Jorge Enrique Vélez, columnista invitado

Opinión

No bote su voto

El llamado Pacto Histórico, que fue la base política de Petro, hoy no existe legalmente como partido.

Jorge Enrique Vélez
15 de octubre de 2025

Si algo ha generado verdadera angustia al presidente Gustavo Petro y a sus aliados —muchos de ellos seriamente cuestionados por sus actividades poco transparentes— es la pérdida de credibilidad. Entre sus filas se encuentran personas vinculadas a organizaciones criminales que hoy hacen parte de su llamada política de “paz total”, una estrategia que parece más una fachada para ocultar intereses muy distintos a los que se proclaman.

A esto se suman los integrantes de la primera línea y varios aliados políticos que, según los resultados conocidos por la justicia, han demostrado una notable habilidad para estructurar redes de corrupción dentro del autodenominado “gobierno del cambio”.

Todo indica que las estrategias del petrismo buscan replicar el éxito del mismo guion que les permitió alcanzar la Presidencia de la República y conformar la mayor bancada en el Congreso. En esta ocasión, pretenden hacerlo a través de una consulta interpartidista con miras a las elecciones del próximo 26 de octubre, aunque enfrentan ahora un escenario muy distinto, marcado por la desconfianza ciudadana y graves problemas jurídicos.

El llamado Pacto Histórico, que fue la base política de Petro, hoy no existe legalmente como partido. Por ello, sus promotores recurrieron a maniobras jurídicas para intentar revivirlo sin éxito, lo que los llevó a improvisar una consulta interpartidista en la que participan los cuestionados precandidatos Carolina Corcho, Iván Cepeda y Daniel Quintero. Con excepción de Cepeda, los demás se inscribieron en colectividades políticas a las que nunca habían pertenecido y que, además, no cumplían con los requisitos legales para presentar candidatos en una consulta de ese tipo. Esto podría acarrear serias consecuencias jurídicas sobre la validez del proceso.

Es importante recordar que, en la consulta del Pacto Histórico, Gustavo Petro fue elegido como candidato presidencial con más de dos millones de votos, una estrategia que le dio resultados contundentes y que finalmente lo llevó a la Presidencia de la República. Todo indica que ahora pretende repetir la misma fórmula con el objetivo de asegurar la presencia de su candidato en una eventual segunda vuelta presidencial, lo que le permitiría, hipotéticamente, mantener el control político del país.

Sin embargo, lo más preocupante de esta estrategia radica en la procedencia del apoyo electoral que busca consolidar. Gran parte de esos votos podrían provenir de sus cuestionados aliados —muchos de ellos con antecedentes delictivos—, pertenecientes a los grupos vinculados a la llamada política de “paz total”.

Esos mismos grupos, en las regiones donde ejercen influencia, podrían recurrir nuevamente a la presión sobre las comunidades, forzando a muchos colombianos a votar como retribución por los beneficios que han recibido del gobierno en favor de algunos de los precandidatos afines a sus intereses. Así, garantizarían la continuidad de su poder territorial y de sus actividades ilegales.

A ello se suma el flujo de recursos provenientes de la corrupción, producto de los múltiples escándalos —varios ya en proceso judicial—, que podrían utilizarse para comprar conciencias y manipular la voluntad de los votantes más vulnerables. Todo esto con el propósito de aumentar y asegurar el respaldo a uno de sus candidatos, movilizar diversas fuerzas políticas y, en última instancia, conservar el poder a través de un sucesor que actúe en su nombre durante el próximo cuatrienio.

Por eso, la mayoría de los colombianos —más allá de nuestras diferencias ideológicas, ya seamos de izquierda, derecha o centro, o incluso si no pertenecemos a ningún partido político— coincidimos en un sentimiento común de desilusión. A este grupo se suman las nuevas generaciones que, con buena fe, creyeron en las promesas del presidente Petro y sus aliados, y que hoy sienten haber sido engañadas por un cambio que nunca llegó.

Ante esta realidad, se hace necesario impulsar una gran campaña nacional bajo el lema “No bote su voto”, que convoque a todos los ciudadanos inconformes a expresar, de manera pacífica y democrática, su rechazo a través de la abstención. Que el próximo 26 de octubre, la mayoría de los colombianos que hoy somos oposición enviemos un mensaje histórico al no acudir a las urnas ni participar en ningún tipo de votación.

Esta abstención masiva representaría la ratificación del profundo descontento nacional frente al actual gobierno y a los candidatos que buscan perpetuar el caos y continuar gobernando de la mano de los mismos aliados que han llevado al país a la situación crítica que hoy enfrentamos.

Una abstención histórica el próximo 26 de octubre en la consulta interpartidista representará para el presidente Petro y sus aliados un importante desafío político, pues reflejaría una clara pérdida del respaldo popular que aún creen conservar. Esa abstención enviaría el mensaje inequívoco de que la mayoría de los colombianos ya no confían en el actual gobierno ni en sus propuestas, y confirmaría el debilitamiento progresivo de su liderazgo y de su fuerza política.

Si logramos masificar la propuesta de que el 26 de octubre los colombianos no botemos nuestro voto, alcanzando una abstención sin precedentes, estaremos dando el primer paso hacia un mensaje contundente de unidad nacional. Ese gesto cívico sería una señal directa a las fuerzas políticas de oposición y a los numerosos precandidatos presidenciales de que solo la unión contra el actual régimen permitirá un resultado histórico en las elecciones de marzo y mayo.

Y no menciono junio, porque estoy convencido de que, si logramos unirnos y elegir un candidato único de oposición mediante una consulta interpartidista, Colombia podrá elegir en mayo un nuevo presidente en primera vuelta, acompañado por un Congreso mayoritariamente opositor, comprometido con la recuperación institucional y democrática del país.

Pero para alcanzar ese objetivo, debemos trabajar sin descanso, las 24 horas del día, en la difusión de la campaña “NO BOTE SU VOTO”, promoviendo un profundo sentimiento de rechazo hacia lo que representaría mantener el poder en manos de un sucesor directo del actual presidente: un candidato respaldado por los mismos aliados cuestionados, narcotraficantes y estructuras criminales vinculadas a la llamada “paz total”, así como por los carteles de la corrupción que rodean al Gobierno.

Si logramos que esa abstención sea verdaderamente histórica, la baja participación en la consulta interpartidista enviará un mensaje contundente: la mayoría de los ciudadanos rechazamos el rumbo actual del país y exigimos un cambio real. Ese será el primer paso hacia la unidad nacional, la recuperación de nuestra democracia, y la construcción de un nuevo liderazgo político comprometido con Colombia.

Por eso, a partir de hoy, se abre el camino para que los líderes y precandidatos de oposición, sin importar su tendencia, entiendan que solo con un candidato único y una ciudadanía unida será posible un triunfo contundente en 2026.

Y ese camino comienza el 26 de octubre, con una abstención masiva, consciente y patriótica, bajo una consigna clara:

“NO BOTE SU VOTO”. Esa será nuestra forma de recuperar el rumbo de Colombia.

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