
Opinión
Pacientes en crisis, hospitales en crisis
La crisis ha llevado a muchas instituciones a tener que cerrar servicios para poder concentrarse en atender los más críticos.
Ni siquiera durante los peores momentos de la pande mía, habíamos experimentado una crisis de atención en la salud de los colombianos como la que estamos atravesando. Y, lo peor, es que la situación no tiende a mejorar sino, por el contrario, a empeorar.
La angustiosa carta del Hospital Pablo Tobón Uribe, el hospital más emblemático de Medellín, refleja la crítica situación que se está viviendo en los servicios de hospitalarios y de urgencias de nuestros hospitales de alta complejidad. Dicha institución solicitó a las EPS no remitir más pacientes al hospital, porque “se desbordó la máxima capacidad de atención de la institución”, lo cual llevó al “estado de emergencia hospitalaria”.
En este mismo escenario se encuentran otros hospitales en diferentes ciudades de Colombia. La crisis ha llevado a muchas instituciones a tener que cerrar servicios para poder concentrarse en atender los más críticos. Otras instituciones han cerrado servicios tratando de reaccionar ante el crecimiento de las deudas de las EPS intervenidas, particularmente, la Nueva EPS, entidad intervenida que cubre gran parte de los pacientes crónicos y de mayor edad.
Esto se veía venir. Desde hace meses, los problemas de desatención y falta de acceso a medicamentos de los 8 millones de pacientes crónicos que existen en Colombia, se han agudizado como nunca.
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La salud desatendida es una cadena que parte de la entrega de fórmulas incompletas, sigue por el incremento de la severidad y daño en la salud de pacientes no controlados, continúa por mayor demanda de servicios en razón de la descompensación de sus cuadros clínicos, luego los recurrentes episodios que requieren consultas repetidas de urgencias y, desafortunadamente, culmina con la muerte temprana, fallecimientos que —claramente— hubiesen podido ser evitados. Los médicos llamamos historia natural de la enfermedad a la secuencia que lleva a la muerte si no se puede controlar a la enfermedad.
Lo que empeora el contexto actual es el manejo político que el Gobierno está dando a esta grave crisis en la salud de los colombianos. El Gobierno está enredado en una combinación siniestra de negación —o minimización— de un problema, ya descomunal, sumado a la búsqueda de responsables en gobiernos anteriores. No quiere asumir el problema que está enfrentando y, por ese camino, la salud se le va a salir de las manos en los próximos meses.
La situación financiera de los hospitales de Colombia se agrava de manera acelerada y está afectando principalmente a los hospitales de alto volumen y alta tecnología, que son relativamente pocos, pero que soportan la mayor carga resolutiva.
El escenario es muy grave porque el Gobierno nacional en lugar de buscar concertar para solucionar este problema trasladó su radicalización y sectarismo político a la mesa de operaciones de la salud. No se entienden decisiones tan absurdas como la de excluir a la Secretaría de Salud de Bogotá de las mesas de concertación que ha tenido que convocar a instancias de la Corte Constitucional. En semejante crisis de logística de medicamentos, excluir a los gestores farmacéuticos también es un exabrupto, y tampoco tiene presentación el tratamiento de “vampiros” a los médicos. La única estrategia que tienen es la mediática y ese es el camino que los llevará al desastre.
Tampoco son alentadoras las estrategias propuestas por entidades como la Defensoría del Pueblo, que pareciera desconocer la gravedad del problema, proponiendo soluciones tan bizarras como la de “fortalecer el control sobre el acceso y uso racional de medicamentos” o “incluir un plan de transición detallado”. Me confieso admirador de la independencia que ha demostrado la doctora Iris Marín, pero me parece que no está siendo bien asesorada en cuanto a la severidad de la situación y las vías de solución: ¿Limitar el acceso en una situación de excesos de demanda por desatención de la enfermedad?; ¿plan de transición hacia dónde, cuando el Gobierno no ha esbozado ni una sola estrategia de solución, más allá de una reforma que no se ha aprobado y no lleva a ninguna parte?
Finalizo con una de las personas más respetadas —y con décadas de experiencia en nuestro sector hospitalario— que publicó el siguiente post, refiriéndose al accionar del Gobierno nacional en esta, la más grave crisis del sistema de salud: “Es como si a alguien que ha tenido quebrantos de salud le pegan unas puñaladas y el que infringe el daño dice que la persona ya venía enferma y que la gravedad de las heridas poco importa. Así se justifican…”.