Opinión
Padre de Roux, ¿culpa o doble rasero?
Como comisionado de la Verdad, conocí de primera mano a Francisco de Roux, su carácter y forma de ser.
Frente a la denuncia penal por encubrimiento de pederastia (o la coautoría impropia) muy comentada en varios medios de comunicación, quiero compartir mi apreciación.
El padre de Roux se ha ganado un nombre a pulso. Un trabajador asiduo y una persona sensata, siempre abierta a escuchar y dada al diálogo, ciertamente es necesario reconocer sus virtudes. Sin embargo, junto al hombre dado a la paz, también conocí su faceta intransigente.
Personalmente, tuvimos varias conversaciones, reuniones e intercambio de ideas, y siempre me pareció una persona respetuosa; sin embargo, el oír no es escuchar o conceder, y aunque después de largas conversaciones tenía la sensación de haber podido incidir en su pensamiento o en la perspectiva de las cosas, en particular a las víctimas de la Fuerza Pública, en la realidad, él mucho oye, pero poco escucha. Su talante es el de un conciliador que está atrapado en los dogmas de sus ideas y preconcepciones, ya sean estas la religión o su posición política ideológica, por ello, era fácil verlo preso del dilema entre la realidad y sus preconcepciones y de las presiones de sus compañeros, ya fuesen estos religiosos o militantes de la izquierda recalcitrante.
Con el tiempo comprendí que él solía escuchar más sus ideas, sus preconcepciones o a sus compañeros que a los mismos argumentos, a las cifras o a lo fáctico, lo que lo llevó a cometer errores en la dirección de la Comisión de la Verdad, como el de presentar un informe no ponderado o equilibrado sino tendencioso y calculado. Al final, las cosas no son los deseos, sino los resultados, y aunque el deseo, la paz y la unión, su trabajo ha causado enemistad y desencuentro, no logró la no repetición sino la agudización de la discusión. (El idioma zurdo [progresista] no es solamente una expresión, un escrito, sino que es una narrativa constante que se repite y se repite).
Tendencias
Dos situaciones puntuales: al inicio de la programación del trabajo de la Comisión de la Verdad, sólo se quería hablar de “feminismo o mujer” y no se incluían a los grupos LGTBIQ, gracias a que, a través de un escrito de reflexión y llamado que les hice por escrito al Plenario de los Comisionados y a su presidente, logré que fueran incluidos en la agenda del trabajo de la Comisión, nunca logré entender esa misoginia y homofobia inicial que se proponía realizar dentro del proyecto del Informe Final, ¿o tendría que ver con la costumbre de encubrir ciertas conductas de un determinado grupo afín en sus ideologías?
Lo otro tuvo que ver con la inclusión de temas transcendentales para la comprensión del conflicto armado en Colombia, los cuales no fueron aprobados nunca por el plenario y me tocó adelantarlos en forma independiente y sin recursos apropiados. Una de las investigaciones era sobre el ELN, que la venía adelantando en forma muy discreta y a la cual sólo la conocía la presidencia de la Comisión y algunos comisionados, pero fue terminada abruptamente a raíz de que mis investigadores fueron amenazados de muerte, y se cerró dicha investigación para preservar la vida de ellos, que era mejor que ir contracorriente sobre un enemigo oculto. Es otro caso de ocultamiento de la verdad. ¿Se volvió endémico para algunas personas tapar y tapar?
Ahora bien, respecto a la reciente denuncia penal por encubrimiento, valdría la pena preguntarse a qué Francisco de Roux veremos, ¿al que endilgó juicio inquisidor sobre los generales por causa de los falsos positivos y su responsabilidad de mando, y su culpa por omisión, y de los cuales se piden las más severas penas? Aunque sin haber empuñado o cometido un crimen en primera persona, se están enjuiciando por su responsabilidad solidaria y con lo que hicieron sus subalternos bajo su comandancia.
¿Qué podrá decir Francisco de Roux, que ha sostenido esta teoría jurídica, ahora que la responsabilidad de mando, por decirlo de algún modo, le aplica a él? Ahora que le acusan de callar, omitir o ignorar deliberadamente las denuncias que él conoció sobre sus colegas religiosos, ¿será que en este caso no aplica el principio moral y jurídico que él tanto ha defendido cuando se refiere a otros tipos de delitos?
No me sorprendería que reinara el cinismo, al final con mis ojos también presencié otro caso cínico en las puertas del despacho de los comisionados y del propio De Roux. Fue el caso de Rosa Blanca, en el que se les cerró la puerta a decenas de mujeres que acusaron a las Farc de reclutamiento, violación y esclavitud sexual, pero como no iba alineado al relato de la Comisión de la Verdad, decidieron ignorar o pormenorizarlo en el informe. ¿Culpa o doble rasero?