JORGE HUMBERTO BOTERO

Opinión

Papa caliente

Exija el Senado garantías para una competencia equitativa en la eventual consulta popular.

Jorge Humberto Botero
29 de abril de 2025

El presidente ha propuesto una consulta popular que está prevista en la Constitución, aunque la entiende e intentaría realizarla como un acto revolucionario, sin restricciones de ninguna índole.

Afirma que ya la convocó, lo cual, por ahora, no es verdad; depende de que el Senado revise las preguntas que tiene la intención de plantear, su coherencia con la unidad temática que las normas contemplan y, lo que es fundamental, exija —como desde aquí, de nuevo, se solicita— condiciones que permitan que la competencia en las urnas sea equitativa. Como avizora que poner en marcha ese proceso no será tarea sencilla, se apresura a decir. “Creemos que hay instituciones que son constituidas y no constituyentes… Esas instituciones están intentando quitarle al pueblo el derecho de decisión en temas fundamentales”, afirma el presidente Petro.

El mensaje subliminal es sencillo: al pueblo soberano no se le pueden imponer talanqueras, ni siquiera por el Senado que es un poder constituido.

Para destacar su mera condición de notario, pues “la consulta va sí o sí”, en palabras de Benedetti, anunció que presentará la solicitud el primero de mayo, día en que, por ser festivo, el edificio del Congreso está cerrado. Ya debe estar previsto el espectáculo: Petro, rodeado de su guardia pretoriana —llámenla ‘pueblo’, si prefieren— se acerca a entregar unos papeles que un desconcertado vigilante recibe a través de una reja. ¡Vaya ofensa del Senado a quien de manera omnímoda encarna el querer popular! Para que no tengamos dudas, la semana pasada añadió: “El día que vuelva a la Presidencia de la República será porque el pueblo ha hecho una revolución”.

Tiene razón. Las revoluciones consisten en sustituir un orden político por otro y, como consecuencia necesaria, las normas del antiguo régimen por el nuevo. Estas, desde luego, permitirán que regrese a la Presidencia —posibilidad que la Constitución actual rechaza— el líder de la revolución triunfante. Petro se ve de antemano ungido para asumir esa magistratura en cuyo desempeño carecerá de ataduras: será el autor de las normas y, al mismo tiempo, su ejecutor.

Raymond Aron, el ilustre pensador francés, estaba en Berlín en aquel año aciago de 1933, cuando los nazis abolieron la democracia e instauraron una feroz dictadura.

Abrumado escribió que podía ver “la irracionalidad fundamental de los movimientos de masas, la irracionalidad de la política, y la necesidad, para hacer política, de aprovechar las pasiones irracionales de los hombres”. Tuvo razón, aunque solo si nos referimos a la política en situaciones extremas, cuando de lo que se trata es de resistir a un conato revolucionario o de aniquilar un sistema que se considera oprobioso. En esa situación, el diálogo social, propio de la democracia, es imposible. Se lucha por el todo o nada. Solo cabe la consigna, el grito, la violencia que provoca muertes. Las revoluciones no son fiestas, son tragedias.

No solo ese es el clima de excitación y paranoia al que quiere conducirnos Petro. Sus propuestas laborales, inútiles unas, contraproducentes otras, borran la línea entre lo que se considera deseable y lo que es posible. ¿Quién no quiere ganar más y tener mejores beneficios si quien absorberá los costos es el Estado —que somos todos— o unos cuantos ricos dominados por la codicia?

A muchos les encantaría ser bellos (así sea después de varias cirugías estéticas), y capaces de realizar hazañas eróticas como las que insinúa Petro que vivió en aquellos días felices en que se nos perdió en París. ¡Ay, querido Gustavo: la vida es breve, debes beber su elíxir ahora que todavía puedes! No escuches a Cicerón cuando te dice: “La vejez, especialmente cuando está acompañada de sabiduría, es honrada y respetada”. La sabiduría no es lo tuyo…

Yo sustituiría las doce preguntas por dos: ¿Quiere usted que a todos se nos garantice un ingreso mensual equivalente a tres salarios mínimos? ¿Está de acuerdo con que se congelen los precios de los productos que integran la canasta familiar? Y como las respuestas serían obvias, bien podríamos ahorrarnos los costos de una consulta popular que son enormes. Apruébese la reforma laboral ya por decreto presidencial. La justicia social no puede depender de mezquinas formalidades, las mismas que Petro ha dicho despreciar.

El Senado tiene una alternativa para salir de un falso dilema: entre el ‘No’, que Petro en su fuero íntimo anhela como tea revolucionaria, y el ‘Sí’ puro y simple, que le daría amplios grados de libertad para ganar la consulta cometiendo todos los abusos que ya le conocemos. Un ‘Sí’ condicional es el camino.

Es menester que el Gobierno no despliegue sus huestes, como lo ha venido haciendo, con fondos estatales. Que no acuda a la trampa de decretar días cívicos.

Que garantice que los sectores de oposición tengan acceso igualitario a los medios de comunicación oficiales. Que no se usen las alocuciones presidenciales para hacer propaganda. Que se definan los voceros del Gobierno para promover la propuesta, y se decrete, así sea superfluo, que los demás funcionarios públicos deban guardar rigurosa neutralidad.

Que presente un análisis previo de las consecuencias de cada una de las preguntas en el mercado del trabajo, distinguiendo sus segmentos formales e informales, y sus implicaciones en las finanzas públicas. Que se establezcan mecanismos extraordinarios para que la Procuraduría pueda atender con celeridad eventuales quejas y esté al alcance de la comunidad internacional supervisar los eventos de la campaña. En cuanto al día de los comicios, la Registraduría merece plena confianza.

Desde luego, no bastaría con que de manera informal el Gobierno afirme que todo lo anterior le parece correcto: dirá que sí a todo. Se requiere que la decisión afirmativa del Senado contenga, de manera clara y precisa, las condiciones bajo las cuales se aprueba la convocatoria. Ellas tendrían que ser aceptadas en un documento oficial, antes de la fecha en que vence el plazo del Senado para decidir. En caso contrario, se dejará expresa constancia de que la convocatoria ha sido rechazada.

Briznas poéticas: Constantino Cavafis nos legó este bello poema:

Como cuerpos hermosos de muertos juveniles

que encerraron, con lágrimas, en bellos mausoleos,

rosas a la cabeza, jazmines a sus pies

así parecen ir pasando los deseos,

sin ser cumplidos, sin apenas merecer

una noche de goce, un claro amanecer.

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