Luis Carlos Vélez Columna Semana

OpiNión

No es amor al chancho

No es amor a los trabajadores, es amor a la campaña. La estrategia es clara: disfrazar de participación ciudadana lo que en el fondo es una campaña anticipada.

Luis Carlos Vélez
17 de mayo de 2025

Mi abuela en Perú tenía un dicho tan sonoro como preciso. Cada vez que exagerábamos con nuestros cariños, siendo pequeños en esas tardes calurosas de verano en Trujillo, en el norte del país, nos repetía: “No es amor al chancho, sino a los chicharrones”, y se reía con su picardía y enorme bondad. ¡Cómo no! Éramos 17 primos que tratábamos de cortejarla para que nos diera alguno de esos exquisitos —y entonces escasos y carísimos— dulces de chocolate de La Ibérica, que tenía escondidos en su armario y que le llegaban solo un par de veces al año, cuando sus amistades se los enviaban desde la distante Arequipa, al otro lado del país. Ella intuía con certeza que detrás del afecto desbordado había un interés evidente.

Esa misma lógica aplica al momento político que vive Colombia. Gustavo Petro y sus alfiles se muestran como grandes interesados en el bienestar de los trabajadores colombianos y con eso justifican su pelea por la famosa consulta popular —que bien podríamos bautizar como la ‘petroconsulta’—, cuando en realidad lo que quieren es crear una campaña política antes de las elecciones presidenciales que les permita usar fondos públicos para difundir sus ideas y así potenciar a un eventual candidato. No es amor a los trabajadores, es amor a la campaña.

La estrategia es clara: disfrazar de participación ciudadana lo que en el fondo es una campaña anticipada. A pesar de que el Senado ya ha decidido revivir la discusión de la reforma laboral en el Congreso —el lugar legítimo para debatir los cambios estructurales—, el Ejecutivo insiste en abrir un proceso paralelo mediante una consulta. El presidente incluso anunció desde China que volverá a presentar la iniciativa este lunes, ahora con un componente adicional sobre el sistema de salud.

Su insistencia en el tema no solo es convenenciera, sino que representa un peligroso asalto a la democracia. El presidente fue derrotado en franca lid en el Congreso aunque insistan en la narrativa falsa de que se trató de una votación ilegal, fraudulenta y sin garantías. Intentar una nueva votación, modificando ligeramente su contenido, teniendo en cuenta que el fondo del tema ya será debatido en el Legislativo, es pasarle por encima al Congreso y, por tanto, irrespetar la separación de poderes. Muy grave.

Es de inmensa preocupación que, ahora que los temas laborales que el Gobierno dice querer cambiar entrarán a discusión en el Legislativo, gracias a que fue revivida la reforma, el Ejecutivo insista en una consulta popular. Es innecesario.

Este proceder, deshonesto intelectualmente, me recordó a otro peruano, Mario Vargas Llosa, quien en su fabuloso libro autobiográfico La llamada de la tribu explica qué lo llevó a pasar de un joven entusiasta de corte socialista a un defensor de la democracia liberal. Y esto fue porque se dio cuenta de que los comunistas disfrazan la protección de sus privilegios con una supuesta lucha social y que para hacerlo son capaces de todo, hasta de lo más deplorable.

“Fui comprendiendo que las libertades formales de la supuesta democracia burguesa no eran una mera apariencia detrás de la cual se ocultaba la explotación de los pobres por los ricos, sino la frontera entre los derechos humanos, la libertad de expresión, la diversidad política y un sistema autoritario y represivo, donde, en nombre de la verdad única representada por el partido comunista y sus jerarcas, se podía silenciar toda forma de crítica, imponer consignas dogmáticas y sepultar a los disidentes en campos de concentración e, incluso, desaparecerlos”, escribía el famoso autor peruano.

Por lo que, parafraseándolo, podríamos concluir que Colombia es efectivamente un país cargado de injusticias, donde una minoría de privilegiados explota abusivamente a la inmensa mayoría. Pero los privilegiados no son, como dice el régimen Petro, los empresarios, los medios o los blanquitos: es la casta política que durante décadas ha dicho que lucha por los más pobres y la paz, cuando en realidad únicamente está interesada en enriquecerse y quedarse en el poder.

La consulta no es una lucha por los derechos de los trabajadores, es la búsqueda de recursos para una campaña política que mantenga a los mismos de siempre —hoy disfrazados de izquierda— en el poder.

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