Tercero, hay que montar una gran protección a las elecciones de 2026, no tanto en el día electoral, que hay que hacerlo de todas maneras, sino antes con la compra de votos. Hay que movilizar gente para infiltrar esos espacios donde se compran votos, no son difíciles de ubicar, y hay que hacer campañas masivas digitales pidiendo a la gente que grabe los videos donde ello sucede. Las redes son el enemigo número uno de esa práctica y necesitamos un ejército de ciudadanos defendiendo el proceso electoral en todos sus aspectos.

Cuarto, vender esperanza y proponer con realismo soluciones a esos problemas que identificamos cuando analizamos al petrismo blando. No es a la Mafe Carrascal o a la Margarita Rosa de Francisco a las que hay que atender, es al estudiante desempleado, al campesino sin carreteras, al pequeño empresario, a esa Colombia que Uribe supo identificar, supo escuchar y supo atender.

El próximo Gobierno no puede caer en lo que Santos, Duque y Petro tuvieron, Gobiernos desconectados del ciudadano, pero muy conectados con los medios a través de propaganda o de bodegas. Esperemos a llegar allí, pero por ahora respiramos un poquito más tranquilos. Eso sí, no bajar la guardia un segundo hasta las tres de la tarde el 7 de agosto de 2026, pues de Petro cualquier cosa se puede esperar.